La inédita situación de sequía que en estos momentos vive España ha vuelto a reavivar un debate que surge cada cierto tiempo: ¿es posible modificar el tiempo para conseguir que, por ejemplo, llueva más (o menos)? En la jungla de internet hay quien argumenta, desde la conspiranoia, que sí es posible y que, de hecho, ya se está haciendo. Lo cierto es que, según recoge la Organización Meteorológica Mundial, en estos momentos hay más de 50 países que investigan técnicas de modificación artificial del tiempo pero, por al menos ahora, todavía no se ha conseguido nada convicente. “Se están investigando varias técnicas, pero por ahora ninguna ha demostrado una buena eficacia”, explica Cayetano Torres, meteorólogo de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en una entrevista con EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica.
En estos momentos, según constata un informe de Naciones Unidas, hay tres grandes líneas de investigación sobre modificación artificial del tiempo. La primera, y la más explorada, se centra en intentar aumentar las precipitaciones en una determinada región y momento. La segunda está enfocada a intentar evitar los granizos extremos y sus efectos en ámbitos como, por ejemplo, la agricultura. La tercera trabaja para intentar disipar los bancos de nieblas. En todos estos casos, hay decenas de programas de investigación enfocados, por un lado, a entender la física detrás de todos estos procesos y, por otro lado, a proponer herramientas para influir en estos fenómenos.
“Se están investigando varias técnicas, pero por ahora ninguna ha demostrado una buena eficacia”
Técnicas para ‘sembrar nubes’
“El principal reto al que se enfrentan los programas de investigación es que la atmósfera es un entorno tan enorme y complejo que resulta extremadamente difícil influir en su funcionamiento”, explica Torres. “Incluso cuando parece que ha conseguido, el logro es mínimo“, matiza el experto. En las últimas décadas, por ejemplo, se han llevado a cabo experimentos de “siembra de nubes” en varias regiones del mundo. Para ello se ha intentado ‘inyectar’ en las nubes sustancias como el yoduro de plata o dióxido de carbono congelado para “acelerar la condensación” y provocar que llueva. También se ha probado con el uso de cañones de acetileno que al explotar emiten ondas de choque y, supuestamente, afectan a la formación del granizo. (“Nada de esto tiene que ver con las llamadas estelas de los aviones o chemtrails: eso no son más que estelas de condensación que no tienen ningún efecto sobre el clima”, aclara Torres).
“Las estelas de condensación de los aviones no tienen ningún efecto sobre el clima”
¿Pero sirven de algo estas técnicas para ‘sembrar nubes’ y controlar la lluvia? Según explica William R. Cotton, meteorólogo de la Colorado State University en un análisis publicado en ‘The Conversation’, “tras setenta años de investigación, la mayoría de estudios científicos apuntan a que la siembra de nubes tiene poco o ningún efecto“. En la inmensa mayoría de casos se ha observado un incremento de entre el 1 y el 5% en las lluvias. En el caso más exitoso reportado hasta la fecha se observó un incremento del 14% de las precipitaciones. Ni siquiera en estos casos ha sido posible demostrar de forma unívoca que el régimen de lluvias ha sido modificado por estas herramientas de alteración del clima.
Modificación del clima en España
En España, según explica Torres, solo se ha realizado un experimento de siembra de nubes. Fue en la década de los ochenta, cuando hubo un verdadero ‘boom’ de este tipo de estudios. Un equipo de investigadores de la Agencia Estatal de Meteorología y la Organización Meteorológica Mundial intentaron ‘sembrar nubes’ en un pueblo cerca de Valladolid. El experimento concluyó con resultados prácticamente nulos, pues no se consiguió ni alterar el comportamiento de las nubes ni provocar un incremento de las lluvias. “Ahora mismo en España no hay ningún programa estatal de modificación artificial del clima“, aclara el meteorólogo.
“Ahora mismo en España no hay ningún programa estatal de modificación artificial del clima”
En algunas regiones agrícolas, según explica Torres, se han llegado a utilizar algunas de estas técnicas de forma puntual para intentar a minimizar los granizos. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, existe una ‘red antigranizo’ dedicada a emitir pequeñas cantidades de yoduro de plata y acetona a la atmósfera para así evitar la formación de pedradas extremas que puedan dañar los cultivos. En las cuencas del Ebro y el Júcar también se utilizan los llamados ‘cañones antigranizos’. “Cada cierto tiempo nos piden informes sobre la utilidad de estas técnicas y la respuesta es siempre la misma: su utilidad es muy baja por no decir nula“, aclara el meteorólogo.
Programas de investigación
El análisis más completo realizado hasta la fecha sobre las técnicas de modificación artificial del clima apunta a que, al menos por ahora, no hay ninguna herramienta capaz de alterar las lluvias de forma eficaz. Sí se han logrado varios avances científicos en el estudio de la física y la química de las nubes (es decir, en entender bajo qué condiciones se forma la acumulación de cristales de hielo en la atmósfera y cómo en un determinado momento se podría ‘forzar’ las precipitaciones). En estos momentos hay cientos de propuestas y patentes sobre la mesa para lograrlo. Hay incluso investigadores, como los de la Universidad Internacional de Karlshochschule (Alemania), que proponen disparar a las nubes con láser para estimular la formación de lluvia. O proyectos para crear entornos específicos, como montañas artificiales, para ver si así se consigue incrementar las precipitaciones.
La Organización Meteorológica Mundial, por su parte, reconoce que en los últimos años se ha observado un verdadero “impulso internacional” a los proyectos de investigación sobre modificación artificial del clima. La razón es clara. El avance de la crisis climática está alterando el régimen de lluvias en todo el mundo, está mermando las precipitaciones sobre el terreno y está sembrando las condiciones para sequías cada vez más extremas. “La comunidad científica está trabajando para ‘modernizar’ la producción de lluvia para el siglo XXI porque necesitamos fuentes de agua seguras“, asegura la institución mientras recuerda que, al menos por ahora, todo esto sigue siendo un espejismo.