¿Qué son las benzodiacepinas y cuáles son sus riesgos?

El peligro de las benzodiacepinas, que son una especie de sedante que suele prescribirse para trastornos de ansiedad o para combatir el insomnio, vuelve a los titulares después de que esta semana la Sociedad Española de Patología Dual (SEDP), dependiente del Ministerio de Sanidad, difundiera una nota en la que se especificaba que España es el país del mundo con un mayor consumo de esta sustancia.

Concretamente, 110 dosis diarias por cada millar de habitantes, una cifra hasta 2.750 veces superior a la de Alemania. El mismo informe alertaba de que el 9,7 % de la población española había consumido este tipo de sedantes con o sin receta en los últimos 30 días, mientras que el 7,2 % de la población reconoce consumir a diario estos fármacos.

España es el país con mayor tasa de consumo por habitante del mundo

Y es que ya en 2021, los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) advertían que el 14% de las muertes por sobredosis relacionadas con opioides incluían benzodiacepinas, que consiguen un efecto sedante al elevar el nivel de un tipo de neurotransmisor inhibitorio en el cerebro.

La incidencia de este medicamento, unido a los estragos provocados por otros opioides, pusieron en alerta a las autoridades sanitarias estadounidenses hace unos años, que recomendaron en su guía práctica para la prescripción de tratamientos contra el dolor instar a los médicos a elevar la precaución a la hora de recetar estos medicamentos de uso común. 

¿Qué son las benzodiacepinas?

Las benzodiacepinas son medicamentos llamados psicotrópicos y sintéticos que se usan en medicina para tratar problemas como el trastorno de ansiedad, el estrés o el insomnio. Su fórmula química es C15H12N2O, y su denominación generalmente acaba en las terminaciones -am o -an (triazolam, oxazolam, midazolam) y -pam/-pan (diazepam, lorazepam, lormetazepam). Se trata de agentes depresores del sistema nervioso que actúan de una forma más selectiva que otros fármacos barbitúricos. 

En particular, realizan su función sobre el sistema límbico, involucrado, entre otras funciones, en el control de las emociones y estados de conducta. En otras palabras, actúan como depresores del sistema nervioso central, dando una sensación de tranquilidad similar al de algunas drogas. Por ello solo deben ser prescritas por un profesional de la medicina. 

¿CUÁLES SON SUS POSIBLES EFECTOS SECUNDARIOS?

Igual que sucede con muchos medicamentos ansiolíticos, las benzodiacepinas pueden tener efectos secundarios relevantes, entre los que destacan:

Somnolencia, especialmente en los primeros días de tratamiento.Debilidad, aturdimiento, pérdida de orientación.Lentitud del habla, náuseas, dolores de cabeza o dificultades de memoria.

Por este motivo, los profesionales de la salud siempre recomiendan comunicar cualquier efecto adverso y deben estar alerta ante un posible caso de consumo excesivo, ya que está documentado que la sobredosis de estos fármacos pueden ser fatales, con signos que van desde la respiración poco profunda, pulso débil e incluso coma. 

Peligro de dependencia

Como apunta la guía para profesionales de la salud del Ministerio de Sanidad, debido a que las  benzodiacepinas se recetan habitualmente para reducir los niveles de ansiedad, ocurre con frecuencia que se consumen durante mucho más tiempo de lo que el tratamiento con estos fármacos aconseja.

Además, en muchas ocasiones son usadas para ‘contrarrestar’ los efectos de otras drogas, como la cocaína o las anfetaminas, un comportamiento que puede alargarse en el tiempo hasta dar lugar a posibles adicciones. Cuando una persona deja de sentir efectos adversos de dependencia después de consumir, probablemente es porque padece una adicción a estas sustancias.

“Las benzodiacepinas son la forma más rápida y barata para tratar la ansiedad y el insomnio”, alertan desde Sanidad. “Aunque no siempre lo más barato es lo mejor”. Las autoridades sanitarias advierten que los tratamientos con este medicamento “no siempre debería de ser la primera elección, sino más bien una alternativa”, sentencia el texto. 

MEDICALIZACIÓN DE LA VIDA

“Vivimos en una sociedad competitiva y estresante en la que debemos sostener rutinas que exigen mantenerse al límite del rendimiento sin angustia y sin claudicaciones. En este contexto, a muchos les cuesta enfrentarse a los problemas cotidianos y recurren a la química para desconectar, mitigar la ansiedad o para dormir. Al fin y al cabo, para evadirse de una realidad cotidiana agobiante”, manifiesta la doctora Mónica Florido, psiquiatra de la Unidad de Salud Mental Canalejas de Las Palmas de Gran Canaria, durante su ponencia Prescripción de Benzodiacepinas y responsabilidad médica, organizadas por la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD), el Servicio Canario de Salud y el Gobierno de Canarias, en la que coincidieron más de un centenar de psiquiatras, psicólogos y profesionales sanitarios vinculados al ámbito de la salud mental.

Según Florido, esta “medicalización de la vida” ha provocado que muchas circunstancias que no son patológicas, sino situaciones vitales o de la vida cotidiana que son etiquetadas erróneamente como trastornos de ansiedad o insomnio, acaben siendo tratadas con psicofármacos “en vez de recurrir a una intervención no farmacológica como la educación sanitaria o alguna intervención psicológica, lo que supone una práctica errónea y con potencial iatrogénico”.

 

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