Lecciones para la próxima pandemia (I): Lo que debemos aprender del coronavirus para el futuro

Mientras volvemos a la normalidad nadie quiere recordar los tiempos de la COVID-19 anteriores a las vacunas, con ancianos condenados a una muerte sin asistencia, hospitales sobresaturados, gente muriendo sola, cadáveres hacinados en morgues improvisadas, incinerados a toda prisa sin la presencia de los suyos…

Fue una experiencia terrible. Y pagamos un precio muy alto.

Según los registros oficiales de los gobiernos hubo 10 millones de muertos, pero la mayor parte de los expertos estiman que la cifra real excede de largo los 20 millones.

Además, el SARS-CoV-2 causó daños económicos, aumentó la desigualdad y trastocó completamente nuestro estilo de vida, restringió nuestra actividad y nos confinó durante meses.

Tenemos ganas de pasar página y olvidarnos del coronavirus. Es comprensible.

Pero ahora que nuestras vidas vuelven a la normalidad, debemos sacar las conclusiones necesarias para evitar que algo así vuelva a ocurrir.

Si no obramos adecuadamente pronto podríamos tener nuevos problemas.

Lejos parece que queda ya la crisis del coronavirus pero lo cierto es que sus consecuencias continúan haciendo mella. | ÁLEX ZEA

Es el momento de aprender las lecciones

La pandemia desatada por el SARS-CoV-2 nos brinda la oportunidad de aprender cómo hacer frente a nuevos brotes epidémicos de agentes infecciosos emergentes.

Nos guste o no es el momento de analizar con rigor en qué se acertó y qué se hizo mal, para aprender de todo ello.

Cientos de expertos de distintas instituciones (universidades, centros de investigación y de prevención de enfermedades, hospitales…) están publicando numerosas conclusiones.

Algunos incluso son trabajos ingentes que abordan el problema en su conjunto.

Un ejemplo de este tipo de estudios es el titulado “Lecciones para el futuro a partir de la pandemia de la COVID-19” de la Comisión Lancet, constituida por 45 expertos internacionales del más alto nivel. Otros son trabajos sobre aspectos más concretos, por ejemplo el análisis comparativo de cómo respondieron los distintos tipos de sistemas sanitarios.

Errores y aciertos en análisis concordantes

Ante todo, llama la atención la gran concordancia existente entre todos los informes publicados. La evidencia científica es prácticamente unánime. Por un lado estos informes explican que la lucha contra las futuras pandemias de enfermedades infecciosas debería basarse en 5 estrategias básicas. Otros exponen cuales fueron los grandes fallos de los profesionales de la salud, de los gobiernos y administraciones, así como de la mayoría de las personas. También se resaltan los grandes aciertos que nos permitieron derrotar al SARS-CoV-2.

Vale la pena analizar todo esto en detalle. Porque a estas alturas el conocimiento científico permite saber qué deberíamos hacer para evitar futuras pandemias.Lección 1

Conocer la realidad y actuar en consecuencia

Empecemos por situarnos en contexto para entender el mundo que nos rodea en la actualidad y los riesgos que ello supone.Con unos datos demostrados científicamente se puede decir que casi cualquiera podría extraer sus propias conclusiones.Y vamos a intentar colocarlos de una manera que se puedan comprender sencillamente. Porque conocer la realidad y actuar en consecuencia es la primera gran lección que podemos extraer de la pandemia de la COVID-19.

Araceli, de 96 años, primera persona en vacunarse contra el coronavirus en España |

Y los datos están ahí:¿Si algún día no tenemos tanta suerte?

Lo primero que debemos reconocer es que, pese a todo, tuvimos mucha suerte.

Las diversas variantes de SARS-CoV-2 fueron cada vez más contagiosas pero no desarrollaron una gran letalidad. Además, las vacunas de ARN funcionaron y se consiguieron fabricar los miles de millones de dosis necesarias en un tiempo récord.

Si la letalidad de algunas cepas de SARS-CoV-2 hubiese sido un poco mayor, o si no hubiésemos podido desarrollar una vacuna eficaz (como ocurre en enfermedades como el SIDA), a estas alturas seguiríamos con severas restricciones y llevaríamos más de 100 millones de muertos.

El conocimiento científico indica que para evitar futuras pandemias nuestra primera estrategia es tomar todas las medidas necesarias para evitar la aparición de nuevos patógenos emergentes.

Sin duda es la mejor opción.

Se trata de detener un potencial brote pandémico antes de que ocurra.

Las enfermedades epidémicas se multiplican por 1,8 cada 10 años

Desafortunadamente nuestras perspectivas de conseguirlo son extremadamente bajas.

Desde 1980 la red mundial de enfermedades infecciosas y epidemiología (GIDEON) recoge con gran precisión las enfermedades epidémicas que ocurren a nivel mundial.

