“Algo único”. Pancho Dotto posa en su fabulosa chacra y muestra en qué convirtió el gallinero y el lugar de los caseros

Su cabeza no para un segundo. A sus 67 años, Pancho Dotto está tan activo como cuando trabajaba rodeado de las modelos más top de la Argentina, que él mismo descubrió. Pero ahora, sus prioridades son otras. Instalado en “El Refugio LSM”, su chacra de cuatro hectáreas en Libertador San Martín, Entre Ríos, el ex manager disfruta de la paz del contacto con la naturaleza, juega con sus perros (entre ellos Crack, su preferido, un regalo de la PR Paola Pravato) e invita a sus amigos a “vivir una experiencia de campo única en un hotel cinco estrellas”. Y, obviamente, él se asegura en persona de que así sea: se ocupa de hacer las compras y de que en cada habitación haya yogures, bebidas, leche deslactosada, frutas, granola, frutos secos y galletitas, para que cada huésped tenga la posibilidad de desayunar allí mismo, si así lo desea. El lugar que descubrió hace dos décadas, y donde vive desde la pandemia, es su lugar en el mundo, del que ya no se despega ni para asistir a los mejores eventos en Buenos Aires y donde puede canalizar toda su creatividad y su talento para la decoración. Una pasión que lo mantiene más vivo que nunca. “Me encanta la armonía de este lugar, es genuino como yo. Soy como soy: acelerado, loco, apasionado, me encanta la decoración… Si no tuviera la posibilidad de crear en este lugar, me moriría”, le cuenta a ¡HOLA! Argentina.

Pancho pasea con su Mercedes- Benz 280 SL, su auto preferido. (Tadeo Jones/)
Vista área desde un drone de la chacra. Se pueden ver diez de los once autos que tiene en “El Refugio LSM”, como también un tractor Hanomag del año 58. (Tadeo Jones/)
Fanático de los autos desde chico, Dotto tiene en su haber 8 Mercedes Benz. En las próximas ampliaciones de “El Refugio LSM” quiere hacer un galpón para guardar sus autos, con una placa que contenga su ficha técnica y la historia de cada uno. (Tadeo Jones/)

−¿Cuál es la esencia de El Refugio LSM?

−Es mi legado, estoy construyendo algo único para que mis amigos vivan una experiencia inolvidable, no sólo en lo estético, sino también en el trato que reciben. Este lugar es la unión de las personas, no de los personajes. Me gusta que todos la pasen bien, que se sientan sobremimados y que eso los haga abrirse. Por ejemplo, Marcela Tinayre vino acá y dijo: “Esta mesa es muy linda, pero no se puede comer” (una mesa hecha con el portón de la caja de un camión antiguo). Y ahora le agregamos una tabla que se llama “La tabla de Marcela”. Cuando viene, ella lava los platos, hace la comida, le enseña a Estanislao (uno de sus asistentes y amigos de hace más de veinte años) a cocinar. Este lugar me permitió conocer a Marcela ser humano y lo mismo pasa con todos mis invitados.

Para el mural de su habitación convocó a la artista mendocina Florencia Aise. (Tadeo Jones/)
Desde su cuarto (el anexo que se observa al fondo), Pancho tiene una increíble vista hacia el jardín con pileta, jacuzzi y sauna. (Tadeo Jones/)
Vista del jacuzzi y el sauna, de estilo rústico, ubicados a un costado de la casa en la que el ex manager tiene su habitación y su vestidor. (Tadeo Jones/)
El sauna circular, traído de Mendoza, por dentro. (Tadeo Jones/)

−¿Cómo fue que convertirse un gallinero de más de cien años en una biblioteca con sus ladrillos originales a la vista?

−Es increíble, hace pocos meses había gallinas y hoy podés encontrar tres históricas bibliotecas Thompson, un fichero inglés con cortina y unos sillones Chester, entre otras maravillas. Conservé la estructura, las paredes y los techos. Los ladrillos están montados en barro y los tensores de hierro que sostienen la estructura son los originales. Dejé también la bovedilla original y bajé el piso del gallinero. Además, hice un paño fijo para poder disfrutar de la vista hacia el patio central. El padrino de esta biblioteca es Gabriel Rolón, que todavía no pudo conocerla, pero cuando venga va a tener su foto y su placa especial.

