El director austriaco Ulrich Seidl, que lleva años rivalizando con su compatriota Michael Haneke en ver quién de los dos resulta el autor más perturbador del cine contemporáneo, es propenso a organizar núcleos autónomos de su filmografía en base a dos o tres películas. Lo hizo en ‘Amor’, ‘Fe’ y ‘Esperanza’, los tres filmes que entre 2012 y 2013 configuraron su trilogía ‘Paraíso’, con el turismo sexual, el fanatismo religioso y la obsesión por el cuerpo como ejes centrales. ‘En el sótano’ (2014) y ‘Safari’ (2016) son dos documentales complementarios centrados en lo que ocurre en los sótanos de las casas austriacas y en la mentalidad de los austriacos que disfrutan con la caza. Su última propuesta adquiere la forma de un díptico, ‘Rimini’ y ‘Sparta’. Polémicas alrededor de la segunda al margen, vuelven a mostrar el espíritu turbador, fiero, demoledor e iconoclasta de un cineasta que no se anda con chiquitas. O lo tomas o lo dejas.
Las dos películas empiezan exactamente igual, con una foto de grupo de varios ancianos cantando en una residencia, y concluyen de idéntico modo, con la imagen de uno estos ancianos llorando solo en su habitación. En ‘Rimini’, un tipo llamado Richie Bravo, cantante veterano del género ‘schlager’ –canciones alemanas de tendencia sentimental y sumamente pegadizas–, regresa a su casa para el funeral de su madre. Allí reencuentra las fotos de hombres viriles de su cuarto, a su hermano Ewald y a su padre, el anciano que llora en la residencia, aquejado de demencia senil. Cumplido el trámite, Richie vuelve a su ciudad de adopción, la felliniana Rimini. Vive de mujeres maduras que le pagan por sexo e intenta ligar con una más joven sin saber que es… (‘spoiler’)
En ‘Sparta’ el protagonista es Ewald, a quien vemos pasar horas en silencio en la habitación de su padre en la residencia. Vive en Rumania, pero deja a su novia porque, a través de varios planos en los que se explica todo sin mostrar nada, el deseo que siente por los niños ha quebrado toda su fuerza. ‘Sparta’ es la historia de un pedófilo que intenta luchar contra su instinto, pero convierte una escuela en ruinas en un gimnasio en el que los chiquillos de una maltrecha población rumana aprenden judo. Es también una fortaleza física y espiritual que homenajea a los míticos 300 espartanos recreados en el cómic de Frank Miller y en la película homo-erótica de Zack Snyder. Ewald practica el judo con ellos, se duchan juntos, les toma fotografías que después contempla en la soledad de su habitación. Les protege también de las masculinidades algo más que tóxicas de sus padres. Seidl muestra, nunca enjuicia, y logra así una de sus obras más inteligentes, compuesta con planos de geométrica concepción entre los que se cuelan las taras y malestares de nuestra sociedad.
Pero ‘Sparta’ estuvo inmersa en una innecesaria polémica. ‘Rimini’ se había proyectado en el festival de Berlín sin problemas. ‘Sparta’ había sido seleccionada en el de San Sebastián. Unas semanas antes, el pasado agosto, el diario sensacionalista alemán ‘Der Spiegel’ publicó una noticia relacionada con su rodaje. Al parecer, los padres de los niños que aparecen en la película, de entre 9 y 15 años, desconocían cual era la temática del filme. Creían que trataba de la historia de unos niños que aprenden judo. El rodaje se realizó entre 2018 y 2019 en un pueblo rumano. A Seidl se le acusó de explotar a los chavales y de no prepararlos suficientemente, ni a ellos ni a sus tutores, en relación con algunas de las escenas que iban a filmar. Vista la película, se me ocurre solo una dudosa, aquella en la que se duchan en el gimnasio y Ewald se mueve entre los niños completamente desnudo.Seidl y ‘Sparta’ fueron sentenciados. Ya pudo demostrar que él y sus productores habían cumplido todos los trámites indicados en estos casos. Se generó una de esas polémicas que a veces ayudan y en otros casos condenan la película al ostracismo. En San Sebastián pasó bastante bien. El director decidió en el último momento no viajar al festival. Envió una nota para la prensa el 17 de septiembre: “Mi impulso inicial fue ir a San Sebastián y no dejar sola la película en la que mi equipo y yo hemos trabajado durante tanto tiempo. Sin embargo, me he dado cuenta de que mi presencia en el estreno podría ensombrecer la recepción de la película. Ahora es el momento de que la película hable por si sola”.
El día después mandó otro comunicado para ser leído antes de la proyección, en el que explicaba que se encontraba en Rumania y había mostrado el filme a los niños y sus padres sin que hubiera pasado nada. Hoy se estrenan las dos películas en las salas. El espectador podrá juzgar el tacto, la inteligencia o la polémica –nunca la provocación– con las que Seidl se ha enfrentado a uno de los temas más espinosos de la conducta humana.