El mal de las colegialas iranís: ¿envenenadas o estrés?

Un centenar de personas han sido arrestadas in Irán en relación con los síntomas de intoxicación manifestados desde noviembre por colegialas en todo el país. La televisión ha radiado entrevistas a los detenidos, en las que admiten la intención de alterar la vida escolar (unas declaraciones cuyo tono recuerda las confesiones forzadas habituales en la República Islámica, según Amnistía Internacional).

El régimen ha atribuido el fenómeno a “sustancias malolientes inofensivas” y lo ha explicado como “una conspiración del enemigo”. Sin embargo, los expertos desconfían de la opaca investigación iraní y exigen un análisis independiente de los casos.  

Colegialas y estudiantes universitarias son la punta de lanza de las protestas iniciadas en septiembre en Irán, después de la muerte de Mahsa Amini, una joven kurda arrestada supuestamente por llevar el velo mal puesto.

Cientos de casos

Las primeras noticias se remontan a noviembre de 2022, en la ciudad de Qom. Desde entonces, la prensa ha recogido cientos de casos en todo el país, según un recuento llevado a cabo por Mahmoud Azimaee, un estadístico que trabaja en Canadá. La enorme mayoría son niñas menores de edad.  Los síntomas incluyen cansancio, confusión, dolor de garganta, nausea y cefalea. En algunos casos, el malestar aparece después de percibir olores, que sin embargo varían desde el de mandarinas al de pescado podrido.

El régimen reconoció episodios en 52 escuelas y dijo que 28 personas estuvieron hospitalizadas durante más de dos días. Dos murieron, pero la versión oficial es que tenían enfermedades en curso. 

Irán no ha publicado datos oficiales y los médicos que han visitado a las estudiantes no han hecho declaraciones. Una fuente experta emplazada en Irán afirma que las primeras pruebas se llevaron a cabo con métodos que no permiten detectar sustancias tóxicas. Otros test más detallados se esperan para las próximas semanas.  

Alastair Hay, un experto en armas químicas de la Universidad de Bristol, pudo ver análisis de sangre atribuidos a estudiantes afectadas y no detectó “nada anormal”. Sin embargo, alerta de que “estos análisis rutinarios no permiten excluir el envenenamiento. Se necesitan un análisis toxicológico completo, llevado a cabo sobre un número representativos de casos”.

La variedad de olores no permite identificar un tóxico específico, escribió Dan Kaszeta, toxicólogo de la Royal United Services Institute (RUSI). También añadió que “esos síntomas son comunes a miles de sustancias distintas”. 

Un candidato plausible sería la cloramina, según Keith B. Ward, un químico de la George Mason University que asesoró a Human Rights Watch sobre el uso de armas químicas en Siria. La cloramina se produce fácilmente mezclando productos de limpieza comunes y causa algunos de los síntomas reportados (pero no otros). Ward excluye los agentes nerviosos y el gas mostaza porque causan otros síntomas.

¿Un estrés extremo?

Hay y Kaszeta afirman que no se puede excluir otra explicación: la enfermedad psicogénica de masa. Se trata de una ansiedad de grupo que surge en respuesta a la percepción de un peligro. “Hay casos previos donde el miedo al envenenamiento […] ha causado desmayos, nauseas e hiperventilación”, afirma John Drury, un psicólogo de la Universidad de Sussex, experto en comportamientos colectivos. El fenómeno, que se considera que afecta especialmente a las niñas, es una explicación posible de casos parecidos en Kosovo y Afganistán.

Según Kaszeta, el envenenamiento es un trauma de la sociedad Iraní desde la guerra con Irak, cuando el país sufrió el bombardeo con armas químicas. Durante las recientes protestas, el miedo a que el régimen usara venenos para reprimirlas fue extendido. Además, las chicas jóvenes son objeto de una dura represión, que incluye arrestos y muertes. 

“Sacar a colación la hipótesis de la enfermedad psicogénica de masa sin haber excluido antes unas causas físicas es peligroso y engañoso”, replica Orkideh Behrouzan, doctora y antropóloga médica de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, en Londres. “Hace falta una investigación independiente, con acceso a los datos sanitarios, que a menudo están bajo llave en Irán”, afirma.

Una investigación completa debería incluir entrevistas con las víctimas, análisis toxicológicos, estudios epidemiológicos y de las historias clínicas y muestreo del entorno de los incidentes, según los expertos consultados. Ward pide que los médicos puedan hablar libremente y Hay recomienda que se implique a las comunidades de las víctimas, para garantizar que haya confianza en los resultados. 

Irán podría pedir la ayuda de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPCW) pero no consta que lo haya hecho hasta ahora, según una fuente de la entidad. “Me temo que el régimen se limitará a llevar a algunas personas a la televisión nacional para que confiesen que trabajan para los enemigos”, constata Saeid Golkar, un politólogo de la Universidad de Tennessee. 

A la espera de que el régimen aporte pruebas de una conspiración, muchos expertos envían una alerta. “Estas agresiones no pueden ocurrir sin la aprobación del gobierno”, afirma Encieh Erfani, una física iraní que dimitió de su plaza en protesta contra la represión. “Parte de los servicios de seguridad de la República Islámica podrían haber llegado a la concusión de que hay que castigar a las estudiantes iranís”, afirma Golkar. “Hay quienes en el régimen sienten que las chicas no deberían recibir educación y es posible que quieran tomar las riendas del asunto”, concluye Ali Ansari, historiador de la Universidad de Saint Andrew. 

 

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