En torno al “24 o 25 de junio” del año pasado el extremeño Teófilo Magdaleno empezó a tener problemas con su banca electrónica. “Me echó varias veces y comenzaron a llegarme mensajes de ‘actualice su banca ‘on line’ en los que me pedían que entrase en un link”, precisa. Tuvo que ir a su banco, Unicaja, para que le facilitasen un nuevo código de identificación, pero no le dio más importancia a estos incidentes. Coincidieron con el proceso de integración de esta entidad con Liberbank, que estaba siendo, asegura, “un descontrol total”, por lo que los atribuyó a problemas informáticos surgidos durante la fusión.
Unos cinco días después, el 30 de junio, se encontraba en casa intentando hacer unas transferencias y le volvió a suceder. La web le expulsó y a su móvil llegó un mensaje de “‘última oportunidad para actualizar su cuenta’ y fue ahí cuando creo que le di al enlace”. Al hacerlo, no solo se quedó sin operativa bancaria, sino que el teléfono acabó completamente bloqueado al instante, ni tan siquiera podía recibir ni realizar llamadas.
Tuvo que acercarse al día siguiente a su compañía telefónica para que le hiciesen un duplicado de la SIM de su móvil y fue entonces cuando, ya con nuevos códigos, pudo entrar de nuevo en la página de su banco. “Me puse a gritar porque me habían vaciado la cuenta”, rememora. Más de 67.000 euros, un dinero ingresado hacía menos de una semana tras una compraventa, habían desaparecido de ella. Al tiempo que habían hackeado sus datos también habían duplicado la tarjeta de su teléfono, con lo cual no tuvo ningún conocimiento de todas las operaciones que hicieron en su nombre la noche anterior. Y no habían sido pocas.
“Desde las 21.52 horas que me inmovilizan tanto la banca ‘on line’ como el teléfono, los ciberladrones hacen ocho transferencias bancarias desde mi cuenta por un valor de 28.500 euros y luego me crean 24 tarjetas virtuales con las cuales me sacan unos 40.000 euros de 2.000 en 2.000. Todo eso lo hacen en cinco horas, hasta las tres y tres de la mañana”, detalla. “Pienso que ellos ya me habían estado controlando la cuenta, porque el dinero lo metí el 25 de junio y a los cinco días es cuando se lo llevan”, conjetura.
Denuncia y reclamación
Presentó denuncia en la policía y reclamación a Unicaja, a través de la Unión de Consumidores de Extremadura (UCE), si bien más de nueve meses después el banco “ni siquiera se ha molestado en contestarme”. “Esto me causó un trastorno grandísimo, al principio me tuvieron que echar una mano mis hijos, porque me quedaron limpio prácticamente”, lamenta este empresario turístico (es también presidente de la Asociación de Alojamientos Turísticos de Plasencia -Altup-). Critica “la poca seriedad y falta de rigor” de la entidad, aunque sí reconoce la labor de los empleados de su sucursal, porque ellos “sí han cumplido y me han tratado bien”.
“Pienso que ellos ya me habían estado controlando la cuenta, porque el dinero lo metí el 25 de junio y a los cinco días es cuando se lo llevan”
Aunque no lo sabe a ciencia cierta, la información que le transmitieron es que “a los pocos días” su dinero estaba en Lituania y que el duplicado de la SIM se efectuó “desde Colombia”. A su juicio, “falló totalmente la seguridad” de la entidad financiera. Hasta ese momento “nunca había creado una tarjeta virtual y además tengo un tope de 2.000 euros, ¿cómo permite Unicaja que se me creen 24? Aunque yo me hubiera equivocado, a los primeros 2.000 tendrían que haber cerrado todo y haber contactado conmigo”, razona.
En estos meses ha podido recuperar parte de lo sustraído. A los 15 días se consiguió dar marcha atrás a las transferencias y posteriormente también rescató el dinero que aún quedaba en varias de las tarjetas creadas fraudulentamente, “pero me tuve que dar cuenta yo de que estaba ahí”, resalta. “Hace dos meses me devolvieron otros cuatro mil euros procedentes de otras dos tarjetas virtuales, creo que simplemente esperaron a que el seguro las cubriese”.
A día de hoy le quedan pendientes de recobrar unos 26.500 euros, que sigue reclamando a la entidad, más los intereses por el tiempo transcurrido “para que esto sirva de ejemplo a otros ahorradores que se encuentren en mi misma situación y que no se vean tan desprotegidos como yo, que me he visto en la calle sin un duro”.
Por si fuera poco, en los últimos dos meses ha sufrido otros dos intentos de fraude, esta vez por teléfono, de personas que se identificaban como empleados del banco y que le pedían las claves. “Me tuve que llevar casi todo el dinero de ahí porque ya no me fío”, zanja.