Dotto convirtió un gallinero de más de cien años en una biblioteca y mantuvo las estructuras, paredes y techos originales. (Tadeo Jones/)
Vista de la entrada de la biblioteca desde el patio. En el medio hay una “callecita estilo europeo” con mesas y sillas de hierro. (Tadeo Jones/)
Cada lugar de “El Refugio LSM” es único. Aquí, otra vista del anexo que solía ser un gallinero. Enfrentado se encuentra el patio techado, con un mural de sus tres perros, Crack, Luna y Capitán, que pintó el artista Alfredo Segatori. (Tadeo Jones/)
En el mismo patio techado hay otros dos coloridos murales de Noelia Fernández. (Tadeo Jones/)

−Otra de las reformas que hiciste es armar un “restobar para amigos” en la casa que era de los caseros

−Es el punto de referencia para juntarnos, comer asado, tomar el té. Tiré al diablo todo lo que había y arranqué de nuevo. Saqué una pared y un montón de cosas que dividían, puse unos azulejos con relieve en el sector de la cocina, compré una heladera antigua, empecé a coleccionar vajilla antigua (inglesa, francesa y alemana, y un juego holandés que compró inspirado en la reina Máxima) y tuve que poner muchos vajilleros transparentes para darle más amplitud. Le llamo restobar porque está divido en dos espacios con iluminación diferente. Por un lado, hay una mesa grande de pinotea maciza para doce personas, que hizo un artesano de Santa Fe, con sillas thonet de bar hechas a nuevo. La parte del bar la pinté toda de negro, puse una alfombra espectacular y una mesa baja cuadrada de quebracho blanco que acompaño con un sillón muy antiguo color suela. Agregué unas lámparas y reflectores tremendos, pinturas realistas y el broche de oro es una moto 0KM Triumph Bonneville 900, que me compré el año pasado. Pero lo más extraordinario de todo es la vista hacia el parque.

El restobar es uno de los anexos que remodeló recientemente por completo (era el lugar de los caseros). Lo decoró con muebles y objetos viejos que fue comprando en Instagram, remates y anticuarios. (Tadeo Jones/)
También colecciona vajilla antigua: inglesa, francesa y alemana, e incluso tiene un juego holandés que compró inspirado en la reina Máxima. (Tadeo Jones/)
La moto 0KM Triumph Bonneville 900 es uno de los grandes atractivos del restobar. (Tadeo Jones/)

−¿Qué otras cosas tenés en mente?

−Donde está la carreta con los toneles, el año que viene va a haber una glorieta de ocho columnas para que toquen orquestas, se pueda comer ahí y hacer la vendimia (es la calle final que da al viñedo). Donde está la cancha de bochas, va a haber un galpón para todos mis autos, cada uno con una placa que contenga su ficha técnica y su historia, el motivo por el que lo compré. El gallinero (tiene más de 50 gallinas que actualmente las tiene su vecino, Carlos Vender) va a volver a estar cerca del corral de los caballos y va a haber una caballeriza con monturero y dos caballos de salto.

Pancho monta a su yegua Esperanza, nombrada en honor a su sobrina mayor. A su lado está Candelaria, cría de otra de sus yeguas llamada Carolina, dado que fue un regalo de su ex novia, Carolina Gimbutas. (Tadeo Jones/)
El anfitrión junto a Dolores Arriola, consultora en protocolo e imagen pública y privada, quien armó las mesas con la porcelana antigua de Pancho para esta producción. (Tadeo Jones/)

−¿Estás planificando otro tipo de habitaciones no convencionales, como la carreta del 1900 que restauraste dos veces para que se pueda dormir en ella?

−Sí, quiero que haya varias alternativas para vivir una experiencia única. Un motorhome para dormir y para hacer excursiones a Paraná. También habrá un glamping, una tiny house y una carpa. Quiero hacer en algún lado una casa del árbol para adultos. ¡Hay tanto para hacer! Las ideas, si no tienen el respaldo de la creatividad y del esfuerzo, quedan en la nada misma. Y entonces, para mí, es una vida de mierda. Una vida en la que no podés concretar sueños, no es vida. Mis amigos me dicen que estoy chiflado con todo lo que quiero hacer, pero después lo piensan y me dicen: “¿Por qué no?”. Nada es poco si es lo que vos querés.

