“Ahora subo, estoy tomando café”. Son las cinco de la tarde del miércoles, 8 de marzo de 2023. Víctor escribe un mensaje de WhatsApp a su madre, que le acaba de llamar. Está en una cafetería con un amigo, cerca de casa, en Aranjuez (Madrid). “Me tengo que ir, que le he dicho a mi madre que ya voy”. Salen de la cafetería. La charla se extiende poco más. Horas antes, Víctor ha estado comiendo en casa de su hermana. Estaba como siempre. Hablaba, sobre todo, de un torneo solidario que estaba organizando. Todo normal.
“A las siete y media le mando un WhatsApp con una interrogación, como diciendo… subías a casa, pero no has subido. Y le pregunté: ¿dónde estás?”, cuenta su madre, Belén. Víctor no contestó. No ha vuelto a hacerlo. Desapareció aquel 8 de marzo, en Aranjuez.
A punto de cumplirse dos meses de su desaparición, Belén saca fuerzas de donde no las hay y reconstruye junto a CASO ABIERTO, portal de Sucesos e Investigación de Prensa Ibérica, los últimos pasos de su hijo: “una cámara le registra a las 23:45 horas”. Lucha desde entonces por encontrarlo. “Después de esa imagen, no hay más”.
Se llama Víctor Tapiador Martín, tiene 25 años y es integrador social en el Hospital San Juan de Dios de Ciempozuelos (Madrid). Desapareció, sin explicación, el pasado 8 de marzo. Los días pasan, son ya casi dos meses, y las respuestas no llegan. Los previos a su desaparición “estaba normal”. Amante del pádel y apasionado de su trabajo, juntó sus dos ilusiones: “había conseguido las pistas gratis, y estaba organizando un torneo benéfico para el siguiente fin de semana, que eran fiestas. El dinero que sacara era para el hospital”, cuenta su madre. Sus últimas llamadas, analizadas tras desaparecer, giran en esa línea: reserva de pistas, avituallamiento, premios… “Nadie en su entorno, ni familia ni amigos, comprendemos qué ha podido pasar”.
Belén vuelve a aquella tarde, la del 8 de marzo, la última en la que tuvieron contacto con él. A las cinco, con ese “ahora subo”, dejó de contestar. “Sobre las siete le llamé”, explica su madre. El teléfono de Víctor daba señal, pero no respondió. “A las 20:20 horas, insistí”. Daba apagado. “Pensé que se había quedado sin batería…”. El último WhatsApp que le escribe es a las 21:30, “le puse: contéstame por lo menos para que me quede tranquila”. Solo un check en la pantalla. “Ese mensaje ya no lo leyó”.
No fue a casa a dormir
“Era todo extraño. Él no es de hacer esas cosas. Si se queda a dormir en casa de un amigo que vive solo, o sale por ahí, siempre escribe; si se le apaga el teléfono y no va a venir, me llama con otro teléfono…”.El silencio de Víctor no entraba dentro de la normalidad. “Cuando nos levantamos y vimos que no estaba, que no había venido a dormir, la cosa no nos cuadró”, cuenta Belén. Se instalaron los nervios y el caos.
“Yo trabajo en un colegio, en el recreo me vine a casa a ver si estaba”, recuerda Belén. “Nada… Regresé y, cuando salí del colegio, me fui con mi hermana a buscar su coche por todo Aranjuez. Estuvimos como una hora y media…”. Sin rastro. No hubo más margen, acudieron a denunciar: Víctor Tapiador Martín. Joven de 25 años. Desde ayer no está.
La familia se dividió: “mientras mi marido y yo fuimos a poner la denuncia, mi hermana me dijo: voy a ver en las pistas de pádel, no vaya a ser… Y justo, cuando bajaba para allí, en el polígono, vio el coche de Víctor en la puerta de un supermercado”. No estaba el joven. Ni en la zona ni en el hipermercado. “Nada más poner la denuncia fuimos hacia allí”.
Su chaqueta, sus llaves, pero él no
Estaba su coche, pero no había rastro de él. “Buscamos por todos los alrededores”, recuerda Belén. La policía se personó. “En la zona hay varios hipermecados (Aldi, Lidl, Día) y las pistas de pádel. Está a las afueras, pero no lejos de Aranjuez. De casa… está como a medio kilómetro”, ubica Belén.
Que estuviera cerca de las pistas tenía sentido. La felicidad se agotó pronto. No había rastro de él. Se revisaron las imágenes de las cámaras de uno los supermercados. “Se ve a Víctor dejando el coche a las doce menos cuarto de la noche, de ese día 8. Sale del vehículo y se va cruzando la carretera para una rotonda que hay, y ya no hemos vuelto a saber nada. Es la última imagen que se tiene de él”.
Helicópteros, drones e incluso una zodiac de los bomberos en una laguna cercana batieron los días siguientes. No se halló nada.
En el interior del automóvil, la chaqueta, las llaves de casa. “En ese momento, a esa hora, hacía frío, la chaqueta no se la llevó”. Sí llevaba consigo documentación y teléfono. La señal de su móvil se pierde de madrugada, sobre las tres, en la misma zona en la que se le ve por última vez.
Helicópteros, drones e incluso una zodiac de los bomberos en una laguna cercana, batieron los días siguientes. “La policía actuó de inmediato”, agradece Belén, “pero no se ha encontrado nada”. La difusión de la imagen de Víctor, su aparición en medios de comunicación, tampoco ha arrojado pistas. Nadie le ha visto ni puede ayudar a la familia. “No sabemos qué ocurre entre las cinco de la tarde (cuando escribe a su madre) y la hora en la que aparca el coche”. Tampoco visualizan qué pudo ocurrir después.
Todas las hipótesis abiertas
“En casa estaba bien, no teníamos problemas. De hecho, hacía dos fines de semana que nos habíamos ido a la playa juntos, a Alicante”. Interrogado su entorno, tanto a la policía como a la familia, sus amigos han declarado desconocer cualquier conflicto que pudiera tener Víctor. No hay nuevas amistades, relaciones, ni había hablado o mostrado intención alguna de querer desaparecer. “Es una incertidumbre constante… No saber, no saber…”.
La Policía Nacional mantiene abierta todas las hipótesis. Su familia baraja un sinfín de posibilidades también. “Unas veces piensas unas cosas, otras veces piensas otras… El día es muy largo, la cabeza muy mala…“, lamenta Belén, que intenta, sin lograrlo, completar los pasos que dio su hijo cuando se bajó del coche. “No, es que no notamos nada diferente en él”.
Víctor, siempre sonriente, solidario, divertido. Empezó a trabajar en el hospital con 17 años como Auxiliar de Enfermería; quería más y, mientras trabajaba, se sacó el título de integrador. Sus planes perfectos: pádel, running (lo dejó, pero lo había retomado), rutas por la montaña, paseos por la sierra de Madrid y, sobre todo, salir con sus amigos, los de siempre, un grupo formado por casi una veintena de jóvenes de Aranjuez. Todos baten, buscan. Necesitan respuestas, necesitan saber.
“La última llamada que él hace el día que desaparece es de como tres cuartos de hora, y es con el coordinador del hospital, para ultimar todo lo del campeonato”. Había estado buscando en Internet palas para comprar y entregar como premio a los campeones. “No hay nada que nos esté diciendo que él tuviera algún problema como para irse voluntariamente…”. El torneo benéfico también espera su regreso, no se celebró.