Al principio renegaba de su condición de patrón del polo. Se consideraba jugador profesional y, de hecho, recorrió el mundo como tal. Hizo méritos más que suficientes como para no tener que pagar por jugar. Pero al momento de la temporada alta argentina, es él quien arma el equipo, quien les paga a los jugadores y quien encabeza toda la organización. El canadiense Frederick Mannix acarició la excelencia en los dos rubros y conjuga como nadie en la historia esa dualidad: el patrón que es figura, el profesional con los recursos necesarios para armar su propio equipo.
Con el tiempo, fue aceptando ese doble rol y hoy en día Mannix lo acepta y lo abraza. “Es un lindo lugar para estar”, dice en una extensa charla para LA NACION desde Palm Beach, Florida, donde maneja su empresa y vive la mayor parte del año. Entre septiembre y diciembre se instala en la Argentina para ser parte de la Triple Corona y, aunque todavía siente que tiene mucho por dar en la cancha, a los 38 años el profesional fue cediendo espacio al patrón. “Hoy juego por diversión. De lunes a viernes me aboco a los negocios y los fines de semana me subo al caballo. Es mejor ser 10 goles en los negocios que en la cancha, porque de esa forma uno puede contratar a los 10 goles que quiera y jugar con ellos. Es un consejo que me dio una vez Kerry Packer [el patrón australiano socio de Gonzalo Pieres en Ellerstina]. Los grandes patrones hacen la plata fuera de la cancha y pagan por jugar al polo. No hay ganancia en el polo”.
Como polista, también un gran hombre de negocios: Mannix, en versión ejecutivo, en pleno trabajo; la familia del canadiense de 38 años es dueña de un gran grupo de empresas.
Mannix no llegó a 10, pero estuvo muy cerca. Alcanzó el pináculo de su carrera cuando llegó a la final del Campeonato Argentino Abierto en su equipo, Alegría, en 2013, una campaña que le valió ostentar 9 goles de handicap. Cuatro años más tarde estuvo en la definición del Abierto de Hurlingham, un partido que mereció ganar. Como profesional, en el exterior logró la Copa de la Reina en Inglaterra, al inicio de su carrera, y la CV Whitney y la USPA Gold Cup en Estados Unidos. No muchos profesionales pueden jactarse de una trayectoria como ésa. Y, seguro, ningún patrón.
“El polo es un deporte caro, y es gratificante que a uno lo inviten a formar parte de un equipo, pero yo prefiero armar el mío propio y que jueguen por mi club, Alegría. De esta forma uno puede dictar las normas: es el capitán, el patrón… Tenés una ventaja”, piensa Mannix.
La final del Abierto de Hurlingham en 2017 fue uno de los momentos más altos de la carrera de Mannix, uno de los tres mejores extranjeros en el polo argentino en este siglo, junto al uruguayo David Stirling y el sudafricano Ignatius Du Plessis.
¿Qué es un patrón? Básicamente es el dueño de la pelota. Es como si Roman Abramovich, por el solo hecho de ser el dueño de Chelsea, se pusiera la camiseta 9 y jugara la Champions League de fútbol. En Inglaterra, Estados Unidos, España, Dubái y todos los rincones del mundo donde se juega al polo, el patrón desempeña un papel fundamental: en un deporte extremadamente oneroso, es el que sostiene económicamente al equipo; como contrapartida, es uno más en la cancha. Algunos patrones famosos son el australiano Kerry Packer, alma mater de Ellerstina; el tailandés Vichai Srivaddhanaprabha, dueño de Leicester City, de la Premier League, y la jequesa (”sheika”) Maitha Mohammed Rashid Al Maktoum, miembro de la familia real de Emiratos Árabes Unidos. También en la Argentina juegan muchos patrones, en torneos menores y en otros importantes, como el Abierto del Jockey Club y el del Club Hípico Militar San Jorge. El único impedimento para protagonizar la Triple Corona es el mínimo de 6 goles de handicap.
