‘Fast-fashion’: miles de litros de agua para fabricar unos vaqueros

Las grandes empresas textiles se las han ingeniado para convencer a millones de personas en España (y en el resto del mundo occidental) de que es necesario cambiar de ropa cada pocos meses. Es la base de su negocio. Además, ha calado el concepto de que llevar puesta una prenda del año anterior es algo impropio de personas civilizadas. Esta negativa tendencia conlleva la compra compulsiva de ropa y la consiguiente generación masiva de emisiones a la atmósfera, así como ingentes cantidades de residuos. Es la llamada fast-fashion, que fundamentalmente consiste en comprar-tirar-comprar-tirar. Eso sí, siempre bajo el señuelo-trampa del low cost.

Las cifras son impresionantes: según Naciones Unidas, fue entre los años 2000 y el 2014 cuando la producción de ropa asistió a su verdadero despegue, pues directamente se duplicó. Los consumidores empezaron a comprar un 60% más de prendas, utilizándolas solamente la mitad del tiempo que antes. Esa tendencia continúa hoy día. Actualmente, el 60% de toda la ropa producida termina en vertederos o incineradoras en menos de un año, lo que equivale a un camión de ropa usada tirada o quemada cada segundo.

Las marcas estimulan la compra compulsiva e innecesaria de ropa | Agencias

Informes sobre la industria textil han expuesto el alto impacto de la moda rápida, que también incluye lamentables condiciones de explotación laboral en numerosos países del sur. Todo para poder vender masivamente y de forma innecesaria en los países ricos. Pero lo más impresionante son las cifras devastadoras sobre su impacto ambiental, comparable al de la industria petrolera. Según un estudio de la ONU de 2019, la producción de ropa en el mundo es actualmente una industria “responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel global”.

Este mismo informe especifica que para fabricar unos simples pantalones vaqueros se necesitan 7.500 litros de agua, es decir, más o menos lo mismo que bebe una persona a lo largo de siete años. Incluso una camiseta de algodón necesita alrededor de 2.000 litros de agua para fabricarse. Sólo en los últimos años han empezado a aparecer técnicas que reducen tan impresionantes cantidades, pero así y todo el volumen de agua que se precisa para una sola prenda es abrumadora.

La ONU, a través de su Conferencia de Comercio y Desarrollo (UNCTAD), destaca que la fabricación de ropa y calzado genera el 8% de los gases de efecto invernadero. Además, destaca que “la industria de la moda produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos, con las consecuencias que ello tiene en el cambio climático y el calentamiento global”.

Vertedero gigante de ropa en el desierto de Atacama

Además, es una generadora increíble de residuos. Un ejemplo lo constituye el remoto desierto de Atacama, en Chile. Se trata de una zona virgen y prístina, con espectaculares cielos. De hecho, sus montes albergan algunos de los más potentes telescopios del mundo.

Este lugar, sin embargo, acoge también un inmenso vertedero de ropa usada. Es ropa fabricada o importada desde un gran número de países. Porque, obviamente, esta es también una industria globalizada, que hace una camiseta manufacturada en China pueda terminar en Chile. Al menos 39.000 toneladas terminan como basura escondida desierto adentro en la zona de Alto Hospicio, en el norte del país, uno de los destinos finales de ropa “de segunda mano” o de temporadas pasadas de cadenas de moda rápida.

Imagen aérea del vertedero del desierto de Atacama (Chile) | Martin Benetti

“Esta ropa llega de todo el mundo”, explicó a la AFP Alex Carreño, ex trabajador de la zona de importación del puerto de Iquique, que vive al lado de un vertedero de ropa. “Lo que no se vendió a Santiago ni se fue a otros países (como Bolivia, Perú y Paraguay por contrabando), entonces se queda aquí porque es zona franca”, afirmó.

 “El problema es que la ropa no es biodegradable y tiene productos químicos, por eso no se acepta en los vertederos municipales”, señaló por su parte Franklin Zepeda, fundador de EcoFibra, una firma de economía circular con una planta de producción en Alto Hospicio de paneles con aislante térmicos en base a esta ropa desechable.

Bajo tierra hay más prendas sepultadas con ayuda de camiones municipales, en un intento por evitar incendios provocados y muy tóxicos por los químicos y telas sintéticas que la componen. Pero la ropa enterrada o a la vista también desprende contaminantes al aire y hacia las napas de agua subterráneas propias del ecosistema del desierto. La moda es tan tóxica como los neumáticos o los plásticos.

50.000 millones de prendan se tiran al año de fabricarse

En la actualidad, las marcas de moda producen casi el doble de ropa que en el año 2000, la mayor parte de ella fabricada en China y otros países de renta media como Turquía, Vietnam y Bangladesh. En todo el mundo, la industria emplea a 300 millones de personas. Pero, increíblemente, más de 50.000 millones de prendas se desechan al año de ser confeccionadas, según un informe de un taller de expertos del Instituto Nacional de Normas y Tecnología (NIST) de Estados Unidos, publicado hace algo más de cuatro años.

Montaje de denuncia contra la fast-fashion | Michael Bowles/Oxfam

Los textiles se dividen en dos grandes categorías: naturales y sintéticos. La producción de los que, como el algodón y la lana, se fabrican a partir de fuentes vegetales y animales, es en gran medida estable, aunque aumenta lentamente. En cambio, la producción de fibras basadas en polímeros, en particular el poliéster, pasó de unos 25 millones de toneladas anuales en 2000 a unos 65 millones en 2018, según el informe del taller del NIST. En conjunto, estas tendencias están teniendo un impacto medioambiental asombroso.

Se trata de un sector que aguarda un cambio urgente, según las organizaciones conservacionistas y de consumidores, pero ello requerirá que la industria de la moda se esfuerce por adoptar más lo que se conoce como economía circular. Esto implicará al menos dos cosas: volver a centrarse en fabricar cosas que duren, y así fomentar la reutilización; y ampliar más rápidamente las tecnologías para los procesos de fabricación sostenibles, especialmente el reciclaje.

Parte de este cambio ya ha empezado. En España, sin ir más lejos, cada vez son más las empresas que utilizan materiales reciclados, empezando por el plástico, como materia prima para confeccionar sus prendas y tejidos. El consumidor, por su parte, tiene la capacidad de elegir entre un modelo u otro de producción.

Artículo de referencia: https://news.un.org/es/story/2019/04/1454161

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Contacto de la sección de Medio Ambiente: [email protected]

 

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