En la década de 1980-1990 se produjeron alrededor de 1.800 brotes epidémicos en todo el mundo. Entre 1990 y 2000 hubo más de 3.100. Entre 2000 y 2010 se produjeron unos 5.600. Y entre 2010 y 2020 se detectaron unos 10.700

Puede estimarse que cada 10 años el número de brotes epidémicos se multiplica por 1.8 (casi se duplica). Esto asegura que cada vez más nos enfrentaremos a nuevos brotes.

La amenaza de enfermedades zoonóticas se ha multiplicado por cinco

Por si este incremento no fuese lo suficientemente preocupante, existe un problema añadido:

·      Durante los últimos 40 años los brotes epidémicos de nuevas enfermedades emergentes de origen zoonótico (aquellas que como la COVID-19 se producen por patógenos de origen animal que dan el salto a los seres humanos) han aumentado significativamente mucho más que los brotes debidos a enfermedades infecciosas específicas de los seres humanos.

De hecho, estos brotes zoonóticos se han incrementado en casi un 500% durante el período comprendido entre 1980 y 2020.

Es evidente que la humanidad está siendo cercada por nuevas enfermedades infecciosas provocadas por virus que dan el salto desde los animales hasta los humanos.

La COVID-19 es un buen ejemplo, pero también lo son:

El SIDAEl ÉbolaEl Marburgo

que empezaron a asolar a la humanidad en fechas muy recientes.

Archivo – Una sanitaria pone el EPI a otra sanitaria para recoges test de COVID-19 de las personas que hacen cola en el Centro de Salud Universidad, a 21 de diciembre de 2021, en Madrid, (España). | Cézaro De Luca – Europa Press – Archivo

Ya no hacen falta vectores de transmisión

Estos nuevos brotes epidémicos emergentes son especialmente graves debido a que la mayoría se transmiten directamente de humano a humano (tal y como ocurre con la COVID-19) y no necesitan un vector (como es el caso, por ejemplo, de la fiebre del Nilo Occidental que la propaga un mosquito).

Hoy en día los brotes epidémicos transmitidos directamente de humano a humano son ya 7 veces más numerosos que los brotes epidémicos transmitidos por vectores.

Los datos no dejan lugar a dudas: la humanidad se está convirtiendo en el blanco de muchos virus que antes se dedicaban a infectar animales. Y no es de extrañar.

La crisis de la biodiversidad

Estamos llevando a la extinción a buena parte de las poblaciones de mamíferos y aves del planeta, provocando una crisis de biodiversidad sin precedentes.

Ya solo el 7% de los animales de la Tierra son salvajes.

Pero cada animal que llevamos al borde de la extinción tiene sus propios virus.

Y a estos solo les queda una oportunidad para sobrevivir: aprovechar el ingente recurso que proporcionamos los 8.000 millones de seres humanos sobre la Tierra.

Nos estamos convirtiendo en el mejor recurso para millones de cepas de organismos infecciosos que ven desaparecer las especies animales que infectaron durante cientos de miles de años.

Propuestas drásticas

Algunos expertos como Edward Wilson, considerado como el biólogo más importante y destacado del mundo en su tiempo (1929-2021) son muy drásticos en sus conclusiones:

Estima que para tener algún futuro la humanidad debería retirarse por completo de la mitad del planeta dejándola como un recurso para el resto de la biosfera.

Pero mientras la mayoría de los expertos no van tan lejos. sí que coinciden en que deberíamos respetar al máximo el menguante hábitat de los últimos animales salvajes.

Y la realidad es que los invadimos y destruimos, provocando que nuevos patógenos entren en contacto estrecho con nosotros.

Más nos valdría recordar que los virus y las bacterias tienen tiempos de generación muy cortos y son capaces de evolucionar extraordinariamente rápido.

Nuevas epidemias que ya son posibles hoy, y futuro inmediato

Todo indica que, queramos o no, las nuevas epidemias de virus y bacterias serán un hecho cotidiano en nuestro futuro inmediato.

En este sentido el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) ha dado la alarma sobre:

1.    El peligro de brotes de gripe aviar H5N1 (similar a la que produjo la catástrofe de 1919) que ya ha dado el salto desde aves a, por ejemplo, granjas de visones, acortando el camino para saltar a los seres humanos.

2.    Incluso expertos en coronavirus advierten de que el SARS-CoV-2 no se extinguió. Además de en los seres humanos, tiene reservorios en numerosas especies animales en las que podría seguir evolucionando y regresar dándonos una desagradable sorpresa.

Como todo indica que no vamos a cambiar nuestro estilo de vida lo suficientemente rápido como para evitar la aparición de nuevos brotes de enfermedades infecciosas emergentes, no nos queda más remedio que tomar otras medidas adicionales.

Es el segundo punto propuesto por los expertos.

Lección 2

Reaccionar más rápido y con mayor determinación

Como segundo punto en nuestra estrategia de lucha contra las futuras pandemias de enfermedades infecciosas:Debemos adoptar, lo más rápido posible, medidas destinadas a extremar la contención inicial de una enfermedad infecciosa justo al inicio de un nuevo brote, para eliminar totalmente la transmisión de la enfermedad desde los individuos infectados a los individuos susceptibles. 

