La versión corrió como reguero de pólvora: el régimen iraní se aprestaba a ejecutar al jugador de fútbol de esa nacionalidad Amir Nasr-Azadani, de 26 años, por haber cometido el “delito” de sumarse a quienes se habían rebelado contra las autoridades tras el asesinato de Mahsa Amini, ocurrido en septiembre pasado. La joven estaba acusada de haber llevado mal colocado el velo. Los manifestantes fueron considerados culpables de encarnar una “guerra contra Dios”.
La Federación Internacional de Asociaciones de Futbolistas Profesionales (Fifpro) se movilizó solidariamente y demandó que se revirtiera la decisión de ejecutarlo. Gracias a la difusión masiva que tuvo la campaña iniciada en defensa del jugador, liderada por personalidades de todo el mundo, la pena de muerte no se concretará. Sin embargo, el despiadado régimen optó por condenarlo a 26 años de prisión por defender los derechos de las mujeres.
Las atrocidades no cesan en Irán. Mohammad Mehdi Karami, campeón nacional de karate de 21 años, y Seyed Mohammad Hosseini, entrenador infantil, fueron ejecutados en estos días. Sus familias denuncian torturas en la cárcel y aseguran, al igual que Amnistía Internacional, que los procesos judiciales les negaron el acceso a abogados. Se estima que son 17 los condenados a muerte: cuatro ya fueron ejecutados y dos se encuentran en el llamado “corredor de la muerte”, con sentencias confirmadas por el Tribunal Supremo.
Teherán acusa a grupos de la oposición de avivar los disturbios y denuncia por hostiles a países que condenan estos hechos aberrantes. El salvaje régimen designó al frente del Ministerio del Interior a uno de los imputados como autor intelectual del atentado contra la AMIA, lo que fue tomado como una afrenta por nuestra Cancillería. El mundo no debe cesar en su reclamo ante un régimen despiadado.