El pensamiento pitagórico ubica a la música en el plano de la perfección misma.
Sin embargo, no es por Pitágoras, sino por Santa Cecilia, que cada 22 de noviembre se celebra el día de la música.
Noble romana convertida al catolicismo y martirizada por tal motivo alrededor del año 200 de la era cristiana, su estatus de patrona de la música quizás parta de una confusión histórica. Ya que de música hablamos, como dice el bolero, pasaron más de mil años desde su martirio para que Cecilia de Roma fuera canonizada y ungida en patrona de la música, según unas actas que parecen mencionar órganos musicales acompañándola en su martirio.
Pero en la opinión de varios entendidos, en realidad esos órganos se trataban de instrumentos de tortura, que, a fuerza de malas traducciones de aquellas actas, se interpretaron como instrumentos musicales. Arte de combinar los sonidos -según las definiciones tradicionales- la música es compañera de los solitarios, alimento para el espíritu o protagonista de días festivos.
Para quiénes somos músicos comprobadamente amateurs es una inagotable fuente de placer y sosiego, en la cual encontrar luego de muchos intentos el acorde correcto equivale a una sensación orgásmica.
