El virus SARS-CoV-2, causante de la pandemia de Covid-19 y de la mayor crisis sanitaria del último siglo a nivel mundial, llegó para quedarse hace poco más de tres años. Y el 15 de marzo de 2020, España entraba en el primer día de confinamiento domiciliario. Hace casi un año, la vigilancia sobre la pandemia se relajó en gran medida. En la actualidad, los mecanismos de protección se han retirado de forma casi completa. Treinta y seis meses después de su aparición, quedan pocos vestigios visibles del coronavirus, pero persisten numerosas incógnitas sobre sus repercusiones a corto, medio y largo plazo.
Seis expertos escrutan el futuro epidémico del virus y aventuran posibles derivadas de la Covid además de plantear hipotéticos riesgos para los próximos años. Son Ismael Huerta, exjefe de Vigilancia Epidemiológica de Asturias; Pedro Arcos, profesor de la Universidad de Oviedo y asesor de la Organización Mundial de la Salud en emergencias; Usama Bilal, profesor e investigador de la Drexel University (Filadelfia, EEUU); Daniel López Acuña, epidemiólogo y ex alto cargo de la OMS; Mauricio Telenti, especialista en microbiología; y Rodrigo Abad, médico de familia de un centro de salud.
De sus respuestas se desprende que algunas de las mayores incógnitas a las que nos enfrentamos son la factible aparición de nuevas variantes agresivas del SARS-CoV-2; la duración de la inmunidad otorgada por las vacunas, con la consiguiente posible necesidad de aplicarlas de manera periódica; la evolución de los complicados y numerosos casos de Covid persistente; y la llegada de nuevas pandemias, que podrían ser la de la gripe aviar, las derivadas de los mosquitos o las vinculadas al cambio climático.
¿Qué sucederá con el Covid-19 a corto y medio plazo?
USAMA BILAL: “Es difícil de saber. Puede convertirse en otro más de esos virus que cada invierno nos complican la vida y saturan el sistema sanitario, o bien podemos encontrarnos con una situación de oleadas, esperemos, cada vez más leves”.
ISMAEL HUERTA: “La situación en España es de baja intensidad y poca sobrecarga de los sistemas sanitarios. Sabemos que la inmunidad tras la vacunación, e incluso tras la infección, va siendo menor según va pasando el tiempo. Por eso, uno de los posibles escenarios que se plantea es un cierto repunte de casos (y de casos graves) para el próximo otoño, más por la pérdida de inmunidad con el tiempo que por una cuestión estacional”.
PEDRO ARCOS: “Tanto a corto como a medio plazo, dependerá en gran medida de las características de las nuevas variantes del virus que aparezcan. Últimamente no se ha descubierto ninguna mutación novedosa y la tendencia general es a ser menos grave. Por tanto, en aquellos países que cuentan con coberturas vacunales altas, al menos a corto plazo, no hay riesgo de impactos importantes sobre la salud pública”.
RODRIGO ABAD: “Es muy probable que el virus, a medida que haya mayor transmisión y mayor inmunidad colectiva, disminuya su morbilidad y mortalidad, pero, de vez en cuando, habrá brotes u olas en los que la gente con riesgo enferme y muera. Creo que no va a desaparecer; ha venido para quedarse”.
DANIEL LÓPEZ: “No estamos ante el fin de la pandemia. El virus no ha desaparecido y continúa teniendo una presencia y un impacto a los que no prestamos suficiente atención. Tenemos casi 20 millones de personas sin un nivel óptimo de protección inmunitaria a través de la vacuna. No podemos descartar que puedan surgir nuevas variantes amenazantes más virulentas y que escapen a la eficacia vacunal”.
MAURICIO TELENTI: “El virus está integrándose con el ser humano, aunque algo más agresivo que los coronavirus previos (excepto los que causaron las dos epidemias anteriores) y con la diferencia de la no estacionalidad. Es de esperar que poco a poco pase a ser estacional o simplemente desaparezca”.
¿Qué incógnitas siguen activas?
I. H.: “La principal incógnita es si el virus ha llegado a un cierto límite en su capacidad de cambio, porque ya son muchos meses de circulación, y solo aparecen subvariantes de ómicron, incluso con reaparición de mutaciones ya conocidas. Hay que tener en cuenta que las proteínas del virus tienen que mantener una estructura que permita la capacidad de infectar las células, y eso limita la cantidad de cambios que pueden llegar a tener”.
M. T.: “Las dudas son si seguirá perdiendo patogenicidad (en parte por la capacidad de los seres humanos de un mejor recibimiento y capacidad de defensa), la pérdida de estacionalidad e incluso su desaparición a medio o largo plazo”.
P. A.: “La principal incógnita es qué ocurrirá con la subvariante ómicron XBB.1.5, que se ha extendido rápidamente en muchos países y es más transmisible por sus mutaciones en la espícula del virus que le permiten unirse más estrechamente al receptor celular ACE-2 y evadir mejor la inmunidad, aunque por el momento no hay ninguna evidencia de que cause una enfermedad más grave”.
U. B.: “Las incógnitas vienen de que no hemos tenido tiempo para comprobar cómo va a comportarse este virus. Siempre puede haber mutaciones, como ómicron, que cambien ciertas cosas que causen nuevas oleadas (por ejemplo, que escapen a nuestra inmunidad). Otra incógnita es cuánto durará la inmunidad, tanto de la vacuna como de la infección”.
