Iba una diputada a invitar a comer en el Congreso, en el comedor colectivo, a una visita y, de repente, sorpresa: 12,90 euros. Usted pensará que eso barato, muy barato de hecho, y tiene razón. Vaya a un restaurante en donde sobreviva eso que aún se llama “menú” y pagará, como poco, 15.
Pero la sorpresa se plasmó en el rostro de la diputada porque la semana pasada, justo la semana pasada, habría pagado 9 euros por su menú y por el de la visita. “¿Pero cómo que 12,90?”, preguntó la parlamentaria. “Han subido los precios”, contestó un trabajador de la empresa concesionaria.
La sorpresa comenzó este lunes, primer día de aplicación de las nuevas tarifas. Fue un estupor comedido, no obstante, ya que los lunes no son días de ajetreo en la Cámara Baja. Acaso un tic de perplejidad, una mueca de indignación, un semblante breve de tristeza. Focos acotados de sorpresa. Porque la cafetería del Congreso era un bastión frente a la evolución de los precios. Un oasis. Un coto vedado al IPC.
Pero ya no. Están cayendo los últimos focos de resistencia.
La situación internacional
La sorpresa se generalizó este martes, desde esta mañana. Un usuario pidió un desayuno, ya sabe, un café con leche y una tostada. 1,15 euros habría costado la semana pasada. 1,30 cuesta esta semana. El cliente lo comentó, cómo no iba a hacerlo. Parecía enfadado. “Han subido los precios”, fue la contestación.
Eso es lo que vemos en el supermercado, en la vida diaria. Los diputados/as también lo veían, aunque con matices, que la risa en política también va por barrios. O por argumentarios de partido. La vicepresidenta económica, Nadia Calviño, dijo hace unas semanas que ella ya notaba la atemperación de los precios en su supermercado habitual gracias a las políticas contra la inflación del Gobierno. En el PP se mofaron de la ocurrencia porque el IPC de febrero, el último, mostró subidas de nuevo. La de los alimentos, por cierto, está disparada, un 16% en comparación con la de dos años atrás.
Este periodista, tras el almuerzo, fue con un compañero a la cafetería para tomar un café. Al ir a pagar, el camarero dijo: 1,90. “Con tarjeta”, se le comentó. En caja, tecleó el pedido. “No, no… 2,20, que han subido los precios”. Y efectivamente, 2,20 los dos cafés, un café con leche y un cortado en concreto.
¿Y qué ha pasado? Un trabajador de la empresa concesionaria, Cafestore, explica escuetamente: “la inflación”.
Vayamos al origen. Cafestore, del grupo Sacyr, se llevó la adjudicación en 2019 porque fue la empresa aspirante con mejor puntuación, según el baremo aplicado por la Junta de Contratación en función, a su vez, del pliego de condiciones del contrato. Fue clave en su victoria la oferta económica que planteó, inferior a las estipulaciones de las otras compañías candidatas. La duración de los contratos suele ser de 34 meses. En julio de 2021 tocó la renovación de la concesión. Cafestore volvió a ganar. Su oferta de precios era imbatible.
Comer en el Congreso, en el autoservicio, un primero, un segundo, postre, pan y bebida, costaba 4,50 euros, por ejemplo. Tomarse una caña superaba por poco el euro. Era muy barato almorzar en la Cámara, pero no se piensen que esto es una prebenda sólo para diputados y diputadas. Efectivamente, sus señorías se aprovechan, porque es habitual verles, y en número muy elevado, en los dos comedores de los que dispone el Congreso, uno en el edificio de ampliación I y otro en el edificio de ampliación III, al otro lado de Carrera de san Jerónimo.
A quienes beneficia en realidad el bajo coste de almorzar en el Congreso es a los trabajadores de la Cámara y de los grupos. A los comedores acuden los ujieres, los letrados, los informáticos, los empleados de la subcontrata encargada del mantenimiento eléctrico; acuden los periodistas, los asesores, el personal del servicio médico, los asistentes, los agentes de la policía nacional… Quien trabaje en la institución, puede comer aquí. También pueden hacerlo las visitas debidamente acreditadas.
Un asistente del Congreso cobra, euro arriba, euro abajo, unos 2.200 euros. Le va bien que los precios sean bajos. Un trabajador de un grupo puede que perciba 1.500. Le va mucho mejor que los precios sean bajos. Si hay un lugar democratizado en el Congreso, son los comedores, en donde se igualan el portavoz de ERC y el operario que viene de arreglar un conducto del gas, la diputada del PP y la trabajadora de la agencia de viajes.
Pero a primeros de marzo, según la documentación a la que ha accedido El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica, la empresa Cafestore se dirigió a la Dirección Técnica de Infraestructuras y Contratación del Congreso para pedir una modificación del contrato que obtuvo en julio de 2021. En uno de los puntos argumenta que la evolución de los precios generada por la concatenación temporal de la pandemia y de la guerra entre Rusia y Ucrania ha “repercutido directamente” en la provisión del servicio.
Añade que esta “situación tan deficitaria” perjudica, además, a las reclamaciones de los trabajadores, a quienes se les pone en riesgo el pago de horas extraordinarias. La argumentación de la empresa, en resumen, se instala en la situación internacional y en el impacto que está teniendo en España para solicitar, en virtud del artículo 205.2.b de la Ley de Contratación del Sector Público, una modificación de los estándares de los precios. Alega circunstancias “sobrevenidas e imprevisibles”.
Una posibilidad como la planteada no consta en el pliego de contratación, y así lo reconoce la compañía en el escrito, pero precisamente por eso recurre a esos hechos “sobrevenidos”, amparados por la norma mencionada. Por precisar: propone un nuevo listado de precios, revisados al alza, como consecuencia del aumento de los costes de toda la cadena de suministro y distribución, “muy superiores” a lo estimado.
Con fecha 10 de marzo, la Dirección Técnica de Infraestructuras y Contratación emitió un informe en el que, tras un repaso de las circunstancias de la contratación y de la adjudicación, autoriza finalmente la revisión al alza de los precios. Revisión que desde este lunes está en vigor y que, como se ha contado, deja el menú en 6,45 euros, el desayuno en 1,30 y el café en 1,10. Revisión que, como se ha contado, derriba uno de los últimos bastiones contra la inflación. Bastión que estaba en el Congreso. Ya no.