El punto de partida que el politólogo Lluís Orriols utiliza en su último libro, ‘Democracia de trincheras’ (Península), sobre el comportamiento de los ciudadanos en las democracias occidentales es fácil de entender. Por un lado estarían los “votantes racionales”, los que están dispuestos a cambiar de partido político si el que tradicionalmente ha avalado con su papeleta lo ha hecho mal. Por otro, los “votantes identitarios”, que, incluso cuando reconocen que su partido no ha cumplido sus expectativas, siguen apoyándolo. El autor, vicedecano de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III y tertuliano habitual en varios medios, sostiene que una sociedad sana contiene votantes de los dos tipos. Pero también, y esa es la tesis principal del libro, que en los últimos años el equilibrio se está rompiendo, y “las trincheras están aumentando de una forma importante”, y “preocupante”.
“Mi sensación es que se han cavado más las trincheras y cada vez hay más gente que ve el mundo con su sesgo. La polarización ha crecido y el ecosistema está en desequilibrio”, explica Orriols. El politólogo encuentra, al principio del libro, un ejemplo fácilmente inteligible para cada tipo de votante. Usa una conversación entre Jorge Javier Vázquez y Belén Esteban, que tuvo lugar en 2010, en la que el primero dice que vota socialista y lo va a seguir haciendo, aunque -en lo más crudo de la recesión- admite dudas con José Luis Rodríguez Zapatero. La segunda contesta que ella a veces vota al PSOE y otras al PP. “Y esta vez voy a votar… al PP. Porque hasta ahora Zapatero lo único que ha hecho por mi familia es dejar a dos en paro y bajarle a mi madre la pensión. Entonces voy a ver si con el próximo se cambia”, añade.
Héroes y brújulas
Aunque los votantes como Belén Esteban -a quienes también se describe en ocasiones como “ambivalentes”, por su capacidad de “ver el mundo de forma menos sesgada”– pueden aparecer como “héroes de la democracia”, el libro destaca la importancia de que también existan, aunque no con la proliferación actual, votantes que se identifiquen profundamente con las formaciones políticas. “El partidismo ofrece a los ciudadanos una guía para poder formarse opiniones acerca de cuestiones políticas complejas. Los partidos son brújulas que ubican a sus simpatizantes, orientándolos sobre qué deben opinar o cómo deben actuar cuando no disponen de suficiente información”, se lee por ejemplo en un pasaje.
Pero también advierte de los peligros de esa identificación excesiva: la incapacidad de ver los errores de tu partido, la nula voluntad de desprenderse de las “gafas ideológicas” para observar la realidad o la percepción de que la verdad siempre está de parte de nuestra opción política preferida.
En este sentido, Orriols está de acuerdo con la idea de que los medios de comunicación generalistas en España, más que en otros países, tienden a parecerse a los periódicos deportivos, que están claramente inclinados a simpatizar con un equipo y a criticar a su rival. Más que informarse, los electores estarían buscando “no exponerse a mensajes que no les den la razón” para no llevarse disgustos.
La pretensión del autor es explicar por qué votamos lo que votamos desde una perspectiva diferente a la que normalmente abordan este tipo de libros: en vez de poner el foco en las estrategias de los partidos para captar o mantener a sus simpatizantes, lo pone en los ciudadanos, en cómo construyen sus afinidades, cómo se informan y cómo toman las decisiones.
El voto del miedo en las generales
Lo hace partiendo siempre de casos prácticos. Por ejemplo, cuando habla del “voto del miedo”, el que se ejerce más para que no gobierne un partido que para que gobierne otro. En opinión de Orriols, esa estratagema para intentar que un ciudadano escoja una papeleta en concreto ha sido hasta ahora patrimonio de la izquierda. Pero cree que eso está cambiando, y que va a poder comprobarse en las elecciones generales previstas para final de este año: “No me caben muchas dudas de que el voto por el rechazo al rival ya está en los dos lados, y creo que será importante en las próximas elecciones. La animadversión que generan Vox o Podemos va a ser un elemento importante en la votación, pero pasa una cosa: ya está descontada. La gente ya tiene muy claro que las opciones son dos: o gana la izquierda más los nacionalistas o gana el PP con Vox”.
Una advertencia a PSOE y PP: “El suelo es el 0%, no hay gente genéticamente preparada para votar solo a un partido”
En conversación con este diario, el autor lanza dos últimas advertencias, una a los partidos de nuevo cuño que vienen a disputar el espacio a PSOE y PP y otra a los tradicionales. A los primeros les dice que, pese a que es posible construir con rapidez un “sentimiento de identidad” de los votantes hacia una formación, también “hay indicios de que es más fácil que esas gafas partidistas se las quiten con las nuevas opciones políticas que con las viejas, porque “la lealtad a largo plazo se asienta con el tiempo”. El caso de Ciudadanos es palmario. El segundo aviso, a socialistas y populares, es que, en política, siempre se puede seguir cayendo: “El suelo es el 0%, no hay votantes genéticamente preparados para solo votar a un partido, y todos tienen umbrales de tolerancia”.