R. A.: “Lo normal sería que, cuanto más se transmita el coronavirus, la enfermedad fuera más benigna. Pero, debido a su frecuente mutación, podría suceder también que apareciera una variante más letal o que escapara a la inmunidad que tenemos actualmente con las vacunas y las infecciones previas”.
D. L.: “Son muchas las incógnitas que seguimos teniendo: ¿cómo se produjo el salto de especies animales a humanas? ¿Por qué no produce una inmunidad duradera? ¿Hasta dónde llega la capacidad de mutación del virus? ¿Cuál es el espectro de alteraciones que genera, especialmente con relación al Covid persistente?”.
¿Existe preocupación desde el punto de vista clínico?
R. A.: “Al menos un 10-20% de los pacientes que lo padecieron en las olas iniciales pudieron o pueden padecer una serie de secuelas a largo plazo. Se conoce como Covid persistente. La mayoría son síntomas difusos sin posibilidad de pruebas diagnósticas de imagen, analíticas o funcionales concluyentes, lo que aumenta la dificultad de objetivar y documentar el diagnóstico. El impacto, por su limitación funcional de semanas o meses, a nivel laboral, económico, social y sanitario es elevadísimo. Y supone una auténtica pesadilla para muchas familias”.
M. T.: “Lo más importante es el síndrome posCovid, así como el modo de proceder con la vacunación, dado que aquí es crítico el balance riesgo-beneficio”.
I. H.: “El manejo de los casos agudos ya está bien establecido y hay medicaciones con buenos resultados, aunque en personas muy frágiles el riesgo de complicaciones es muy alto. Sigue habiendo bastante incertidumbre con respecto a qué es de verdad el covid persistente y cuáles son sus causas, ya que los síntomas son muy variopintos y afectan a diferentes partes del organismo”.
P. A.: “Conocemos muy bien el cuadro clínico y el tratamiento adecuado para los casos agudos de Covid, pero no sabemos aún cuál será la evolución futura de los casos que muestran signos crónicos y persistentes. Para saberlo necesitaremos seguir cohortes numerosas de pacientes de este tipo durante algunos años. Podemos decir que conocemos bien la enfermedad aguda, pero no la crónica”.
D. L.: “Sí, definitivamente hemos subestimado el covid persistente y no le estamos prestando la atención debida. En España hay más de un millón de personas afectadas por esta modalidad de reacción crónica a la infección. Por eso, no debemos banalizar la infección ni considerarla una gripe simple”.
U. B.: “Sí, especialmente porque aún sabemos muy poco de ello. Es difícil diferenciar los efectos de una enfermedad de los efectos del contexto en el que surge la enfermedad. Los tres años de pandemia han pasado factura a mucha gente, más allá de si tuvieron Covid o no, y eso es importante considerarlo”.
¿Qué sucederá en el futuro con la vacunación?
P. A.: “Lo ideal sería desarrollar una vacuna de tipo más genérico frente a coronavirus basada en usar proteínas no solo de la espícula del virus. Pero, mientras no la tengamos, habrá que seguir modificando las que hay para adaptarlas a las variantes que circulan. Un poco como hacemos con las vacunas frente a la gripe. Por otro lado, lo probable será que haya que vacunar cada cierto tiempo a los grupos de población con mayor riesgo, también como hacemos con la gripe”.
U. B.: “Parte de las incógnitas es esta: cuánto dura la inmunidad vacunal. No estamos ante un virus que mute como el de la gripe (que requiere de vacunas anuales al cambiar mucho más el virus), pero si la duración de la inmunidad es breve, posiblemente necesitemos también refuerzos, especialmente aquellas personas más vulnerables”.
R. A.: “Sabemos que es necesario cada determinado tiempo poner dosis de recuerdo vacunal, especialmente a la población de riesgo o más vulnerable (entre otros, ancianos e inmunocomprometidos). Es cierto que, en alguna ocasión, no son inocuas, pero si ponemos en una balanza el riesgo y el beneficio, son claramente beneficiosas, ya que salvan muchas vidas y disminuyen muchos ingresos hospitalarios. Si el virus se convirtiera en estacional, creo que se seguiría el ejemplo de la vacunación antigripal una vez al año”.
D. L.: “Gracias a la vacunación ha habido una menor severidad de casos y una menor letalidad y, por consiguiente, un menor número de defunciones también. Pero aún sigue habiendo hospitalizaciones y muertes en una magnitud nada despreciable, aun cuando políticos, autoridades sanitarias y propios medios no hablen de ello. Me preocupa que no se haya internalizado la noción de que tendremos que vacunarnos anualmente con formulaciones actualizadas de la vacuna que den respuesta a las nuevas variantes del virus”.
M. T.: “Difícil pregunta. Pienso que estamos al final de la vacunación para la gente que ya ha recibido tres o cuatro dosis”.
I. H.: “Sabemos que la inmunidad va disminuyendo con el tiempo, especialmente en personas mayores, y que se espera que el virus siga circulando durante todo el año. Esto hace muy probable que se necesite volver a reforzar la inmunidad con nuevas dosis de vacuna al cabo de un tiempo. El escenario que se contempla, y que ya han establecido en algunos países, como EEUU o Reino Unido, es hacer un seguimiento de los virus que van circulando, valorar si es necesario adaptar la composición de las vacunas a esos virus y hacer una nueva campaña de vacunación para el próximo otoño, dirigida especialmente a los mayores y a las personas de más riesgo. No es tanto una vacunación estacional como por tiempo desde la anterior dosis. Pero parece probable que la doble campaña frente a gripe y Covid-19 que se ha hecho estos dos últimos años vuelva a repetirse”.