Las consecuencias de la sequía no se quedan en las cosechas, las industrias y las casas. La vida de lirios amarillos, salicornia o carrizo pende de un hilo en algunos puntos críticos a causa de la escasez de agua. Los amenazados galápagos leprosos encuentran dificultades para reproducirse bajo el agua. Y lo mismo les ocurre a porrones, espátulas o avetoros, que sufren para pescar ranas y peces. Estos nombres de plantas, reptiles y pájaros son solo algunos de los ilustres habitantes de las zonas húmedas de Cataluña, unos espacios singulares que, en estos momentos, corren más peligro que nunca. Y esto no solo daña a flora y fauna, sino que también pone en jaque la lucha contra el cambio climático.
“Pensamos siempre en el agua para el consumo humano, pero estos lugares sufren terriblemente los efectos de la sequía y esto nos perjudica a todos”, advierte Anna Barnadas, secretaria de Acció Climàtica. ¿Pero, cómo nos ayudan estos reservorios de biodiversidad? Los humedales de costa actúan como barrera entre el mar y el interior, y ralentizan la velocidad de entrada del agua marina, por lo que mitigan los efectos de los temporales. Pero hay más. Las zonas húmedas del interior suponen importantes reservorios de agua, retienen nutrientes y almacenan carbono, gas que, de liberarse en la atmósfera, contribuiría a acelerar el calentamiento global.
Inventario bajo presión
En total, en Catalunya se han delimitado 2.977 zonas húmedas, de las cuales 27 se consideran relevantes. Estos refugios climáticos, según el último informe del Observatorio de Patrimonio Natural y la Diversidad, hace tiempo que pierden biodiversidad. “Nos preocupa muchísimo porque evidencia la crisis climática. No es solo que en ellos se encuentren una especie u otra, se trata de que la salud de estos espacios incide en que la cadena trófica funcione bien”, señala Barnadas. Según los datos con los que trabaja la ‘conselleria’, hay varias presiones que complican la supervivencia de estos lagos, charcas, estanques y lagunas.
La contradicción de Llinars
En el Vallès, grupos ecologistas critican la inoperancia de la Generalitat a la hora de proteger una charca que se ha formado de manera natural: la Bassa de Llinars. En la zona había una explotación minera que se abandonó, por lo que el espacio fue cubierto con agua freática. Entonces proliferaron plantas y pájaros. Ahora, la propiedad está llenando de arena el estanque para secarlo. ¿El motivo? “Recuperar la fianza invertida antes de montar las minas“, explica Laia Vidal del grupo ecologista El Gaig. Consideran que el espacio se tendría que añadir al inventario de zonas húmedas declaradas. Si no, los camiones lo dejarán todo cubierto de arena y la Bassa de Llinars habrá desaparecido.
El 67% de estas masas de agua sufren el avance de las construcciones en los alrededores o en su interior. Las especies invasoras, tanto vegetales como animales, asfixian la vida de los humedales en el 63% de estos reservorios. Además, también se resienten por la huella de los visitantes y las actividades industriales y agrícolas.
Estado precario
Con la sequía, el escenario se tuerce todavía más, ya que la falta de lluvias agrava el mal estado del agua. Un 74% de las zonas húmedas de interior (20 de 27) no cumplen con el estado ecológico requerido. Barnadas explica las causas: “Las masas de agua han subido de temperatura y se han eutrofizado -proliferación descontrolada de algas que consumen oxógeno y empeoran el estado del agua- más de lo normal. Como no llueve, no llega agua nueva y el estado empeora”.
En los lagos de Banyoles, Montcortès y Basturs las cosas no van tan mal. Son lagos cársticos que beben de las montañas de la Garrotxa y los Pirineos, por lo que se podrán mantener en pie durante más tiempo. “Serán los grandes reservorios de biodiversidad del futuro”, comenta Barnadas.
En las lagunas costeras, es la presión urbanística quien complica la situación. “Esto se evidencia en casos flagrantes como el del delta del Llobregat“, señala la secretaria del Departament. En el delta del Ebro, un espacio que sufre especialmente las consecuencias de los temporales por la falta de sedimentos, las masas de agua salobre tienen un estado relativamente óptimo, según la Generalitat: “Grandes lagunas como la Tancada o la Encanyissada resisten mejor porque tienen ecosistemas más potentes”.
Más al norte, en los Aiguamolls de l’Empordà, el paisaje es preocupante, ante la falta de agua en la cuenca del río Muga. “La sequía prolongada no es nada positiva, lo estamos notando en los censos de aves de invierno“, se lamenta Sergio Romero de Tejada, director de este parque natural. En estas marismas, el ecosistema está adaptado a la aridez durante los meses de verano, que es cuando se suelen secar las lagunas.
El problema es que cada vez cuesta más que las charcas se llenen y se inunden los campos. “Por lo tanto, hay menos hábitat y menos comida. En los últimos otoños no hemos hecho el ‘reset’ habitual por la falta de lluvias y esto se ha notado en el número de pájaros“, zanja Romero de Tejada.
Equipo de salvamento
En los próximos años, la Agència Catalana de l’Aigua (ACA) invertirá 12 millones de euros para la recuperación de las zonas húmedas. Barnadas asegura que la estrategia del Govern es luchar por la preservación de estos humedales. “Es una prioridad de la Generalitat, no nos podemos permitir el lujo de renunciar a estos espacios esenciales”.
Consideran que todavía estamos a tiempo y que se pueden salvar: “En la costa, gracias a las playas, los humedales siguen vivos, por eso trabajamos reforzando zonas de dunas que protejan las lagunas”. La ‘conselleria’ se conjura para resguardar estas zonas húmedas y seguir aportando el caudal ecológico necesario a los ríos para que estos reservorios de fauna y flora en declive no mueran.