Racing venció a Boca en un final de película para comenzar el año con otra celebración de campeón

“Yo le rompo el arco”. La lectura de labios de lo que le que le dijo Gonzalo Piovi a Jonathan Galván antes del penal ante River que definió la Liga Profesional de Fútbol en 2022 se transformó en una de esas frases que quedan en el inconsciente colectivo futbolero. Aquella película terminó con la atajada de Franco Armani y la vuelta olímpica para Boca. La pelota le dio revancha rápido a Racing después de ese golpazo. Primero fue el Trofeo de Campeones, ante Boca, en San Luis con el gol agónico de Carlos Alcaraz, en noviembre. Fue apenas un alivio. Ahora llegó de manera recargada. Ante el mismo rival, en un escenario impensado, en una copa inédita. Pero que vale una estrella oficial, la mejor manera de comenzar el 2023.

Y con una resolución que tuvo un final de guion. Una especie de secuela de lo que fue aquella definición fallida ante River. Fernando Rapallini entendió que a los 47 minutos del segundo tiempo debía cobrar penal después de que Agustín Sandez tocara la pelota con sus dos manos al barrerse. Tras una larga discusión, el que se hizo cargo del penal fue Piovi. En principio la pelota la había agarrado Maxi Moralez, pero esta vez nadie se la iba a sacar al defensor zurdo. Desde el 23 de octubre que imagina esta misma escena. Y cumplió con su promesa. Sacó un remate potente que venció a García y valió un título para la Academia.

La primera escena oficial del fútbol argentino después de consagrarse campeón del Mundo en Qatar se dio otra vez en Medio Oriente. En Abu Dhabi, Boca y Racing salieron a jugar la Supercopa Internacional con una escenografía que mantenía la estética mundialista: salida conjunta de los equipos, con banderas gigantes agitadas por voluntarios en el campo de juego. Pese a que las entradas fueron accesibles (arrancaban desde 7 dólares), el público no acompañó. En el estadio Hazza Bin Zayed hubo una cabecera para cada equipo, poblada de banderas pero no de gente: siguieron la final unas 5000 personas, entre las que estaba Claudio Tapia, el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino. También había barrabravas de ambos clubes, largamente mostrados en la transmisión de TV.

En cuanto la pelota empezó a correr por el césped árabe quedó claro que la sintonía mundialista había terminado el 18 de diciembre. Otro ritmo. Otra intensidad. El mismo deporte pero otro juego. Los dos equipos protagonistas del campeonato argentino el año pasado exhibieron en los Emiratos Árabes Unidos sus virtudes pero también sus falencias, con el agregado de que era el primer partido del año para ambos. Con espacio para jugar, más punzante en la presión, el equipo de Fernando Gago fue el que impuso las condiciones en esta final de la Supercopa Internacional. Y en el último instante le llegó el premio.

Piovi celebra el gol que le dio a Racing la Supercopa Internacional; a su lado, Jonathan Gómez y Emiliano Insúa; atrás llega Hauche para sumarse

Y eso que empezó en desventaja. Como había pasado la última vez que se vieron las caras en San Luis, el Xeneize rompió la paridad antes de los 20 minutos. La Academia ya había mostrado limitaciones en su propia área para despejar la pelota y Facundo Roncaglia las aprovechó. Llegó el centro de Norberto Briasco, la peinada de Sández y el remate fortísimo de Roncaglia. Tres de los futbolistas que tenían una prueba de fuego en Boca, que encontraron su lugar por algunas bajas y porque Hugo Ibarra apostó por ellos.

También como una fotocopia de lo que pasó en Villa Mercedes hace más de dos meses, Racing mostró poder de reacción. Tres minutos después del gol de Roncaglia el partido ya estaba otra vez igualado. Maxi Moralez, una de las novedades del equipo de Gago junto a la aparición de Juan Nardoni, mostró rápido para qué volvió y habilitó a Johan Carbonero, que con una gran corrida y una buena definición marcó el 1 a 1.

Carbonero fue el hombre más activo del primer tiempo. A los 32 minutos sacó un derechazo desde la medialuna del área que tenía destino de gol, pero una gran estirada de Javier García mandó la pelota al córner. La secuencia se repitió sobre el final de la primera mitad, con un tiro libre preciso del colombiano que el ex arquero académico desvió con una gran atajada.

Con Agustín Rossi y Sergio Romero incluso fuera del banco de suplentes, la mira estaba puesta en cómo respondería García. El capitán de Boca fue el mejor jugador de su equipo. La segunda atajada contra Carbonero fue espectacular: el tiro libre del número 17 fue fuerte, por encima de la barrera y a corta distancia del arco. Y el arquero respondió. El arco xeneize para el 2023 pareciera llevar su nombre después de esta presentación. Romero, otra vez, no pudo estar presente por no estar al ciento por ciento desde lo físico. Y Rossi, que ya fue anunciado como jugador de Flamengo a partir de mitad de año, parece estar castigado: el paseo por Medio Oriente está dentro de las represalias.

Más allá de los nombres propios, la Academia desde el arranque manejó el partido por la intensidad y también desde lo táctico. Gago sorprendió al incluir a Nicolás Oroz desde el arranque. El ex Chacarita jugó como un número 8 y encontró espacios para jugar libre. Moreno y Nardoni compartieron la mitad de la cancha, en un dibujo más parecido a un 4-2-3-1 que a un 4-3-3. Moralez se movía cerca del centrodelantero Romero. Por eso Ibarra metió mano en el entretiempo. Ezequiel Fernández, la única cara buena xeneize, tras regresar de su préstamo a Tigre, ingresó por Norberto Briasco. Boca se paró 4-4-2 y quedó más espejado a su rival. Esa movida de piezas emparejó el trámite.

Aníbal Moreno y Ezequiel Fernández, en la disputa de la pelota (Kamran Jebreili/)

El Xeneize mostró una mejor cara en la segunda mitad. Darío Benedetto tuvo su chance, al igual que Juan Ramírez, algo que casi no había pasado en la primera parte del partido. Y sobre el final del juego, con la frescura que le dieron las variantes de Ibarra, empujó contra el arco de Arias. Cuando todo parecía tener destino de prórroga llegó esa controvertida jugada de Sández que Rapallini interpretó como penal.

No había manera mejor de empezar el año para la Academia. No sólo por la confianza que da el título, sino porque encontró mucho más rápido de lo esperado una buena manera de dar vuelta una página que parecía que iba a quedar marcada por mucho tiempo en la historia. Tuvo un penal para ser campeón. Y esta vez lo aprovechó. Porque Piovi cumplió con su promesa.

 

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