El erizo común más longevo del mundo vivió ocho veces más de lo habitual. En concreto, el pequeño mamífero vivió en Dinamarca al menos 16 años, una edad muy poco habitual ya que estos animales solo suelen vivir, de media, dos años.
Pese a sus púas y a su carácter miedoso, su forma rechoncha y su cara entrañable los erizos (Erinaceus europaeus) se han ganado la devoción de los humanos. Pese a ello, las poblaciones de esta especie siguen disminuyendo de forma drástica.
Según un reciente estudio de la Sociedad Británica para la Conservación del Erizo, en el Reino Unido las poblaciones urbanas de este animal han disminuido un 30% y las rurales hasta un 50% desde principios de siglo.
De la necesidad de conocer el estado de los erizos nació el ‘Danish Hedgehog Project’ (proyecto erizo danés). Un estudio de ciencia ciudadana en el que se pidió a la población recoger los erizos que hallaran muertos para ser evaluados posteriormente en laboratorio.
La investigación trataba de conocer su edad y las causas de su muerte. La edad de los erizos muertos se obtuvo contando las líneas de crecimiento de las mandíbulas, un método que se asemeja a contar los anillos de crecimiento en los árboles.
Los huesos de la mandíbula del erizo muestran líneas de crecimiento porque su metabolismo se ralentiza cuando hibernan, lo que disminuye de manera abrupta sus niveles de calcio. Esto hace que el crecimiento óseo se reduzca notablemente o incluso se detenga por completo. Como resultado, se producen esas líneas de crecimiento con las que se puede contabilizar las veces que el animal ha hibernado y, por tanto, su edad.
Los mayores enemigos, los coches
Gracias a la ayuda de más de 400 voluntarios se pudieron recolectar 697 erizos muertos en toda Dinamarca, divididos prácticamente a la mitad entre áreas urbanas y rurales.
Los resultados, publicados en la revista ‘Animals’, han determinado que los mayores enemigos de estos animales son los coches. Más de la mitad (56%) de los erizos habían muerto al cruzar las carreteras. El 22% lo hizo en la camilla de un veterinario (por ejemplo, después de ataque de un perro) y el 22% murió por causas naturales.
A pesar de encontrar varios individuos longevos, de 16, 13 y 11 años, los investigadores comprobaron que la esperanza media de vida de los erizos es de solo dos años. Casi un tercio de los ejemplares estudiados (30%) murió sin haber cumplido el año.
“Aunque vimos una alta proporción de individuos que morían con tan solo un año, nuestros datos también son esperanzadores, pues si los individuos sobrevivían a esta primera etapa de la vida, podrían vivir potencialmente hasta los 16 años y reproducirse durante varios años”, resalta Sophie Lund Rasmussen, investigadora de la la Universidad de Oxford y coordinadora del proyecto.
Esto se puede deber a que los erizos adquieren más experiencia sobre la vida –y sobre los lugares seguros que frecuentar– a medida que envejecen. “Si logran sobrevivir para llegar a la edad de dos años o más, probablemente es porque habrán aprendido a evitar peligros como los coches y los depredadores”, insiste Lund.
Los machos viven más que las hembras
La investigadora también corroboró que los erizos macho viven más que las hembras (2,1 frente a 1,6 años, o un 24% más), una característica poco común en los mamíferos.
“Probablemente se deba, simplemente, a que es más fácil nacer como erizo macho”, señala Lund. Al fin y al cabo, los erizos no son territoriales, lo que significa que los machos rara vez pelean, mientras que las hembras se ven obligadas a criar sin ayuda a sus crías.
No obstante, también son los machos los más proclives a morir en un accidente de tráfico. Esta circunstancia, según el estudio, puede tener relación con que los machos se mueven por áreas más grandes, por lo que tienen más posibilidades de que su territorio abarque también una carretera.
Los atropellos se disparan en julio, lo que coincide con la época de apareamiento. “Suelen caminar largas distancias y cruzan más caminos para encontrar una pareja”, relata la investigadora.
Los investigadores también tomaron muestras de sus tejidos para comprobar el grado de consanguinidad de los erizos, dado que existía la posibilidad de que fuera un factor de transmisión de enfermedades potencialmente mortales de generación en generación.
Se comprobó, que efectivamente, los erizos eran altamente endogámicos, pero eso no supuso ningún cambio en su esperanza de vida. “Suele suceder, al ser una especie en declive, cada vez es más difícil seleccionar parejas adecuadas”, resalta Lund.
“Es un descubrimiento bastante revolucionario y una noticia muy positiva desde el punto de vista de la conservación”, afirma la investigadora.
Informe de referencia: https://www.mdpi.com/2076-2615/13/4/626
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