Imponentes y majestuosas, las Aiguilles de Chamonix se erigen hasta más de los 3.000 metros de altitud para dominar las alturas de los Alpes franceses. Su nombre (“agujas”, en francés) no podría ser más acertado, pues estas cumbres alpinas llevan siglos erigiéndose como unos iconos populares tan afilados como inalcanzables para la gran mayoría de los entusiastas que se acercan a las faldas del Mont Blanc.
Era precisamente el difícil acceso a uno de los rincones más impresionantes del planeta lo que generó, a principios del siglo XX, la idea de “acercar” las Aiguilles a los miles de aficionados al montañismo que se comenzaban a visitar con regularidad el valle de Chamonix.
Esta pequeña comuna localizada en el departamento francés de la Alta Saboya comenzaba a adquirir una gran fama gracias a su ubicación privilegiada para llevar a cabo deportes de montaña. Su ubicación, fronteriza con el valle de Aosta en Italia y con la ciudad suiza de Ginebra, comenzaba a atraer a numerosos visitantes con regularidad, por lo que se ideó un proyecto que conectara el pequeño pueblo de Chamonix con las imponentes montañas que lo flanquean.
Los primeros pasos del proyecto
Con la ayuda de numerosos ingenieros, los primeros planes para unir el valle con algunas de las cumbres más altas de los Alpes arrancaron alrededor del año 1910. El 2 de junio de aquel año se firmó un acuerdo entre el municipio de Chamonix y la nueva compañía que operaría el funicular vigente durante 65 años en la aldea de Pélerins.
A pesar de la mentalidad emprendedora de la época, los primeros entusiastas en tratar de hacer realidad la idea no fueron conscientes de las limitaciones técnicas y tecnológicas a las que se enfrentaban. No era el primer teleférico que se construía en los Alpes, pues el de Mer de Glace era anterior, pero sí el más ambicioso.
Esta tecnología se encontraba todavía en una fase tan embrionaria que los primeros interesados en unir Chamonix con el Mont Blanc, entre los que se encontraban el suizo Marc Eugster o los franceses Léon Estiban y Emile Dollot, comprendieron que las dificultades a las que se enfrentaban eran insalvables. Ante su idea de convertir a Chamonix en un destino turístico durante todo el año surgió un obstáculo imposible de superar: el terreno era demasiado empinado como para trasladar toda la maquinariahasta casi 4.000 metros de altitud.
los primeros entusiastas en tratar de hacer realidad la idea no fueron conscientes de las limitaciones técnicas y tecnológicas a las que se enfrentaban
Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, Marc Eugster, el principal socio, se arruinó y se formó la Societé Française des Chemins de Fer de Montagne en 1922 con la idea de que el funicular finalmente viese la luz.
Para tratar de sortear los obstáculos de la escarpada geografía, el proyecto se dividió en varias partes: por un lado, la celebración de los primeros Juegos Olímpicos de Invierno en 1924 aceleró la construcción de La Para, la primera fase del proyecto, ubicada a 1.685 metros sobre el nivel del mar.
La segunda parte del proyecto llegó hasta la Gare des Glaciers, a 2.414 metros de altitud, convirtiéndose en el teleférico ubicado a mayor altitud del planeta durante la época. Sin embargo, las siguientes fases del proyecto quedaron paralizadas con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
El intento definitivo: la construcción del teleférico al Aiguille du Midi
No sería hasta 1950 cuando, tras más de 40 años de intentos y dificultades económicas, se propuso un proyecto que uniera el pueblo de Chamonix con el Aiguille du Midi con una parada intermedia en Plan de l´Aiguille. A diferencia de los intentos anteriores, este segundo proyecto contaba con una tecnología mucho más avanzada y requería de un nuevo enfoque: para llegar a la cima, era necesario trazar la ruta del funicular por la cara este de la cumbre en vez de la oeste.
Fue un año después, en 1951, cuando arrancó la construcción más ambiciosa de Chamonix hasta la fecha: llegar hasta la cumbre del Aiguille du Midi mediante la construcción de una estación intermedia en Plan de l´Aiguille, a 2.310 metros de altitud. Con este nuevo enfoque, tan solo bastaron 4 años para poner en funcionamiento el que sería el antecesor del teleférico que hoy en día conecta Chamonix con la cima del Aiguille du Midi.
Los tiempos han cambiado y, con ellos, la seguridad del teleférico, sus cabinas y cables, pero la ruta sigue siendo la misma que a mediados del siglo XX, cuando unos entusiastas trataron de unir Chamonix con las cimas alpinas. Desde entonces, el Aiguille du Midi se ha convertido en uno de los lugares de alta montaña más emblemáticos e impresionantes del planeta, convirtiéndose en un símbolo de Chamonix a más de 3.800 metros de altitud.