Se acaba de conocer la sentencia sobre la violación/abuso sexual a la concursante Carlota Prado ocurrida los días 3 y 4 de noviembre del año 2017, en el programa de Tele 5, producido por Zeppelin TV, ‘Gran Hermano Revolution’. Un pliego de 37 páginas que he podido leer en su totalidad, firmado por la magistrada titular del Juzgado de lo Penal número 18 de Madrid.
La sentencia concluye condenando al autor de la agresión, el también concursante José María López, a 15 meses de prisión (que no cumplirá) y al pago de una indemnización de 6.000 euros por el daño moral ocasionado con la comisión de su delito, y a la productora Zeppelin TV con 1.000 euros por daño moral suplementario. O sea, después de casi seis años, con aplazamientos continuados del juicio por las graves secuelas psicológicas que ha estado y está sufriendo Carlota Prado –la joven malagueña que cuando fue agredida contaba 24 años de edad– después de casi seis años les decía, la condena consiste en que el agresor le de 6.000 euros, y la empresa productora del ‘reality’ 1.000 más. Y pelillos a la mar. Y marchando.
Pues han pasado seis años, sí, pero siguen presentes todavía en mi cerebro las imágenes –que pudimos ver gracias a ‘El Confidencial’– de Carlota encerrada en aquella burbuja de cristal o metacrilato llamada ‘El confesionario’, sola, aislada, asistiendo horrorizada a la agresión sexual de la que fue objeto la noche anterior. Fue todo un detalle por parte de la productora llamarla al día siguiente y decirle: ven bonita que te vamos a enseñar cómo abusaban de ti porque no te acuerdas de nada. En efecto, la noche anterior la productora facilitó alcohol a los concursantes, y Carlota fue agredida cuando estaba en una semiinconsciencia etílica notable. Todavía resuenan las palabras de Carlota en mi cerebro, sí, llorando encerrada en la burbuja y pidiendo desesperada: “Por favor parad ya, por favor, quitadlo”. Sorprende también que la cadena Tele 5, la que contrataba y emitía el ‘reality’, ni siquiera haya formado parte de esta causa ni se la haya citado a declarar. Se ha ido de rositas con toda tranquilidad.
Todo esto, francamente, es muy canalla. Al ganador de aquella edición de ‘Gran Hermano’ le dieron un maletín con 300.000 euros contantes y sonantes. A la víctima, estigmatizada de por vida, 6.000 euros, más 1.000 de caridad. Es indiscutible: el abuso sexual en la tele sale barato.