Mannix escapa del molde del patrón tradicional. Antes bien, ese rótulo le cabe a su padre, Frederick Philip Mannix, un multimillonario que forjó un imperio en Canadá al frente de Mancal Group, un conglomerado de empresas de energía, gas, carbón, bienes raíces industriales y fondos privados de inversión. Canadá no es de los países donde el polo está más arraigado, pero tampoco es ajeno a este deporte. De hecho, Mannix no es el más famoso surgido de aquellas tierras, sino Lewis Lacey (o “don Luis Lacey”), una de las primeras figuras del polo argentino a principios del siglo XX, ocho veces ganador del Argentino Abierto y su antecesor The River Plate Polo Association Championship, y 10 goles, que había nacido en Montreal.
Si bien vivió desde chico en California, Estados Unidos, Mannix es un orgulloso representante de Canadá, como lo muestra en la foto con el entonces embajador en Argentina David Usher. (Matias Callejo/)
Frederick Howard Mannix nació en Calgary, Canadá, el 19 de febrero de 1984. Es parte de la cuarta generación de una dinastía que inició su bisabuelo Frederick Stephen Mannix, hijo de irlandeses. “Mi abuelo había fundado un club en Calgary y mi padre iba a jugar durante los veranos en los sesentas, pero mi abuelo le dijo que tenía que ponerse a trabajar y a hacer plata. Eso es lo que hizo durante 20 años, hasta que se cansó de estar atrás de un escritorio y retomó el polo cuando yo era chico. Amaba los caballos y me transmitió esa pasión. Se instaló en Santa Bárbara, California, y armó su equipo. Allí es donde crecí yo”, recuerda Fred.
Fred Mannix heredó de su padre la pasión por los caballos, un ingrediente que usualmente tienen los polistas de alto handicap.
“Tuve la suerte de que mi padre me apoyara desde chico. Después del colegio me iba a taquear a Eldorado Polo Club y los fines de semana jugábamos peewee polo [polo de menores] en un lindo grupo de amigos. Cuando terminé el colegio fui a estudiar a la Florida Atlantic University [obtuvo una licenciatura en Administración de Empresas], que me permitía estar cerca del epicentro del polo, Palm Beach. A los 18 o 19 años jugué mi primer US Open, con Nachi Heguy, Danny Roenisch y Joey Casey. Fue una experiencia que me abrió los ojos”.
Alegría tiene una sede en Palm Beach, Estados Unidos, donde Mannix vive y trabaja buena parte del año.
El ascenso de Mannix fue veloz. Enseguida el recordado Carlos Gracida posó sus ojos en él y lo invitó a jugar en Inglaterra. En su primera experiencia en el Viejo Continente, en 2004, con apenas 19 años Mannix obtuvo la Queen’s Cup en el equipo Labegorce (con Gracida, Luke Tomlinson y el patrón francés Hubert Perrodo). “Cuando empezaron a aparecer esas oportunidades, mi padre disfrutó. «Ya no tengo que armar equipos para que juegues. Ahora los equipos van a llamarte a vos», me dijo”, recuerda Mannix.
No siempre juega con la camiseta de Alegría Frederick; en este caso viste la de Emlor, un club que actúa en la temporada alta inglesa.
Uno de los primeros que se fijaron en él fue Benjamín Araya, tricampeón del Argentino Abierto, que solía actuar en Canadá. “Lo conocí cuando tenía 14 años. Me tocó jugar mucho con él y nos fue muy bien. Siempre le vi potencial para llegar a un buen nivel, siempre tenía muchas ganas de ganar y de mejorar. Creció rápido, fue acomodándose con los caballos y en su mejor momento llegó a jugar la final del Abierto”, apunta el hoy comentarista televisivo.