Pancho restauró una carreta de principios de siglo XX que le regaló una vecina y la ubicó en el parque. (Tadeo Jones/)
El interior está acondicionado para dormir y vivir una experiencia más campestre. (Tadeo Jones/)
Dotto quiere que su “hotel cinco estrellas para amigos” sea además un espacio de recreación saludable, donde los invitados puedan andar en bicicleta, tomar clases de yoga y caminatas guiadas. (Tadeo Jones/)
Él mismo se asegura de que en cada habitación haya snacks saludables, yogures y bebidas. Este, “El Rancho”, es otro de los cuartos que renovó por completo. (Tadeo Jones/)

EL NUEVO PANCHO DOTTO

En la paz de su refugio, Dotto comenzó a hacer terapia y emprendió un camino de autocuidado integral, un poco para intentar sanar las heridas del pasado y para disfrutar al máximo de esta nueva etapa en su vida. Hace más de un año y medio que Lorena Cabrera, su psicóloga y coach, lo guía en este proceso. “Ella es mi gran sostén y tiene mucho que ver con mi cambio de vida y con esta nueva persona, que sigue sufriendo, pero que trata de sanar y de no perder el tiempo. No me queda mucho tiempo de vida porque soy una persona grande. Por eso, a diferencia de antes, hoy prefiero estar con menos gente, pero en paz”, confiesa.

Dotto junto a Lorena Cabrera, su psicóloga y coach, y a quien define como su gran sostén. Su sesión semanal dura dos horas, y además de hablar de sus temas personales, toman mate y Pancho le muestra las renovaciones de la casa. (Tadeo Jones/)
Entre sus nuevas adquisiciones no podía faltar un árbol navideño y un Papá Noel gigante, que colocó en el anexo llamado “El Cubo” junto a su Pagoda (Mercedes- Benz 280 SL). (Tadeo Jones/)

−Siempre decís que sacaste adelante las carreras de muchas modelos, pero que lo pagaste con tu salud y tu bienestar.

−Durante muchos años me jacté de que no me tomaba vacaciones, estaba loco. La gente creía que ese personaje que se paseaba por Punta del Este en autos hermosos y mujeres maravillosas la pasaba genial. Pero yo no la pasaba bien, porque descuidaba mis relaciones interpersonales, lo más importante que existe en la vida. Hablo de mi madre, de mis hermanos, de mis amigos de toda la vida y de mis parejas. Actualmente, tengo el tiempo para dedicarle a una mujer, pero no me movería de acá de ninguna manera.

El ex manager comparte esta postal familiar junto a su querida hermana Mónica, que vive en Estados Unidos. A pesar de la distancia que los separa, todos los días hablan por teléfono y es su gran apoyo, al igual que su prima Claudia Álvarez.
Carlos Kranevitter, gran amigo de Dotto, asando un cordero a la cruz. (Tadeo Jones/)

−¿Cómo definirías tu presente?

−El 26 de julio murió mi hermano mayor, yo estaba muy golpeado y sigo golpeado, y aparte estaba muy mal de la columna. Tengo seis hernias de disco y problemas en las rodillas. Pero Lorena me ayudó a reconocer que la única forma de estar bien es ocuparse de la mente y el cuerpo. Hoy hago pilates, RPG, osteopatía y kinesiología. Estoy a dieta, en muy poco tiempo bajé 18 kilos con la ayuda de Marcelo San Martín, médico nutricionista y deportólogo. Gracias a todos estos profesionales empecé a funcionar mucho mejor. Hoy tengo una agilidad y una movilidad que quiero tener hasta que me muera. Quiero sentirme joven hasta el último día de mi vida.

En el último año, Pancho se enfocó en su autocuidado físico y mental. Hoy, no se pierde ni una sesión de pilates, RPG, osteopatía y kinesiología, que lo ayudaron a recuperar a la agilidad que tanto había perdido. (Tadeo Jones/)
Sonriente, Pancho posa junto a Crack en su Land Rover modelo 80. (Tadeo Jones/)
Juega para la cámara con una amoladora de su garaje−taller, “un sitio para hablar de autos”. A sus 14 años, empezó a trabajar en un taller mecánico y soñaba con tener un Rolls Royce, fantasía que pudo cumplir de grande. (Tadeo Jones/)
Otra vista el garaje-taller, uno de sus sitios favoritos dentro de la chacra que compró hace dos décadas. Dotto podía pasar años sin ir, y era su amigo Horacio Cabrera quien se encargaba de administrarla. Finalmente, el ex manager se instaló en Entre Ríos durante la pandemia, donde se siente feliz y en paz. (Tadeo Jones/)
La tapa de la revista ¡Hola! de esta semana (foto: Marcelo Rodríguez/)

 

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