‘Little America’, pequeñas historias cargadas de épica sobre la inmigración

Hace un tiempo igual habría sorprendido que la directora de una película ganadora del Oscar, ‘CODA. Los sonidos del silencio’, para ser más precisos, regresara a la actualidad con una serie y no otra película bajo el brazo. Pero, ya sea por motivos industriales o creativos, la alternancia entre ambos formatos es cada vez más común entre cineastas de todo calibre. En el caso de Sian Heder, regresar a los focos con ‘Little America’ (Apple TV+, desde el viernes, día 9) ha sido a la vez cuestión de obligación y pasión. “Escribimos la segunda temporada de la serie en primavera de 2020”, nos explica por videollamada. “La producción debía arrancar en mayo de ese año. Pero, claro, el mundo se detuvo. Por culpa del covid-19, hubo un gran paréntesis entre la escritura y la posibilidad de rodar. Hacer una temporada de esta serie, que es casi como hacer ocho películas, pero con los plazos propios de la televisión episódica, era imposible en esas condiciones”. 

Cuando se estrenó su primera temporada, en enero de 2020, esta antología inspirada en historias reales de inmigrantes se publicitaba como un proyecto desarrollado por Kumail Nanjiani y Emily V. Gordon, matrimonio y guionistas de ‘La gran enfermedad del amor’, espléndida comedia dramática que dio la sorpresa comercial en verano de 2017. Ahora, después de los tres Oscar de ‘CODA’, se anuncia a todo volumen como una obra de Heder, la que ha sido su ‘showrunner’ desde el principio mano a mano con Lee Eisenberg, antiguo guionista y productor de ‘The office’. “¡Son cosas del márketing!”, dice ella entre risas. “No he tenido nada que ver con esa decisión”.

Sombrerero coreano en Detroit

Para Heder, ‘Little America’ se ha convertido en una pasión por las relaciones que ha establecido con las personas reales que inspiran los episodios. “Los entrevistas una y otra vez, comparten sus vidas contigo. Es un gran acto de generosidad que los hace muy vulnerables. Como creadora, debes respetar esa vulnerabilidad y hacer justicia a sus historias”, explica la guionista y productora. 

En la anterior temporada, ella misma dirigía ‘El silencio’, con Mélanie Laurent como una mujer francesa (suiza originalmente) que encontraba el amor, sin apenas elevar la voz, en un retiro de meditación silenciosa. Aquí no dirige ninguno de los ocho capítulos, pero como ‘coshowrunner’ ha supervisado la escritura de todos ellos. Y desarrollado a medias con Jenny Zhang (famosa novelista que saltó de Shanghai a Nueva York con cinco años) la historia de ‘Mr. Song’, episodio inaugural en torno al hombre que diseñó el icónico sombrero con lazo de Aretha Franklin para la toma de posesión de Obama. “Cuando investigué sobre esa pieza icónica, me sorprendió saber que Song era un inmigrante coreano que había venido de Seúl con su familia [en su época de niñez, el personaje es nada menos que Alan S. Kim, el niño de ‘Minari’] y había acabado siendo admirado en la comunidad negra de Detroit. Fue y es el sombrerero de referencia para las mujeres que buscan el mejor complemento para la iglesia”.

Lo mal visto de sentirse bien

La intersección cultural (entre comunidades, entre amigos que no esperaban llegar a serlo) es uno de los temas primordiales en esta temporada. Ahí queda un episodio como ‘The indoor arm’, sobre la amistad entre una joven de El Salvador y un jardinero llegado de Japón. O ‘The bra whisperer’, sobre una mujer negra de Belice que empieza a familiarizarse con la cultura estadounidense desde el seno de la comunidad jasídica de Borough Park, núcleo de judaísmo ortodoxo en Brooklyn. “También exploramos a fondo la cuestión de la familia y las expectativas familiares, cómo una generación exige algo a la siguiente”, explica Heder. “E intentamos deconstruir el sueño americano en el intento de averiguar cuál es exactamente el intercambio y si siempre este sale a cuenta al inmigrante. Explorar qué clase de cosas sacrificamos en la búsqueda de la ambición y del capitalismo”. 

Aunque con elementos dramáticos, las pequeñas pero épicas historias de ‘Little America’ suelen desbordar buenos sentimientos, algo que, inevitablemente, la condena al desprecio de una parte de la crítica. ¿Por qué sentirse mal está mejor visto que sentirse bien? “Todavía hoy existe la percepción de que el buen arte es nihilista”, apunta Heder. “Tampoco es que nos planteemos hacer historias ‘feelgood’ de forma consciente, pero nos acaban atrayendo las voces en las que se mezclan emoción y humor, calidez humana. En ningún momento hemos querido hacer una serie, digamos, arriesgada, o dirigida a un público reducido. Creo que hay un espacio que ocupar con series como esta, una que puedas ver con tus hijos, que haga sentirse a la familia más unida y que sirva para ver con empatía a personajes marginados o vistos como ‘el otro’, ‘el de afuera'”.

 

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