Móviles y niños: en busca del equilibrio perfecto

El informe realizado por el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (2022) destaca que siete de cada diez menores tienen teléfono móvil. Dicho estudio revela, además, que el uso de este dispositivo se extiende con la edad, pero que el 22% de los menores de 10 años disponen de uno, cifra que se eleva hasta el 96% entre los mayores de 15. En este contexto, el debate está servido entre los que ven en su uso un beneficio o ventaja, y lo consideran una herramienta útil, y los que ven en él un potencial peligro si sus usuarios no están preparados o son suficientemente maduros para utilizarlo con responsabilidad.

Así, surgen voces como la del vigués Rubén Iglesias, de 16 años, que envió una profunda reflexión sobre el tema a la sección de Cartas al Director de Faro de Vigo, mostrando su preocupación al respecto. “Cada vez son más los dispositivos que invaden las manos de las personas y se implementan en todos los ámbitos de nuestro día a día, pero hay que saber dónde están los límites y cuándo se pierde el control”, subraya en su misiva. Iglesias sugiere la necesidad de medidas “eficaces y a corto plazo” para subsanar o atajar un “problema tan grave como es esta adicción cada vez mayor entre adolescentes”.

“Ni mucho menos propongo eliminar la tecnología, pero sí saber controlar”

Esta carta surge tras una propuesta de un trabajo de clase (cursa 1º de Bachillerato) y aprovechó la ocasión para expresar su preocupación. “Ni mucho menos propongo eliminar la tecnología, pero sí que sepamos controlar, no llegar a extremos de estar en clase y que haya gente que no atienda por estar con el móvil jugando”, explica. “Lo que hay que hacer es un consumo moderado, sin excesos, sobre todo en el ámbito escolar”, añade el joven, que tuvo móvil a los 14 años. “Lo usaba, más que nada, para comunicarme, ahora sí que tengo redes sociales”, constata.

“Cada vez las tecnologías avanzan más y se implementan más en nuestro día a día, pero falta igual un poco de conocimiento”

Ante un panorama en el que cada vez hay niños más pequeños con móvil, Iglesias es consciente de que se trata “de un tema complejo”. “Cada vez las tecnologías avanzan más y se implementan más en nuestro día a día, pero falta igual un poco de conocimiento”, añade. “Cada vez es mucho más temprana la edad de adquisición de estos dispositivos y ya se ve a niños de 11 o 12 años que dependen totalmente del móvil, con redes sociales, algo que a esa edad puede ser complicado porque no tienen esa base de madurez y conocimiento de consumo responsable y podrían no ser capaces de controlar, con lo que les podría afectar mucho más a nivel personal”, advierte.

“Me parece algo necesario, pero con control”, insiste el vigués. Al tener hermanas mayores ya fue siguiendo, cuando empezó a usarlo, las pautas que sus padres habían fijado con ellas. “Pasaron por el mismo proceso y ya en su día mis padres las guiaron; a mí, antes de dármelo, también. Por suerte me dieron esa base de responsabilidad y conocimiento para su uso responsable y beneficioso, para saber hasta qué punto podría ser beneficioso y hasta qué punto perjudicial y que pudiera quitarme tiempo para el deporte o afectarme en los estudios”.

El tema no es baladí ya que un móvil le da acceso a un menor, por ejemplo, a las redes sociales. En este sentido, la Policía Nacional, junto con la Fundación Mapfre, ha puesto en marcha el proyecto “Controla tu red”, para ayudarles a comprender cómo funcionan las redes sociales y las nuevas tecnologías, y que aprendan a identificar peligros, denuncien situaciones de ciberbullying, grooming o sexting, identifiquen contenidos inadecuados y utilicen la red de forma segura y adecuada. Este material está dirigido a jóvenes de 5º y 6º de Primaria, ya que, según un estudio de Doxa Comunicación, el 91% de los menores entre 11 y 18 años tiene alguna red social.

Hace menos de un mes que Diego, de 15 años, tiene móvil, afirma su padre, Alfonso Romero. “La verdad es que lo usa muy poco”, asegura. “Tenemos tres hijos y siempre pensamos que cuando pasasen a la ESO se les daría el móvil, pero el mayor no lo demandó mucho, Diego tampoco, así que ni se lo ofrecimos ni se lo regalamos ni se lo compramos”, afirma. 

“A veces, en su centro educativo lo necesita como herramienta de trabajo, o para hacer algunos deberes; también para que no pierda mucho el contacto con sus amigos”. Son las razones por las que se lo han dado ahora: “Está empezando a usarlo, alguna vez juega con él, pero ahora mismo no tiene redes sociales, no está colgado del móvil todo el día, está claro”. En su caso, emplea parte de su tiempo en clases de inglés y también practica baloncesto: “También le gusta ir al gimnasio, leer o, a veces, está con el ordenador”. Alfonso Romero cree que “el móvil es una herramienta que está muy bien para hablar, para relacionarte, pero hay que usarla en su justa medida”, dice. “Nosotros en casa tampoco estamos mucho con los móviles y él, de momento, no se ha instalado casi nada, su uso es casi residual, es un aparato con el que puede llamar y con acceso a internet, nada más”, destaca.

