Messi agiganta su leyenda

De camino hacia el último reto de su vida, el más importante, el más deseado, el definitivo, el más esquivo después de cuatro intentos frustrados, Lionel Messi va agigantando su leyenda.

Tal vez no conquiste el Mundial con Argentina, aunque apenas le faltan dos partidos: la semifinal frente a Croacia y la hipotética final. No está aún tan cerca del título dorado como en 2014, cuando sucumbió en la final frente a Alemania. Pero su actuación en Qatar pasará a los libros de historia de la competición. Un nombre indeleble.

Primero a través de los números, que le convierten en un futbolista inolvidable (ya lo es), único, del parangón de los que escribió en la Copa América de 2021, el primer título mayor que conquistó con Argentina y rompió la frustración que le acomplejaba. Messi lideró todos los apartados estadísticos ofensivos. Solo aparecía su nombre en una serie de clasificaciones que, en la Eurocopa, disputada el mismo verano, se repartían varios futbolistas. Dominó la competición y condujo a la albiceleste a un título que no levantaba desde 1993.En Qatar, Messi es la locomotora que arrastra a Argentina. Ha marcado cuatro de los nueves goles del equipo y ha dado dos asistencias. El agónico triunfo sobre Países Bajos llevó el sello exclusivo de su firma. Dio la fabulosa asistencia a Nahuel Molina que ningún defensa naranja intuyó y marcó el segundo gol de penalti. Luego añadió el primer penal de la tanda.

¿Un deporte colectivo?

Las dos paradas de Emiliano Martínez y el quinto tiro de Lautaro reivindicaron que el fútbol es un deporte colectivo. Aunque nadie puede discutir, que sin la individualidad de Messi, Argentina sería un equipo vulgarísimo y, tal vez, ni habría superado la fase de grupos.

El gol de los cuartos de final supuso el número 2.700 de los anotados en las fases finales de los Mundiales e igualó, en el ámbito privado de la selección argentina, los 10 goles que había coleccionado Gabriel Batistuta, otro nombre que cae del pedestal, como anteriormente cayó el de Diego Maradona en las demás clasificaciones. En las guías de la próxima edición del Mundial-2026, que se repartirán Estados Unidos, México y Canadá, saldrá Messi en todas partes. Tal vez solo falte en el ranking de goleadores. Todavía lo es el alemán Miroslav Klose, con 16 goles. 

Desfilan los camaradas

En Qatar se encontraban los viejos colegas de una generación. Han ido desfilando todos para casa. Luis Suárez fue el primero que se despidió. El viernes se retiró Neymar, hundido, con el débil liderazgo que ejerce en la selección brasileña. Cristiano Ronaldo, rebelde y suplente, se marchó llorando del campo por el túnel de salida de la élite, humillado por el mismo Marruecos que se había cargado a España en la eliminatoria anterior. Messi sigue en pie, firme, a los 35 años, regulando los esfuerzos, como analizaron en la selección holandesa y que luego afearon los argentinos, acusando a Louis van Gaal y a los futbolistas de falta de respeto.

Ninguna respuesta es más contundente que la del césped, y Messi habló donde tocaba. No dejó escapar la ocasión de hablar también ante los micrófonos, a lo que es tan dado con Argentina y tan esquivo era siendo capitán del Barça. Habló Messi cara a cara con Van Gaal, habló a otros jugadores –”¿qué miras, bobo? Anda para allá», espetó a Woug Werghost, “el 19” que no paró de molestarle y que esperaba para pedirle la camiseta”–, y no se calló ante Mateu Lahoz

 

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