En este sentido los expertos hacen en primer lugar una severa autocrítica.

Los profesionales de la epidemiología tardaron demasiado tiempo en advertir sobre el grave peligro potencial del SARS-CoV-2.

Había indicios suficientes de que el coronavirus podría resultar extremadamente peligroso. Pero aun así, estos indicios se obviaron.

Archivo – Una enfermera realiza una prueba PCR | GOBIERNO DE CANARIAS – Archivo

¿Por qué no hicimos caso a los indicios?

En parte esto se debió a un error estadístico en la percepción del riesgo.

Muchos epidemiólogos pensaron que la gripe podía servir de referencia.

Así, el posible efecto de la COVID-19 se comparó con la gripe que nos afecta todos los años y de la cual hay un registro anual en todos los países avanzados.

Por ejemplo en nuestro país el Sistema de Vigilancia de Gripe estimó que en la temporada 2019-2020 hubo:

Un total de 619.000 casos confirmados en atención primariaDe los cuales 27.700 terminaron hospitalizadosDe ellos murieron 3.900.

Cuando al principio de la pandemia se comparó la letalidad de la gripe con la de la COVID-19 se cometió un error.

Confrontada a la gripe, la letalidad de la COVID-19 no parecía tan alta. Pero el problema estaba en que las cifras oficiales sobreestiman mucho la letalidad de la gripe.

Mucha gente que tiene gripe (probablemente la mayoría) ni siquiera va al médico. La estima de que murieron 3.900 personas de 619.000 contagiados es oficial pero no real, pues en realidad se contagiaron de gripe muchas más de 619.000 personas.

Por supuesto la mayoría de los profesionales de la salud pública no cayeron en este error. Pero se dio voz a quienes defendían que la COVID-19 no daría problemas.

Incluso la OMS tardó demasiado en declarar la alerta pandémica global. Y en esta decisión pesaron más las consideraciones políticas que las técnicas.

Cómo se evalúa una situación de riesgo y cómo se hizo esta vez

Durante los últimos 100 años se ha desarrollado un cuerpo teórico muy importante sobre la manera correcta de afrontar una evaluación del riesgo.

Para ello hay que considerar la peor posibilidad y su probabilidad de ocurrencia.

La posibilidad de que el SARS-CoV-2 produjese millones de muertos era alta. La probabilidad de que escapase al control, también. Pero la gran mayoría de los expertos que analizan las lecciones de la COVID-19 son extremadamente críticos con el comportamiento que han tenido muchos gobiernos. El problema es que decidieron quienes no sabían, y quienes sabían no decidieron. Y la mayoría de los gobiernos decidieron hacer caso a los seudo expertos que prefieren decir lo que el gobernante quiere escuchar, y que defendían que el SARS-CoV-2 no sería tan dañino ni escaparía al control.En este sentido la Comisión Lancet destaca literalmente que durante la COVID-19 Demasiados gobiernos no se han adherido a las normas básicas de racionalidad”. En su informe explican que:“Las principales potencias del mundo no han colaborado para controlar la pandemia”.“Especialmente grave fue la falta de notificación del brote inicial de COVID-19”. “Además los gobiernos ocultaron datos precisos y sistemáticos sobre infecciones, muertes, variantes virales, respuestas del sistema de salud y consecuencias indirectas para la salud”. Expertos competentes consideran que si se hubiera producido una buena gestión inicial de la COVID-19, aplicando los procedimientos habituales en epidemiología conLimitaciones drásticas de movilidadConfinamientos inmediatosRastreos masivos, etc.

Se hubiese podido acabar con la pandemia en las primeras semanas del año 2020.

Autoridades militares, la ministra de Defensa, la presidenta de la Comunidad y el alcalde de Madrid clausuran la morgue del Palacio de Hielo | EFE

La falacia de los políticos costó muchas vidas

Los mejores expertos insisten en que diversas falacias de los políticos impidieron hacer frente a la pandemia como correspondía. Y también echan la culpa al falso dilema entre economía y salud, así como a la supuesta defensa de la libertad que plantearon numerosos políticos. Conseguir votos costó millones de muertos. Pero lo que más sorprende a los expertos fue el retraso de la mayoría de los gobiernos en reconocer que la principal vía de contagio era la transmisión aérea. Fue una incompetencia que resultó catastrófica. Muchos expertos se preguntan por qué nos insistían en el lavado de manos y el gel hidroalcohólico, cuando el problema estaba en la transmisión aérea que se producía en locales cerrados, especialmente en bares, restaurantes, discotecas, transporte público, residencias de ancianos, aulas, centros de trabajo… Incluso hubo gobiernos que desaconsejaron expresamente las mascarillas y hasta hablaron del peligro que podían suponer para la salud las FFP2Muchos expertos muestran su enorme sorpresa por esta decisión. Y si ya resulta inaceptable que se valoren los votos por encima de la salud pública, todavía cuesta más entender por qué se empecinaron en no aceptar un hecho científicamente probado. Desafortunadamente no fue lo único que hicieron mal.

 

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