Cuando le preguntan a algún ministro o alto cargo socialista por la moción de censura de Vox, el primer nombre en aparecer es siempre el de Alberto Núñez Feijóo. El líder del PP no es diputado y ni siquiera asistirá a la iniciativa, que tendrá lugar el martes y miércoles en el Congreso, pero en la Moncloa quieren convertir este debate en un juicio a su figura: su dependencia de la extrema derecha, a la que los populares necesitan en casi todas partes para gobernar, su “falta de valentía” para votar en contra en lugar de abstenerse en la moción y su permanente ‘no’ a cualquier iniciativa del Gobierno, ya sea la subida del salario mínimo, la reforma de las pensiones o las ayudas para paliar las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania.
Jueves pasado, 12.30 de la mañana en la Moncloa. La portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, comparece tras el Consejo de Ministros. Le preguntan si otros miembros del Ejecutivo, más allá de Sánchez, intervendrán para replicar al candidato propuesto por Vox, el economista Ramón Tamames, que solo cuenta con el apoyo de los 52 escaños ultras. “Esta moción va a resultar muy interesante para contrastar modelos. Por ejemplo, nuestro modelo de pensiones frente al de la derecha y la extrema derecha. Para el señor Feijóo es muy sencillo rechazar las pensiones, pero muy difícil rechazar a la extrema derecha. Por eso se abstendrá, dándose la mano con ella. Eso es lo revelador y lo que interesa al Gobierno”, contesta. Ni una sola alusión a la respuesta a Tamames.
El aspirante de Vox no aparecerá en exceso durante el discurso de Sánchez. Los colaboradores del presidente explican que tratará a Tamames con el merecido “respeto”, pero que aprovechará la moción para centrarse en Santiago Abascal, que no “se atreve” a volver a presentarse como candidato, como sí hizo en octubre de 2020, y en Feijóo, quien tampoco “es capaz” de votar en contra, a diferencia de lo ocurrido hace dos años y medio con la primera moción de Vox, cuando los populares, con Pablo Casado al frente del partido, la rechazaron sin ponerse de perfil.
El componente insólito
La idea es retratar a la derecha y la extrema derecha como si fueran lo mismo, dejando a un lado a un Tamames del que los socialistas esperan cualquier cosa. Abocada al fracaso, casi todo en esta moción de censura tiene un componente insólito: pretende convocar elecciones generales en mayo (solo seis meses antes de cuando se acabarán celebrando) y su candidato es un economista de 89 años que fue dirigente del PCE y ha evolucionado hacia posiciones mucho más conservadoras, pero que no se siente constreñido por el discurso de la extrema derecha. Al contrario. Deja claras sus diferencias a la menor oportunidad, en continuas entrevistas en las que defiende posiciones que son anatema para Abascal (España como “nación de naciones”, la lucha contra el cambio climático o el aborto), revela que invitó a cenar a Sánchez (sin éxito) y asegura que no es “particularmente crítico” con el presidente. Siente por él “cierta estima”.
Para terminar de cerrar el círculo, su intervención inicial ya no supone ningún misterio, tras haber sido adelantada el miércoles por ‘El Diario’. El aspirante se muestra allí crítico con el líder socialista, al que acusa de estar convirtiendo España en una “autocracia absorbente”, y también recoge algunas de las ideas clave de la ultraderecha, como relacionar la criminalidad con la “inmigración descontrolada” y alertar de que la Constitución está en peligro por las “cesiones” al independentismo. Pero el discurso se aleja del tono tremendista de Vox. Poco tiene que ver con el que pronunció Abascal en su primer intento de desalojar a Sánchez. El líder de Vox convirtió aquello en una furiosa diatriba contra el mundo: el ecologismo, la UE, China, George Soros, la igualdad, la ciencia e incluso la vestimenta informal.
Este contraste entre la ultraderecha y su candidato también sirve al PSOE para atacar a Feijóo. “Tamames parece más libre e independiente de Vox que el propio PP”, dijo el viernes el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños.
Las expectativas
“Ojalá la moción no se acabara nunca”, señala un importante diputado socialista. “Nos vendría muy bien que Vox pudiera presentar una todos los meses”, añade un ministro. La cita en el Congreso llega en un momento delicado para el PSOE: por detrás del PP en todas las encuestas (salvo las del CIS) y con las relaciones con Podemos en horas muy bajas debido al choque por la ley del ‘solo sí es sí’. La moción, esperan en la dirección socialista, servirá para elevarse por encima del “ruido” interno, volver a cimentar la coalición y el bloque de investidura, resaltar los últimos logros del Ejecutivo (pensiones, salario mínimo, control de la inflación o crecimiento económico) y sobre todo para equiparar a Feijóo con Abascal y reactivar por el camino el voto de izquierda.
Tras el debate, llegará la crisis de Gobierno, que según lo anunciado por Sánchez se limitará a relevar a las ministras Reyes Maroto y Carolina Darias para que se vuelquen en sus candidaturas a los ayuntamientos de Madrid y Las Palmas de Gran Canaria. El presidente quiere llegar a Semana Santa con los deberes hechos y centrarse en las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo. A priori, el objetivo resulta factible. Pero el líder socialista también diseñó en diciembre un inicio de año tranquilo. Después llegaron los choques con los morados por la ley del ‘solo sí es sí’, el caso Mediador y la marcha de Ferrovial a Países Bajos.