La guerra en la que nadie gana

El Barça y LaLiga transitan desde hace un tiempo por el filo de una navaja muy fina y peligrosa. Su guerra abierta entró esta semana en una dimensión desconocida tras conseguir el Barça que el Juzgado numero 12 de lo Mercantil obligara de manera cautelar a la entidad que preside Javier Tebas a inscribir el nuevo contrato de Gavi.

Lo que parece una victoria del Barça es en realidad el inicio de un camino temerario, que se sabe como empieza pero no como acaba: la patronal anunció que recurrirá la medida cautelar, que además está pendiente de la demanda del Barça, que deberá interponerla en los próximos días. El fondo de este enredo es que el club blaugrana no tiene margen para aumentar la masa salarial hasta que no reduzca su deuda, que el curso que viene empezará con la friolera de 222 millones negativos. El Barça, viendo que no podrá cumplir los criterios de LaLiga, se siente víctima de un criterio inflexible y muy rígido y ha optado por el camino del medio, que es el de litigar.

La situación es tan surrealista que parece inverosímil: la patronal y uno de sus clubes estrella se despedazan en los juzgados en lugar de ayudarse a proteger sus intereses. En realidad, la batalla no es por la masa salarial, por mucho que el protagonista sea ahora el sueldo de Gavi, sino por el poder y los ingresos, como demuestra la otra guerra por la Superliga, otra batalla estéril en la que el Barça y el Madrid, con los clubes de los Premier y la Ligue 1 desmarcados para siempre, ya saben que es simplemente una herramienta de negociación más que ningún campeonato mínimamente creíble. Lo que hay que empezar a preguntarse es quien gana, si es que gana nadie, en esta guerra tan incruenta como autodestructiva, en la que sobra testosterona y falta inteligencia.

Mientras los dos bandos se van retando a ver quien la tiene más larga, el Barça puede ver como Gavi queda libre en junio si recibe el castigo de una sentencia desfavorable, y LaLiga, ahogando al Barça, puede encontrarse con un campeonato cada día menos competitivo y menos atractivo, es decir, con menos ingresos. Un Barça débil implica una Liga débil, y viceversa. El club blaugrana debe bajar urgentemente su masa salarial, estabilizar su precaria economía y empezar a olvidarse de fichar, y laLiga debe dejar de dispararse a su propio pie. Si siguen alargando esta guerra mucho más, quizás no podrán contarlo ninguno de los dos, como en la famosa escena del bar de ‘Malditos bastardos’ en la que todos sacan la pistola pero nadie sobrevive.

 

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