El acercamiento de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) a Junts per Catalunya tuvo una nueva instantánea en la manifestación del pasado martes, día de la Constitución. Representantes de la entidad, en otro tiempo poderosa argamasa civil de todo el independentismo, se unieron a dirigentes del partido político fundado por Carles Puigdemont fundamentalmente con un objetivo: criticar los pactos entre Esquerra Republicana y el Gobierno de España. El último fruto de esa negociación, que se mantiene con altibajos desde principio de la legislatura, es la derogación del delito de sedición –por el que fueron condenados a varios años de cárcel los impulsores del referéndum del 1 de octubre de 2017– y su sustitución por el de desórdenes públicos agravados. Contra esa decisión protestaron sobre todo la ANC y Junts, con el apoyo también de la CUP, en el centro de Barcelona; consiguieron reunir a pocos miles de personas, muy lejos de las grandes concentraciones del procés. No les acompañó en esta ocasión Òmnium Cultural, que durante algunos años organizó junto a la ANC las enormes marchas independentistas de las Diadas.
¿Se ha trasladado el divorcio del Parlament a las asociaciones que durante todo el procés vehicularon el soberanismo en la calle? ¿Puede decirse que la ruptura del Govern de octubre, con la salida de los consellers de Junts tras una consulta interna que evidenció la división del partido, se ha contagiado a las entidades civiles? Lo cierto es que la ANC y Òmnium nunca han sido lo mismo. Ni por historia, ni por amplitud de objetivos. La ANC nació hace apenas una década, cuando la temperatura de la reivindicación soberanista comenzaba a elevarse. La única ambición de la asociación fue desde el primer momento –así se especificó en la asamblea celebrada en marzo de 2012, y tras la cual fue elegida Carme Forcadell como presidenta– conseguir la independencia de Catalunya.
Una década de historia contra 61 años
Òmnium Cultural, por el contrario, es una asociación con un largo pedigrí, y cuyas raíces se hunden en la oposición al franquismo. Si la ANC tiene apenas una década de historia, Òmnium cumplió 61 años en 2021. Fundada por un grupo de patricios catalanistas, sus primeros objetivos fueron la promoción de la lengua y la cultura catalanas en un momento en que las circunstancias políticas las habían colocado en una situación precaria.
La asociación mantiene ese cariz cultural durante los primeros años de la restauración democrática, y no es hasta la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 que recorta el Estatut cuando Òmnium adquiere un compromiso más claramente político, con la organización de la gran manifestación de protesta. El éxito de esa concentración fue el germen de las posteriores.
Los años 2013, 2014 y 2015 fueron los que vieron una mayor colaboración de ANC y Òmnium. Juntas organizaron las manifestaciones de las Diadas de esos años, que lograron reunir a cientos de miles de personas –cuando no millones– y certificaron la condición de movimiento de masas del independentismo. Además, las dos mujeres que lideraban entonces esas asociaciones, Forcadell y Muriel Casals, aceptaron incorporarse en 2015 a la lista electoral de Junts pel Sí. Ambas ocuparon el segundo y el tercer puesto de la candidatura unitaria soberanista, justo por detrás de Raül Romeva y por delante de Artur Mas y Oriol Junqueras.
Pero ni antes ni después de esos años la colaboración ha sido tan intensa. Ahora, cinco años después del 1-O y de la declaración de independencia frustrada, y tras el juicio, la sentencia y el indulto de los líderes políticos que las promovieron, la ANC quiere recuperar la incidencia política que tuvo durante los años más calientes del ‘procés’.
A la estela de Borràs
Pero, para hacerlo, y en consonancia con los sectores más acelerados de Junts –que muchos identifican con los seguidores de Laura Borràs, que estuvo en la manifestación del martes y cuya figura se reivindicó allí–, han elegido elevar el tono de las críticas contra ERC. El partido que detenta el Govern, aunque lo hace con el apoyo de solo 33 de los 135 diputados tras la salida de Junts, tuvo que defenderse hace unos días de las críticas de una asociación con la que, durante unos años, tuvo una estrecha sintonía. La portavoz del Ejecutivo catalán, Patrícia Plaja, pidió a la ANC que no se equivocase de adversario, después de que el vicepresidente de la entidad, Jordi Pessarrodona, hubiera tildado a ERC de “colaboracionistas”.
Òmnium, sin embargo, siempre ha procurado mantener buenas relaciones con los partidos, y no solo con los independentistas. Desde hace años han mantenido contactos con los ‘comuns’, y tampoco se han negado a hablar con el PSC. Además, en los últimos tiempos busca subrayar la amplitud de objetivos que tiene la asociación, entre los que se encuentra también la cohesión social. El presidente de la entidad, Xavier Antich, dijo que no se sumaban a la protesta del martes porque no querían contribuir al enfrentamiento entre independentistas, ni a “hacer antipolítica”.
La presidenta de la ANC, Dolors Feliu, fue sin embargo muy contundente en la manifestación, en la que se corearon lemas contra Esquerra y contra el Ejecutivo catalán. “El Govern y el Estado están de acuerdo en pacificar Catalunya por la vía de la destrucción del movimiento. Y no lo vamos a permitir”, dijo en su discurso, dejando claro que las dos grandes asociaciones del independentismo comparten el ideal de la secesión, pero no los métodos para alcanzarla.