La Agencia Española para la Protección de Datos y Unicef España han lanzado la campaña #Másqueunmóvil, que incluye pautas y recomendaciones para familias, fomentando el uso responsable de la tecnología, con la colaboración de las principales operadoras de telefonía y grupos audiovisuales, entre otras entidades. Entre las recomendaciones de esta “guía que no viene con el móvil”, aconsejan valorar el grado de madurez del menor a la hora de darle el móvil, emplear algún software de control parental, ayudarles a configurar su perfil en las redes o conocer con quién hablan o juegan a través del dispositivo.

“Cuando son pequeños, si no les creas la necesidad, no hay problema”, dice Hugo Barreiro, padre de tres hijos de 9, 7 y 2 años. “Es como con la alimentación, si nunca les das yogures con azúcar no te los van a pedir, y creo que con las pantallas pasa algo similar, si no les creas la necesidad es más difícil que te la piden, aunque a medida que se van haciendo mayores se hace más complicado”, explica. En este sentido, afirma que “hay que hacer un sacrificio y estar concienciado, porque es verdad que, a veces, lo fácil puede ser darle la pantalla”.

Daniela Suárez muestra orgullosa una medalla. / CEDIDA | Cedida

“La que no está preparada soy yo, no es que no lo esté ella”, reconoce Rosa Alonso, madre de Daniela Suárez, de 14 años. “Yo no soy mucho de tecnologías y no controlo de temas de internet y ya se lo he dicho a ella, que, egoístamente, soy yo la que no está preparada y no quiero que forme parte todavía de las redes sociales ni de nada de eso”, confiesa.

“Me complica mucho la vida, porque no tiene un móvil para saber dónde está o si ha llegado bien a casa, ya que es el primer año que empieza a ir sola al colegio; a mí me crea agobio, pero no estoy dispuesta todavía”, reconoce Alonso, que aunque había fijado la edad de 16 años para comprarle el dispositivo, empieza a ceder a la presión. “En su clase yo creo que es la única que no lo tiene. Ella cuenta con tenerlo cuando cumpla los 15, en junio, pero le he dicho que esperaremos al resultado de las notas y a ver cómo va el curso”. Daniela es buena estudiante, responsable y, además, una gran bailarina de hip hop y baile moderno. “Es una niña feliz, disfruta con todo, lo observa todo, hace una actividad de baile toda la semana y la veo feliz. No necesita el móvil, lee libros, ve la tele, hace puzles, y no la veo obsesionada tampoco con la idea de tenerlo”, destaca su madre.

“Él sí que quiere, muere por tener uno, pero ya le hemos dicho que tendrá que esperar hasta los 14 años”, dice Alia Fernández, madre de Blai Fernández, de 12 años. “A esa edad ya hay niños con móvil pero es que no le hace falta y es un motivo de distracción total. Él hace vida familiar, no sale todavía, y además lee mucho; el día que le caiga el móvil en la mano ya no leerá tanto”, se teme.

Así que ya han fijado la edad de 14 años para dárselo. “Si va al Reino Unido, con las becas del Concello, lo llevará”, anuncia. Entonces ya estará en 3º de la ESO”. Blai, aficionado también a la fotografía, ahorra “energías” esperando ese momento. “Creo que ya sabe que es una batalla perdida”, afirma su madre. Por ahora utiliza el ordenador para hacer los trabajos del colegio, pero bajo supervisión, “a través del Family Link”, destacan. “Hace una semana”, además, “ganó una tablet en un concurso de fotografía, pero no la usa cuando quiere”.

María Fernández también está “a favor de la tecnología bien controlada”. Tiene dos hijos Joel y Gabriel, de 15 y 13 años, y el mayor, muy aficionado a la lectura, tiene su uso muy restringido. “Es un móvil de casa, no es realmente suyo, y solo lo usa por si me tiene que llamar cuando no estoy”, afirma. Además, aunque tienen ordenador en casa, está instalado en el salón. “No tienen nada en la habitación”, afirma Fernández.

A María Fernández le sorprende que haya “niños de la edad de Joel que tienen móviles que cuestan casi más que mi coche, pero también tienen que aprender que la vida no es así, y que en casa hay unas normas y que hay que cumplirlas”, dice, con la convicción de que “con las tecnologías hay que ir de la mano porque son el futuro”, y por eso Joel va a clases de robótica.

Uxía Carrera, de 15 años, es la mayor de cuatro hermanos y tampoco tiene smarthpone. “Para tener un móvil necesitan tener 40.000 ojos detrás, tienen acceso a muchas cosas que no deberían de tener, y me da mucho miedo lo que te puedes llegar a encontrar en las redes sociales; para mí es totalmente innecesario”, dice su madre Débora Ríos: “En su momento lo reclamó, pero se lo explicamos y no ha vuelto a pedirlo”. Por ahora no han fijado una edad para comprárselo. “La mayoría de los niños de su clase lo tienen pero ella lo lleva bastante bien”, asegura. “Escuchar música, leer o ir al gimnasio”, son algunas de las aficiones a las que el móvil no le resta, por ahora, tiempo.