Mannix y el polo en Argentina
De la mano de los Araya desembarcó en la Argentina. En 2005 compartió equipo con ellos, vistiendo nada menos que la camiseta del histórico Coronel Suárez (con Benjamín, Diego y Santiago). Jugaron la clasificación para los abiertos de Hurlingham y Palermo y cayeron en el último partido, frente a El Metejón (Lucas Criado, Santiago Chavanne, Alejandro Agote y Mariano González), que en el Argentino daría la sorpresa al vencer a Chapa Uno y estaría cerca ante Ellerstina (14-13). Luego, Mannix y los Araya llegaron a la final por la Copa Cámara de Diputados, que perdieron contra Rincón Chico (Juan José Brané, José Rivas, Francisco Menéndez De Elía y Eduardo Menéndez De Elía).
“No jugué muy bien, pero fue una gran experiencia”, reconoce Mannix. “Me encontré con un polo muy distinto, mucho más rápido que el que yo estaba acostumbrado a jugar. Las canchas, todas excelentes; los jugadores, muy profesionales. Una vez que llegás a ese punto, no hay vuelta atrás”.
En 2007 Mannix consiguió por primera vez clasificarse para el Argentino Abierto y compartió una foto con figuras de los otros siete equipos en Palermo: Agustín Merlos, Eduardo y Horacio S. Heguy, Lucas Monteverde, Guillermo Caset, Ignacio Novillo Astrada y Facundo Pieres.
Aquella experiencia marcó un vuelco en la carrera de Mannix. Desde entonces y hasta el día de hoy jugó o intentó jugar el Abierto. La búsqueda de la excelencia es una de sus premisas. Regresó al año siguiente, pero con un equipo propio: Alegría. Completó el cuarteto con su amigo australiano Jack “Ruki” Bailleu, el estadounidense Mike Azzaro y Lucas Criado. La segunda eliminación consecutiva no lo desanimó. Una temporada más tarde, volvió a la carga, entonces con Baillieu, Luke Tomlinson y Francisco Bensadón. Al fin lo consiguió. Año tras año fue rodeándose de compañeros de cada vez más alto nivel: Francisco de Narváez, Juan Ignacio Merlos, Mariano Aguerre…
Buenos instantes de la carrera de Mannix
En 2012 se produjo un hecho que sería bisagra para la trayectoria del canadiense. Aguerre volvió a Ellerstina y Fred debió rearmar sus filas. Redobló la apuesta y contrató a Lucas Monteverde y los hermanos Juan Ignacio (con quien había jugado en 2009) y Agustín Merlos. Un equipo plagado de talento, pero que tenía un problema: carecía de back. “Nadie quería jugar atrás. Tincho dijo que había llegado a 10 goles como número 1, Lucas había llegado a 10 como 2, Pite había llegado a 10 como 3… Yo me había preparado toda mi vida para jugar de 1 y me mandaron a jugar de back. Fue un momento difícil, pero acepté el desafío”, cuenta Mannix. Una clase de dos horas con Ernesto Trotz, número 4 del glorioso La Espadaña y concuñado de Clemente ‘Corcho’ Zavaleta, coach de Alegría, sirvió para acomodar los conceptos de la posición.
Fred debió aprender a jugar de número 4, porque sus tres compañeros de 2012 en Alegría no querían hacerlo, como tampoco él; se capacitó y terminó siendo un muy buen defensor, y todavía hoy se considera “uno de los mejores backs del mundo”.
“Fui una tarde a Alegría, nos juntamos en el quincho donde hacen los asados y estuvimos dos horas hablando del puesto”, rememora Trotz. “El polo es el mismo, pero el 4 tiene que tomar otro tipo de decisiones, diferentes a aquéllas a las que él estaba acostumbrado jugando de 1. Debés tener una anticipación pesimista: cuando la bocha está dividida 50 y 50, si sos 1 vas, si sos back te quedás. Me sorprendió lo rápido que se adaptó. Esos años en que jugó con la 4, jugaba 9 goles, seguro. En ese nivel la diferencia es marcada por las decisiones que tomás. El día en que le ganaron a Ellerstina no debe de haber tomado más de cuatro o cinco decisiones equivocadas, cuando hablamos de tomar una decisión cada dos segundos”.
