Crítica de ‘Matria’: retrato de la precariedad y la rabia

Hay algo muy complicado en lo que hacen Álvaro Gago (director y guionista) y María Vázquez (actriz) en ‘Matria’: dotar de una vitalidad arrolladora a un personaje femenino, Ramona, que tiene tantas cosas en su contra que debería haberse quedado hace tiempo sin fuerzas. Desde lugares distintos, ambos trazan un retrato complejo, frenético y contradictorio por humano de la protagonista, una mujer que trabaja (al inicio de la película) en una fábrica de conservas en la costa gallega y hace frente al mismo tiempo a la precariedad, la falta de afecto de su compañero y la sensación de no estar haciéndolo bien como madre. Pero, lejos de mostrar cómo esos frentes abiertos la derrotan o de explorar la heroicidad de la resistencia, director y actriz componen un personaje que no se conforma, que se queja, que pelea, que busca alternativas y, importante, que está enfadado porque tiene razones.

María Vázquez está inmensa en la piel de esa mujer siempre a punto de estallar, cuyo enfado, porque es humana, a veces se contradice con las decisiones que toma y que sólo baja la guardia cuando un desconocido le ofrece una manta para taparse (cuando, por primera vez en mucho tiempo, alguien cuida de ella y no al revés). Ella es el corazón absoluto de una película también muy interesante por cómo plantea el tema de las segundas oportunidades, se cuestiona la sensación de deuda con los lugares a los que pertenecemos y desmitifica y humaniza la figura de la madre coraje.