“La clave está en saber si están preparados”

“Aunque muchos niños han nacido ya casi con una pantalla, y aunque son muy ágiles y efectivos, no quiere decir que sean responsables o que sepan gestionar todo lo que puede haber en un smartphone”, advierte Maruxa Fernández Hermelo, graduada en Psicología y Máster en Psicología Jurídico-Forense e Intervención Social por la Universidad de Santiago de Compostela. La experta del Centro Lingoreta, especializada en mediación familiar y psicoeducación, opta sin embargo por buscar un equilibrio, “esa responsabilidad para saber utilizarlo”.

–Cada vez es menor la edad con la que los niños tienen un teléfono móvil, ¿qué le parece?

–Se dice que el 85 por ciento de los niños de 13 años ya tiene un móvil, pero no uno normal, sino un smartphone. En el salto hacia la ESO muchos lo reciben como regalo y, aunque puede tener muchas cosas positivas, la pregunta es si están preparados para tenerlo, ¿les hemos enseñado? Porque no aprenden solos.

–Les consideramos ya nativos digitales…   

–Efectivamente, muchos han nacido ya casi con una pantalla pero, aunque son muy ágiles y efectivos, no quiere decir que sean responsables o que sepan gestionar todo lo que puede haber en un smartphone, porque no se trata solo del tema de las llamadas o los mensajes, que eso sí que podríamos considerarlo como algo positivo; sino el acceso a internet, a las redes sociales, que estén delante de una pantalla demasiadas horas… Todo esto es lo que puede ser más perjudicial para estos chicos que están justo en la edad de desarrollarse, de desarrollar su cerebro, su personalidad, su forma de ser, y hay un impacto grande en algunas cosas para bien y en otras quizás para mal, en el cerebro y en la personalidad de estos chicos.

–Hay estudios que advierten de que influye en la capacidad de concentración, en la memoria.  

–Cuando tenemos un móvil, y yo creo que esto también lo podemos aplicar a los adultos, parece que no podemos estar sin hacer nada y, a la mínima que nos aburrimos, lo cogemos. Un móvil donde hay un montón de estímulos, de cosas que llaman la atención, y se pierde la capacidad de aburrirse y lo cierto es que el aburrimiento es algo genial, porque liberas el cerebro. Ahora hay una sobrecarga de información y eso dificulta que puedas prestar atención. Luego, además, están pensando en el móvil o en lo que harán en lugar de centrarse en el presente. Ese momento de aburrimiento también potencia mucho la creatividad y nos ejercita la paciencia, lejos de esa inmediatez de internet, que desvirtúa un poco que las cosas van mucho más lentas en la vida real.

“Antes de darles un móvil hay que formarlos”, apunta la experta

–Además, les roba tiempo para otras muchas cosas.

–Volvemos un poco al aburrimiento, que nos lleva a crear, a buscar alternativas para divertirnos; muchas veces son juegos, pero también puede ser, por ejemplo, salir a la calle. Si ya lo tenemos todo en la palma de nuestra mano y es tan fácil como encender el móvil y ya tenemos diversión, ¿para qué vamos a jugar?, ¿para qué vamos a buscar otras alternativas o salir de casa? Hay gente que pasa muchas horas en el móvil en lugar de salir, de ir a dar un paseo, o dar una vuelta en bici…

–¿Hay una edad ideal para darle un móvil a un niño?

–Una edad como tal es complicado establecerla. Antes de los 12 años no es recomendable, no al menos uno propio, pero la clave está más en saber si están preparados, y eso es algo que hay que trabajar. Hay que hablar mucho con ellos, informarles y formarlos, darles herramientas para saber gestionar las redes sociales. Y aquí los progenitores deben predicar también con el ejemplo, porque no vale de nada decirles que no pueden estar con el móvil y que ellos estén 24 horas pegados a él. Hay que enseñarles que el móvil puede ser muy bueno, pero hay que tener en cuenta también que puede tener un impacto muy negativo, por ejemplo, para la salud mental, porque si estamos, por ejemplo, comparándonos constantemente con lo que vemos en las redes es peligroso. Ahora también hay un efecto, llamado ‘FOMO’, que es el miedo a perderse lo que está pasando y los mantiene ahí en un pantalla para no perderse nada.

–Opta entonces por formarles, no por prohibir o restringir su uso.   

–Hay que prepararles para darles un móvil, enseñarles lo que sí y lo que no pueden hacer con él, consensuar algunas reglas y horarios. No se trata de dárselo y que lo tenga 24 horas. En principio, habrá que establecer unos horarios, que haya cierta supervisión por parte de los padres, que haya un consenso… Yo lo vería, más bien, como una transición.

–En Italia se ha prohibido su uso en los colegios y comparan sus efectos con los de la cocaína.  

–Es una pena de que lleguen a los puntos de tener que prohibir cuando lo ideal sería educar y enseñar cómo hacer un uso responsable. Pero claro, eso requiere tiempo y paciencia.

 

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