Durante tres décadas, Fernando Savater (San Sebastián, 1947) impartió la asignatura Ética en la Universidad del País Vasco. La organización terrorista ETA estaba por entonces activa y el catedrático debía caminar por los pasillos e ingresar en las aulas escoltado por paramilitares. Muchos amigos y colegas que, como él, criticaban a este grupo criminal fueron asesinados. Solo integral (Ariel) es el título de su último libro donde recopila sus columnas publicadas en el diario El País, textos que han fermentado con tiempo y a los que regresa para visitarlos con perspectiva y mayor sabiduría aún.
El título del libro está inspirado en una disciplina de escalada libre en la que el montañista emprende sin ayuda de artefactos un arduo viaje hacia la cima, metáfora del conocimiento. En este ascenso que Savater practica desde su juventud hay soledad, concentración y también riesgos, como se ha visto. Estos últimos cambian según el terreno que afronta. En todos alza su voz sin miedo, aunque hay ciertos asuntos y desafíos que suelen repetirse.
“Aquella época tan dura, cuando ETA cometía crímenes, se ha prolongado ideológicamente. Porque, aunque ahora no tenemos violencia, la presencia del separatismo sigue estando ahí y ocupa un papel y un lugar en Parlamento vasco y en el español. El gobierno hoy tiene una serie de conexiones y apoyos con los que fueron la rama política de ETA”, destaca una de las voces intelectuales más influyentes del mundo, según la revista británica Prospect.
Savater ha escrito más de cincuenta libros, entre ficción (El jardín de las dudas, Los invitados de la princesa), estudios literarios (Jorge Luis Borges: la ironía metafísica), teatro (El traspié. Una tarde con Schopenhauer) y ensayos filosóficos y políticos (Historia de la filosofía. Sin temor ni temblor). El filósofo escribió ensayos con los que tantas generaciones estudiaron y estudian en los colegios secundarios de América y España, como Invitación a la ética, Ética para Amador o El contenido de la felicidad, hoy clásicos de la filosofía hispanoamericana.
De padre andaluz y madre madrileña, Savater tiene raíces en la Argentina, donde nació su abuela materna, pero él y sus hermanos nacieron en el País Vasco. Junto al mar encuentra la serenidad para realizar sus reflexiones, para entender la democracia, el poder y el dolor.
–Hay una frase del cineasta Luis García Berlanga que utiliza como epígrafe en su libro: “Soy tan egoísta que lucho por la felicidad de los demás, para que no me molesten”. ¿Se puede luchar por la felicidad de los otros? ¿Cómo lucha usted?
–No tengo ningún truco especial. Buscar la felicidad de los demás es simplemente no tratar de dañarles, el viejo lema de la ética: “No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”. No se trata tanto de hacer algo positivo, porque no sabemos muy bien cuáles son las cosas que hacen feliz a los otros, pero, en cambio, sabemos las cosas que pueden hacer infelices a los demás.
–Una parte es su ensayo sobre el duelo, sobre la pérdida de un ser amado [lo escribe cuando atravesaba el duelo tras la muerte de su mujer, Sara]. Se suele repetir que “lo que no te mata te hace más fuerte”. ¿Es cierto eso? ¿Nos hacemos más fuertes ante el dolor?
–Sinceramente no le veo aspectos positivos al dolor. Siempre hay gente que trata de hacer de la necesidad, virtud. El dolor te enseña muchas cosas, pero no aquellas que aumenten tu fuerza. Al contrario, te das cuenta de tu vulnerabilidad. Todo el que ha sufrido se da cuenta de hasta qué punto es vulnerable. Puedes creer que puedes resistirlo todo, hasta que te ocurre algo verdaderamente doloroso. De allí sales con un conocimiento más real, más profundo, más experimentado de la vida, pero también con un fondo de amargura que no se te va.
–¿Dónde encuentra hoy las certezas en este mundo donde todo parece ser veloz e imprevisible? ¿A qué se aferra usted?
–Cuando eres joven pretendes tocar todos los instrumentos de la orquesta. Con el tiempo uno se va concentrando en las cosas que hace mejor y que puede disfrutar más. Eso reduce la vida, pero mantiene también una cierta intensidad. Hoy me dedico a lo que me parece más sustantivo: el cine, la lectura y el amor [Savater ha formado una nueva pareja, escribe en el prólogo de su último libro]. El amor es importante porque uno vive para alguien y no para algo. Los algos que hay en el mundo nunca me han interesado demasiado.
