Tamara Tenembaum: “En el encuentro con el otro siempre hay dolor”

El éxito fue inmediato. Pero a diferencia de una estrella fugaz, que alumbra un instante y luego desaparece, El fin del amor, editado en 2019, sigue otorgándoles luz y visibilidad a los problemas de hoy. Tamara entiende que lo que les pasaba a ella y a sus amigas tiene que ver con un reflejo de la sociedad: “Tus propias inquietudes terminan siendo reflejo de una generación”.

La metáfora de la estrella, ese astro cuyo reflejo nos llega miles de años luz más tarde, es vuelta a traer por la autora: “Es interesante pensar que el amor es un reflejo del pasado, pero, en realidad, el amor es un relato profundamente moderno”. Y desarrolla su idea: “Nuestras abuelas o bisabuelas no sufrían tanto por amor, los matrimonios iban por otro lado. Conocías a alguien, era buen tipo, era de buena familia y con eso bastaba, no había tanta neurosis, un matrimonio tenía que ser más o menos decente. Hoy tenemos expectativas mucho más altas. Es obvio que va a ser más difícil”.

Sufrir por amor

“Hay algo del sufrimiento que tiene que ver con el vínculo con el otro y eso no cambia”, sostiene Tamara quien, en base a sus propias experiencias, comprende lo que le pasa a tanta gente. Pintarás tu mundo y pintarás la aldea. “Siempre va a ser difícil el vínculo con el otro, van cambiando los problemas y vamos sofisticando el vocabulario para hablar de ellos. Siempre hay dolor entre dos personas, aunque tengan las mejores intenciones. Lo bueno de la actualidad es que algo cambió en el sentido de la violencia. Hay cosas que ya dejamos por fuera del vínculo. En el encuentro con el otro siempre hay dificultad, hay dolor, hay problemas, pero ya sabemos que hay ciertas cosas que no tienen que ver con el encuentro, que están por fuera”.

No todo tiempo pasado fue mejor. Hoy, hay situaciones que las mujeres dejamos de tolerar, aunque la lucha es larga y continúa. Así lo expresa Tamara: “Existen situaciones que no creíamos que eran violencia, ahora sabemos que lo son”.

El poder de la indiferencia

Tamara cita el libro de la socióloga franco-israelí Eva Illouz, Por qué duele el amor para referirse a nuevas formas de poder: “La indiferencia masculina se subraya porque otras formas más violentas han pasado de moda; la indiferencia es un arma que te deja indefensa. Aunque está cada vez menos generalizado, los varones también sufren por lo mismo”.

Tamara parece tenerla clara, al menos en el terreno de la teoría, porque en la práctica el sufrimiento parece a veces inevitable: “El tema es que nosotras tenemos muchas dificultades para ser indiferentes, hay algo de la atención masculina que nos convoca muchísimo. La sensación es que cuando a un tipo no le gustás, eso habla de vos, como si su deseo dijera algo de vos y no de él. El problema no es si te angustiás porque alguien que te gusta no te presta atención, el problema es cuando te angustiás por cualquiera. Necesitas esa validación, y quizás no te importa esa persona, tiene que ver con la construcción de la identidad de la heterosexualidad femenina que tenemos que desarmar para no pasarla tan mal”.

La soledad contemporánea

¿Cómo se vive la soledad en este tiempo? Responde Tamara: “Hoy, la vida en soledad es una opción. Es difícil igualmente decir qué se elige y qué no, no es tan clara la diferencia. Muchas veces en el vocabulario contemporáneo se habla de elegir, pero en una sociedad psicoanalizada sabemos que nuestras elecciones son muy complejas, a veces elegís sin darte cuenta y tenés que hacerte cargo de esa elección. Esto lo estás eligiendo, hacerte cargo”.

Y con relación a las elecciones, Tamara, hace tiempo, decidió alejarse de la comunidad judía ortodoxa en la que fue criada, aunque, según refleja la serie basada en su libro, regresa en busca de algo: “Hay una furia de los 20 de tenerle bronca a todo, a los padres, a la historia, a todo, pero a los 30 hay una vuelta en la que hay que perdonar. Tiene que ver con un camino a la adultez.

Tamara es autora también de Todas nuestras maldiciones se cumplieron, libro en el que habla más profundamente acerca de la tradición judía y de la muerte de su papá en el atentado a la AMIA. Ella era muy chica, tenías apenas 5 años.

“Pensé en armar una novela en la que el padre está en el centro por la ausencia, se va armando en una familia de mujeres, porque falta alguien. Las cosas que pienso sobre el feminismo tienen que ver con mi crianza en una familia de mujeres que hicieron todo”.

Ante la ausencia del padre, la madre adquiere una presencia casi completa: “Mi mamá hizo lo que tenía que hacer, pero en un sentido interesante. Es una persona que se adaptó a las circunstancias que le tocaron, graves, se quedó sola con tres hijas muy chicas”.

Feminismo y maternidad

¿Cómo define al feminismo Tamara Tenembaum? “El feminismo es una extensión natural de cualquier posición de derechos humanos, cualquier posición igualitarista tiene que ser necesariamente una posición feminista. Las mujeres y las personas de identidades distintas deben tener los mismos derechos en un sentido sustantivo, no solo en los papeles, sino en la vida y en las cosas que vemos”.

En este sentido, ¿qué papel juega el mandato de la maternidad? “Sigue estando muy vigente el mandato de la maternidad. Pero es cada vez más complejo, las mujeres que fueron mamás en los 80 o los 90 la tenían más fácil. Ahora hay que criar de determinada manera, hay una maternidad muy exigente, hoy. En ese momento, las mujeres trabajaban un montón y hoy estoy escuchando que muchas dejan de hacerlo para criar a sus hijos y miran con crítica a las que no lo hacen”.

Tamara sigue reflexionando sobre el mundo de madres e hijos: “Nadie te juzga si no tenés hijos, pero si tenés hijos te juzgan todo el tiempo. Es muy difícil esa elección de no tener hijos, tenés que ser muy brillante, tenés que ser Paloma Herrera para no tener hijos. Si no sos brillante la exigencia es que hay que tenerlos”.

La excesiva mirada del otro

¿Tiene fecha de vencimiento el culto a la belleza? “El culto a la belleza es peor ahora que antes”, asegura Tamara, “lo ves en los medios, hay chicas de 22 años que tienen la cara toda tocada. No era tan común antes. Podés tener 60 y estar divina, pero para eso hay que hace un gran trabajo. Hay un doble discurso ahí.

Es un trabajo que habla de evolución, que sería poner la atención en el cuerpo y en el dinero para hacer cosas que te hagan bien. Estamos en un momento de mucha exigencia de lo que implica estar bien. Tenés que tener salud mental, es un nuevo requisito, puede tener que ver con que nos miramos más, estamos pendientes del otro. Hay algo de mirarnos con cierta vigilancia que es nocivo”.

 

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