En una presentación del Argentino Abierto, la de 2011, junto a Ignacio Heguy, Luis Lalor (presidente de la Asociación Argentina de Polo), Eduardo Heguy, Lucas Monteverde, Jaime García Huidobro, Cristián Laprida (h.), Eduardo Novillo Astrada (h.) y David Stirling. (Polo Today/)
¿Hubo algún otro patrón que se asemejara a Mannix en la historia del polo? “El único que se le acerca es el brasileño Alcides Diniz, el padre de Fabio Diniz”, responde Trotz. “Era un patrón de verdad. Jugó para La Toca el Abierto de 1983 y empató contra Coronel Suárez y Coronel Suárez II, que pasó a la final porque le había ganado a Suárez y después fue el campeón”. Otro patrón que ha jugado Palermo es el español Pascual Sainz de Vicuña, que posee 6 goles y protagonizó dos veces el Abierto (2017 y 2022), aunque sin sobresalir.
Figura de la portada de un número reciente de una revista masculina canadiense de estilo de vida (en la que hay una nota sobre algo familiar para él: Buenos Aires y Mendoza).
El momento cumbre al que alude Trotz llegó un año más tarde, en 2013. Afianzado en el puesto, Mannix mantuvo a Monteverde, que pasó a jugar de 3, y firmó con Hilario Ulloa y Pablo ‘Polito’ Pieres. La fórmula resultó explosiva. En una definición de zona –suerte de semifinal– del Abierto, Alegría derrotó por 19-15 al campeón defensor, Ellerstina (llegó a estar 7 goles arriba en el sexto chukker), y cortó una seguidilla de seis finales entre el equipo de los Pieres y La Dolfina. En la definición, Mannix y compañía no pudieron con el dream team, que aun sin Juan Martín Nero (suplido por Sebastián Merlos) se impuso por 16-11 y completó la Triple Corona. “Fue inesperado. Pero teníamos un equipo orgánico, que estaba listo para la batalla. Nos entendíamos muy bien en la cancha y desde el principio sentíamos que podíamos hacerlo”, afirma Mannix.
Monteverde, el corazón de aquel cuarteto, recuerda esa temporada: “Antes de que empezáramos a jugar, ese equipo parecía una bolsa de gatos. Polito todavía no era lo que fue después, yo nunca había jugado de 3, Freddie no se había asentado como back. En los papeles estábamos en la cola de la tabla. Pero Freddie tenía fe en que íbamos a ganar el Abierto. Un compañerazo, siempre positivo, y un jugadorazo. El tipo les hacía saque-gol a Facundo Pieres y a Adolfito. Terminamos jugando la final. Y terminó siendo uno de los equipos más divertidos en los que he jugado. Pero en septiembre nos habíamos hecho la señal de la cruz”.
“Ese equipo parecía una bolsa de gatos”, recuerda el siempre explícito Lucas Monteverde, y “terminó siendo uno de los equipos más divertidos en los que he jugado”, añade; ese Alegría fue subcampeón argentino en 2013, formado por Mannix, Monteverde, Hilario Ulloa y Polito Pieres. (Fabián Marelli/)
Alegría continuó siendo la tercera fuerza y en 2017, con Ulloa, Guillermo Caset y Facundo Sola, se desquitó de La Dolfina y lo venció en una semifinal de Hurlingham, aunque en la definición dejó pasar una buena posibilidad, frente Ellerstina (ganaba por 9-8 cuando Facundo Pieres sufrió una tenebrosa caída que lo sacó del partido, y terminó perdiendo por 16-14). Después, sus compañeros decidieron seguir por otro camino.
“Fue un gran compañero. Un animal en la cancha que deja todo, con una gran personalidad”, lo describe Hilario Ulloa, el polista con quien más jugó en la Argentina (cinco temporadas, de 2013 a 2017). “Esos años en que jugamos finales siempre mostró carácter, siempre se agrandó. Por eso terminó siendo un gran back. En esa época se había armado un gran lote de caballos, como Milito, Vitico, Mirella, Elizabeth… Con eso demostró jugar sus 9 goles. La pasé muy bien jugando con él”.