–¿Cree en el horóscopo? ¿Existe algún conocimiento milenario que nos permita anticipar algo del futuro?
–No. Nada nos permite anticipar el futuro. Son sueños compensatorios. No hay más que el pensamiento en el sentido de la experiencia, del conocimiento de la ciencia, de la tradición, pero no hay revelaciones milenarias. Hemos nacido ignorándolo casi todo y moriremos ignorándolo casi todo.
–¿Qué filósofos de la actualidad y del pasado nos sirven para entender la vulnerabilidad del individuo?
–La filosofía es una tradición, una cadena, donde siempre hay algunos eslabones de esa cadena que te gustan más que otros. Sigo fiel a los autores que me han interesado siempre, como Spinoza o Schopenhauer. Hoy prefiero leer novelas, o diarios y memorias, las revelaciones vitales de las personas.
–Y también Shakespeare, un autor omnipresente en su obra. En una de su columnas menciona a Hamlet y su afán por enmendar el mundo. ¿Cómo podemos mejorar el mundo?
–A Albert Camus le hicieron esta pregunta y él respondió que él se limitaba a no estropearlo. Suficiente.
–Solo integral, el título de su último libra, implica riesgos. ¿Cuánto le pesa por ejemplo, las críticas o ataques en esta era de la cancelación?
–Creo que la vejez tiene pocas ventajas, pero una de ellas es que francamente no me importa absolutamente nada lo que digan de mí. Procuro ser lo más sincero y cordial posible cuando escribo, tocar un poco el corazón del que me lea y, por supuesto, el cerebro, y ya está. Cuando termino de escribir algo y creo que lo he hecho con sinceridad y poniendo lo mejor de mí para decirlo, me quedo tranquilo. Después, el hecho de haya una revolución y la gente se enfade, todo eso sinceramente no me preocupa en absoluto.
–Usted se declara progresista. ¿Qué es hoy ser progresista?
–Esto que veníamos conversando: aquellos que de alguna manera procuran no aumentar los males en el mundo y, lógicamente, tratar de resolver algunos de los problemas sin incurrir en otros peores; es decir, intentar mitigar los males sin crear otros distintos. Nacemos rodeados de males e injusticias y así moriremos.
–Hay manifestaciones cada vez más evidentes, como lo ocurrido recientemente en Brasil, donde los autoritarismos asedian a la democracia y sus instituciones, al periodismo, etcétera. ¿Cómo explicar esta oleada en tantos países de Occidente?
–En España llevamos ya mucho tiempo conociendo movimientos populistas, demagógicos, y desgraciadamente los tenemos en el gobierno mismo. No necesitamos buscarlos fuera porque están aquí. Movimientos de este tipo ha habido siempre. Ahora nos acordamos de aquel disparate de la toma del Congreso cuando Trump perdió las elecciones, pero cuando él las ganó hubo una serie de manifestaciones que duraron meses en los Estados Unidos en contra de ese resultado. Aquí en España hemos tenido un intento de golpe de Estado en Cataluña, separatista, hemos tenido manifestaciones que han rodeado al Congreso, pero como eran de izquierdas parece que se habla menos de ellas. El problema, en Brasil o en Estados Unidos, es que ha habido elecciones con un resultado muy ajustado. Eso crea una división en la sociedad y aparecen esos que aprovechan esa división para quebrar las instituciones políticas. La democracia es algo que hay que defender, no es algo que se consigue y está ahí, como el amanecer o como el mar, al que se mira de lejos o se admira. La democracia es un proceso y hay que estar siempre vigilando. No tiene piloto automático.
–¿Cómo explica el afán del presidente Pedro Sánchez por reformar la Justicia? ¿Tiene que ver solo con procurar beneficiar a los independentistas o está también su afán de perpetuarse en el poder?
–Quiere reformar la Justicia en su favor. Apoya su poder en los separatistas y entonces tiene que hacer concesiones: la anulación del delito de sedición es una concesión hecha a este sector, la reforma del delito de malversación, también. Se trabaja para que no sea delito lo que lo ha sido hasta ahora, para que los delincuentes puedan sentirse protegidos. Eso es muy peligroso, porque la protección del delincuente es la debilidad del Estado.
–Le dedica varias columnas a Pablo Iglesias, exvicepresidente segundo de gobierno y uno de los fundadores de Podemos, una columna de pensamiento afín al kirchnerismo. ¿Por qué perdió fortaleza este líder? ¿Está planeando su regreso en 2023?
