En septiembre de 2017 la nave Cassini penetró en la atmósfera de Saturno con sus propulsores funcionando a pleno rendimiento para mantener la estabilidad de la nave. Pero antes envió a la Tierra unas últimas y valiosas observaciones que aportarán indicios sobre la formación y evolución del planeta gaseoso y sobre los procesos que ocurren en su atmósfera. El apoteósico Gran Final de la misión espacial Cassini-Huygens culminó a las 13:55 (hora peninsular española), cuando la nave se desintegró enviando sus últimas imágenes al la central de la NASA en Canberra, en Australia.
“El descubrimiento de mundos oceánicos por parte de Cassini en Titán y Encélado lo cambió todo, alterando nuestras ideas más profundas y mostrándonos lugares sorprendentes para buscar vida potencial más allá de la Tierra” -declaró en su momento Thomas Zurbuchen, del Directorio de Misiones Científicas de la NASA-. Aquellos últimos momentos supusieron “una despedida agridulce, pero también afectuosa a una misión que deja atrás una increíble riqueza de descubrimientos que han cambiado nuestra visión de Saturno y de nuestro Sistema Solar, y que continuará configurando futuras misiones e investigaciones”, según palabras de Michael Watkins, el director del Observatorio de Propulsión a Chorro de la agencia espacial estadounidense, en Pasadena, California. En cualquier caso, sus imágenes nos dejaron un recuerdo imborrable en la retina.