El color de pelo, entre rubio y rojizo, la piel pálida, y la cara inundada de pecas, llaman la atención de cualquiera, pues transmiten una mezcla de curiosidad y exotismo: únicamente 1 de cada 100 personas tienen estas características. Esta singularidad lleva a pensar que esos nacimientos son cada vez más raros y que llegará un momento en el que desaparezcan por completo. Pero, a pesar de esta creencia, ese no será su destino. Al menos, así lo ha confirmado la ciencia.
Estas llamativas características vienen determinadas por la alteración en el receptor MC1R. Este ‘sensor humano’ regula la producción de dos tipos melanina: la eumelanina y la felomenamina. La fabricación de la primera aporta al cabello, piel y ojos tonos más oscuros, mientras que la segunda da un color más rubio y anaranjado.
En el caso de las personas pelirrojas, una mutación en este receptor provoca la producción de la segunda únicamente, lo que elimina de su aspecto todo tipo de coloración oscura.
Darwin y los pelirrojos
Y todo esto parece derivar de la selección natural. En periodos de migración, gran cantidad de individuos se movieron de zonas del sur, soleadas, a otras más norteñas, con ambientes más oscuros y menos horas de luz al día. Como las pieles más claras permiten además una mayor absorción de vitamina D, eran estos individuos los que se mantenían más sanos y con más posibilidades de supervivencia.
Pero a pesar de que su descendencia prevaleció, el número de personas pelirrojas no es muy alto. Esto es debido a que el gen que determina esas características es recesivo, es decir, no se externaliza a no ser que se presenten dos copias del gen, lo cual no es fácil. Y es que, en el hipotético caso de que dos progenitores sean portadores, pero solo uno presente características de pelo rojizo y piel pálida, sólo habría un 50% de probabilidades de que su hijo sea pelirrojo
El futuro de los pelirrojos
No obstante, su rareza no implica su desaparición.
Y es que, al encontrarnos ante una característica de origen genético, la única posibilidad de extinción sería que el gen no se transmitiese entre generaciones. Es decir, que las personas portadoras se dejasen de reproducir, lo cual es altamente improbable por no tacharlo directamente de “absurdo”.
Por lo tanto, cabe pensar que la diversidad de colores que representan a la sociedad humana no tendrá punto final. Tan solo queda que el mundo se siga fascinando por los peculiares cabellos rojizos y pieles poco bronceadas inundadas de pecas durante muchos años más.