Más allá del sinsabor de esa tarde en Palermo, el recuerdo de Hilario Ulloa sobre Mannix es muy positivo: “Fue un gran compañero. Un animal en la cancha que deja todo, con una gran personalidad. Siempre mostró carácter, siempre se agrandó. Terminó siendo un gran back. La pasé muy bien jugando con él”.
Mannix siguió intentando armar equipos competitivos, pero nunca logró volver a rodearse por estrellas de ese talante para pelear arriba. Tras el final de la temporada pasada, procuró reencontrarse con Facundo Pieres, con quien levantó la CV Whitney Cup usando la camiseta de Audi en 2009, pero éste finalmente se inclinó por La Natividad. Los de Ulloa y Caset fueron los otros nombres que sonaron.
Mano a mano con un tremendo delantero, Facundo Pieres, a quien intentó tener como compañero para 2023; jugar en Palermo fue y sigue siendo una meta para el canadiense Frederick Mannix.
“Siempre quise jugar con jugadores top”, dice Mannix. “Facundo es un campeón, un superjugador. Pensé que podíamos armar un buen equipo. Pero el polo es complicado y no se dio. Armar un equipo es complicado, no es nada divertido. Hay muchos egos, muchas personalidades distintas, jugadores que no se llevan del todo bien. Es difícil lograr que todos apunten en la misma dirección y que además funcione económicamente”.
Contento con su mujer, Kelsea Forzani.
Hoy, la vida de Mannix se divide entre Florida, Estados Unidos, y Pilar, donde erigió Alegría, un club que tiene instalaciones de primerísimo nivel, y donde construyó una casa. “Es mi segundo hogar. Mi padre compró la propiedad cuando lo único que había era árboles. Parecía una jungla. Yo no podía imaginar un club ahí, pero él tiene una gran visión”. Casado con Kelsea Forzani, tiene tres hijos: Brooklyn (10 años), Freddie (8) y Jackson (4), que heredaron su pasión por el polo. Aunque el deporte sigue siendo el eje de su vida, el patrón le ganó la pulseada al jugador profesional y su enfoque está puesto en su empresa Standard Wealth, que brinda servicios financieros.
En su papel de padre; Fred tiene tres hijos: Brooklyn, Freddie (ya su abuelo era un Frederick Mannix) y Jackson.
“El polo pasó a ser un esparcimiento. Cuando juego por Alegría es sólo por diversión”, admite Mannix. “De lunes a viernes, desde que abren los mercados hasta las 4 de la tarde, me enfoco en el trabajo y luego le dedico tiempo a la familia. Leo muchos libros para seguir aprendiendo de finanzas. Los fines de semana sí puedo disfrutar del polo y los caballos. Ahora estoy tratando de armar un equipo para la World Polo League en la temporada alta de Palm Beach. Y en la temporada argentina, la diferencia horaria me permite hacer las dos cosas”.
De las compañías de la corporación familiar Mancal Group, Fred se encarga de Standard Wealth, proveedora de servicios financieros, y lee muchos libros sobre el tema para capacitarse más.
Para este año, debió conformarse con un conjunto talentoso pero no de punta, que para jugar el Abierto deberá sortear la clasificación: jugará con Rufino Bensadón (con quien ganó la Copa Cámara de Diputados en 2019), Benjamín Panelo y Santiago Cernadas. “Tenemos un equipo competitivo. Yo siento que soy uno de los mejores backs del mundo. Tengo las destrezas, la experiencia, y estoy en buena forma. Todavía me queda mucho por dar. Tengo asuntos pendientes”.
“Unfinished business”, fueron las palabras que usó. Como profesional o como patrón, Fred Mannix es un polista único.
Mannix mejoró mucho incluso técnicamente con tantas temporadas en Buenso Aires, pero ahora su acento está puesto en su trabajo y el polo, aunque no abandonado, pasó a ser “sólo para diversión”.