–A mí lo que me extrañó es cómo alguien en algún momento pudo confiar en un movimiento y en un tipo como Pablo Iglesias. Sorprendente. Cuando obtuvo cuatro millones de votos dije: “No sabía que había tantos tontos en España”. Los que conocemos muchos países hispanoamericanos y ese populismo izquierdista estábamos más preparados para saber que ese discurso es un engañabobos. Aquí despertó una esperanza. Afortunadamente ha ido disminuyendo su prestigio. Aunque no tanto como debiera, porque hay una especie de superstición en España de que la persona de izquierdas es más buena y más lista y eso es un disparate.
–Define al líder populista como un “hooligan de la inteligencia emocional”. ¿Dónde está la debilidad de quienes se dejan conducir por un líder de estas características?
–Pienso que el populismo es la democracia de los pobres. El problema de la democracia es que exige cierta educación, conocimiento. Los griegos fueron los inventores de la democracia y también de la pedagogía. Hay que crear ciudadanos capaces de decidir. Si te dicen qué debes decidir, no eres libre. La educación es lo que da sentido a la democracia.
–”Iglesias pertenece a una izquierda glamorosa, nutrida de guacamayos y arepas recién importadas de parloteo bolivariano, algo así como el realismo mágico de García Márquez aplicado al progresismo”, escribe. ¿Deberíamos seguir pensando en términos de izquierda-derecha o nos encontramos ante otra dicotomía: populismo-democracia?
–Prefiero hablar de populismo-democracia. Todas las democracias modernas estas fundadas en libertades y en condicionantes de protección social. Hay gobiernos donde prevalece más la protección social y otros, la libertad y la capacidad de ejercer la libertad. Las dos cosas son imprescindibles. La demagogia y el populismo pueden ser de derecha o de izquierda. La graduación entre ambas es una elección de la sociedad.
–Hay un tema que cada vez cobra más complejidad y es la negación de los principios darwinistas en ciertos sectores académicos e intelectuales. En su libro habla sobre la autodeterminación del género y dice que es un “delito de lesa estupidez contra la biología”. ¿Por qué?
–Hay un subjetivismo cada vez mayor y esto tiene cosas positivas: el ser humano tiene sus propios propósitos y no sigue simplemente una cadena determinada por la evolución biológica, es decir, la biología nos deja elegir. El ser humano es un ser predeterminado para liberarse, para tener sus propias opciones. Pero, por otra parte, esto ha llevado a la idea de que de la voluntad humana puede imponerse sobre la naturaleza, a las determinaciones biológicas, la idea de que podemos inventarnos un ser totalmente nuevo e imponerlo por ley. No podemos inventarnos un ser completamente nuevo y además imponerlo por ley. Hay determinaciones que no podemos negar y debemos aprender a vivir dentro de ellas. Saltearse esas determinaciones tiene consecuencias, porque hay personas que deben estar toda su vida medicándose en razón de que han elegido otro sexo del que tienen. Es decir, es un negocio para algunos, pero un desastre para muchas personas. La vida tiene unas pautas y no podemos saltearlas abiertamente. No hablo en absoluto de las preferencias eróticas de las personas.
–¿Es optimista con el devenir de la humanidad en un contexto de hiperactividad, redes sociales, problemas de salud mental, etc.?
–Pienso que la pregunta de los seres libres no debería ser qué va a pasar en el futuro, sino qué vamos a hacer para que ocurra lo menos malo. Nuestros proyectos son lo más importante, lo único. ¿Qué pasará? Pues aquello que dejaremos que pase.
Entrevista al filósofo español Fernando Savater.
Un pensador prolífico y audaz
■ Profesor de filosofía durante más de treinta años, Fernando Savater nació en junio de 1947 en San Sebastián, España.
■ Ha escrito más de cincuenta obras, entre ensayos filosóficos, políticos y literarios, narraciones y piezas teatrales.
■ Ha sido investido con varios doctorados honoris causa otorgados por universidades de Europa y América, y ha recibido diversas condecoraciones.
■ Ha formado parte de varios movimientos cívicos de lucha contra la violencia terrorista en el País Vasco, entre ellos ¡Basta Ya!
■ Entre los galardones que ha obtenido a lo largo de su carrera se cuentan el Premio per la Cultura Mediterránea en 2014, el Premio Internacional Eulalio Ferrer en 2015 y el Premio Taurino Ciudad de Sevilla en 2019.