‘En la naturaleza no todo es lo que parece’; una idea que parece habitar en cada uno de los rincones del bosque nublado de la Reserva de Mashpi, en Ecuador. Sapos con aspecto de hoja, arañas que imitan la forma de las hormigas de las que se alimentan o esquivos chotacabras cuyos plumajes les confieren la casi total invisibilidad dentro de su entorno.
Pero si se trata de engañar, no solo el color y la forma son importantes, también lo es el comportamiento. La serpiente de la vid de Cope (Oxybelis brevirostris) es un ejemplo de ello.
Estas serpientes son verdes y alargadas, características que les sirven para camuflarse entre las ramas y lianas que dominan el enmarañado bosque ecuatoriano. Pero para cuando el camuflaje falla, esta especie cuenta con un plan b. Al ser descubiertas, las serpientes de la vid responden arqueando su columna y abriendo la boca de manera “amenazante”.
Además producen sonoros bufidos y rápidos movimientos de cabeza que dirigen hacia el depredador como si de rápidos mordiscos se tratara. Un comportamiento que, aparentemente, podría calificarse como agresivo; aunque nada más lejos de la realidad – es una simple, pero efectiva estrategia antidepredadora.
De hecho, los movimientos de cabeza que realizan contra sus depredadores no son más que un mero artificio. La serpiente muerde al depredador solo al ser atrapada y como último recurso. No debe olvidarse que morder a un posible depredador puede acarrear costes vitales, como por ejemplo el sufrir lesiones en la mandíbula o en la boca. Es por ello que estas serpientes siempre tratan de mantener una cierta distancia con su posible depredador.
La serpiente de la vid es una de las muchas especies de animales que utilizan la “sorpresa” para paralizar, confundir y desalentar a sus depredadores. Rapaces nocturnas como el búho real yerguen sus plumas para parecer más grandes cuando se sienten amenazados. Los tenrecs de Madagascar optan por una estrategia similar pero con sus espinas. Algunos saltamontes sacuden sus alas mostrando en ellas grandes ocelos que aparentan ser los ojos de un animal mucho mayor.
Y, en el caso de los reptiles, una estrategia antidepredadora ampliamente extendida es la de confrontar al depredador abriendo la boca en una actitud aparentemente agresiva.
En el reino animal, este tipo de estrategias defensivas suelen estar asociadas a los comportamientos deimáticos (‘deimatic displays’ en inglés), los cuales han sido seleccionados durante generaciones por su capacidad para sorprender y rehuir al depredador.
En la naturaleza, muchos depredadores están preparados para perseguir y dar caza a sus presas, pero recibir una respuesta “amenazante” por parte de estas puede ser desconcertante. Algo que otorga a la presa una posible vía de escape y, con ello, una segunda oportunidad para sobrevivir.