Vargas Llosa-Preysler: una separación tratada como la parodia de una buena crítica literaria, pero que se mira por TV

MADRID.- Vargas Llosa se encuentra en su piso de la calle Flora, en Madrid, y espera a que pase la tormenta, para volver a dar sus paseos por la ciudad. Preysler está en los Estados Unidos desde la semana pasada y no regresará a España hasta Reyes. Hace algunas semanas, mientras ocurría otro vendaval de escándalos de gran escala, dimes y diretes –la separación de Tamara, hija de Preysler, poco después de anunciar su compromiso– las guardias periodísticas apostadas en la mansión de la socialité, en las afueras de la capital, no detectaron que se comenzaban a retirar pertenencias del escritor de aquella residencia, después de ocho años juntos.

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Fuentes cercanas al escritor han salido a desterrar el argumento de los celos como motivo de la separación, pues le brinda una pésima imagen al Premio Nobel de Literatura. Los hijos del autor se mantienen cautos en sus declaraciones y en las redes sociales, mientras, por el contrario, Ana Boyer, hija de Preysler, realizó unas publicaciones en Navidad que dan al menos qué pensar: en una foto de la mesa de Noche Buena publicada en Instagram ubica en primer plano una servilleta con las iniciales bordadas en dorado “BP”, es decir, Boyer-Preysler. Esta imagen es interpretada en los programas de la pantalla chica como una señal, como el fin de la era “Vargas Llosa-Preysler”. Se llenan horas y horas de TV estudiando esta ruptura como, esta vez sí, un vaticinio de aquella frivolidad que el escritor denunciaba en La civilización del espectáculo hace una década.

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En las últimas horas en la televisión española se empezó a barajar una nueva hipótesis como una parodia de la buena crítica literaria o de los estudios literarios serios. En 2021 Vargas Llosa publicó un cuento inédito en la revista Letras Libres. En el relato “Los vientos”, ambientado en un Madrid distópico, el narrador expresa: “Creo que solo una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita. Nunca me perdonó, por supuesto, jamás pude amistarme con ella y, para colmo, ella se casó con Sanabria, un buen amigo del barrio. Es el único episodio de mi remoto pasado que mi memoria no ha olvidado; y me atormenta todavía, sobre todo en las noches. Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazón. De esa pichula que ahora ya no me sirve para nada, salvo para hacer pipí. ¿Por qué sigo diciendo «pichula», algo que no dice nadie en España?”. Estas líneas fueron interpretadas por panelistas de TV como un texto autobiográfico, como si narrador y escritor fueran la misma entidad.

 

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