“¡Auxilio, ayuda, me van a matar!”. Estos fueron los desgarradores gritos que en octubre de 2019 alertaron a un vecino del barrio de Les Fonts (Terrassa). Los emitía una chica gallega de 24 años, después de permanecer cerca de dos semanas encerrada en una chabola de las afueras de este núcleo urbano en la que fue sometida a agresiones físicas y sexuales. Es el mismo lugar donde, el pasado martes, otra mujer fue liberada tras haber sufrido un presunto secuestro sexual prácticamente idéntico.
El vecino que hace tres años activó a la policía local y logró liberar a la joven hoy vive protegido con un sistema de videovigilancia, una verja cerrada con candado y cinco perros. “Este lugar es muy peligroso, es una selva. Por eso me puse las alarmas y me saqué la licencia de los perros, para dejar de tener miedo”, explica, asustado, a EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, del grupo Prensa ibérica. Los vecinos de la zona, atemorizados, piden un desalojo urgente del lugar. Los habitantes de estas cabañas insalubres, que niegan los dos secuestros y acumulan un amplio historial de antecedentes, afirman que jamás se irán de allí.
La zona donde se encuentran estas casas precarias es inhóspita, y se accede a ella a través de caminos de tierra con los que es prácticamente imposible entrar con un vehículo. La primera chabola, que se parece mucho a un vertedero, estaba habitada por Iroy, un hombre de 35 años que hace tres salió de la cárcel, condenado por robos. Este jueves ha quedado en libertad con cargos por el presunto secuestro en una de las cabañas de la zona de la que fue su pareja y agredirla sexualmente. “Iroy vivía allí desde hacía tres años porque cuando salió de la cárcel no tenía donde ir”, explican Juan Ramón y Ramona, un matrimonio de etnia gitana que vive en la otra chabola del lugar. El lugar del secuestro es un habitáculo construido con trozos de madera: mugriento, apesta a defecaciones, y cuenta con un colchón donde probablemente la mujer fue encerrada.
La madre de la víctima, preguntada por este diario, cuenta que su hija desapareció el 26 de noviembre. “La raptó a la fuerza en Terrassa”, sigue. Niega que su hija, Talía, e Idoy, el secuestrador, fueran pareja, aunque el juez de guardia que lo ha dejado en libertad cree que sí había una relación afectiva. “Lo conoció una noche pero no era su novio”, sigue. Explica que la mujer, de unos treinta años y madre de cuatro hijos, está completamente destrozada. “La violó y la pegó”. “No fue hasta el martes cuando ella me envió un whatsap con la ubicación que los Mossos la pudieron encontrar y rescatar. Hasta entonces no daba señales de vida”, cuenta la madre.
Una versión diametralmente distinta de la que exponen Juan Ramón y Ramona, los habitantes de una chabola de Les Fonts, que defienden a ultranza al presunto secuestrador. Dicen que él y la víctima se conocían a través de internet, y que en los últimos tres o cuatro meses seguían juntos. “Era su mujer“, justifica Ramona. Este miércoles, el presunto autor volvió al lugar de los hechos, esposado y acompañado de los Mossos d’Esquadra. Cuenta con una cincuentena de antecedentes policiales y este jueves le han dejado en libertad con cargos.
Segundo secuestro sexual
Se da la circunstancia de que el hijo de esta pareja que malvive en la chabola vecina también fue acusado, y condenado, por un secuestro sexual de las mismas características ocurrido hace tres años. Pasó en el mismo lugar en octubre de 2019 y acabó cuando el vecino que había oído los gritos de la víctima llamó a la policía. El acusado lleva tres años entre rejas. Sus padres explican que le quedan tres más para terminar de cumplir su condena.
Según dicen los testigos y los padres, presentes en el juicio, la joven contó que no solo había sido sometida a violaciones constantes durante aquellas dos semanas. También sufrió palizas y golpes, y temió por su propia vida. En este caso, el lugar donde la retenían era un vehículo abandonado que la familia tiene frente a su chabola. “Era su novia, se conocieron a través del móvil… y luego salió ella contando estas mentiras”, dicen los padres, que también fueron condenados por su posible participación en este secuestro. No llegaron a entrar en prisión. Lo suyo quedó en una multa que aún hoy siguen pagando, dicen. “Ha pasado exactamente lo mismo dos veces”, se queja la familia, aludiendo al secuestro de esta semana. Sin embargo, la versión policial no tiene nada que ver con la de la familia. Se trata de dos casos prácticamente calcados: son dos secuestros en el mismo lugar, con agresiones sexuales y ejercidos por hombres que conocían a las víctimas, y que a su vez eran amigos.
Quejas vecinales
Hace años que los vecinos del barrio de Les Fonts se quejan de cuanto ocurre en estas dos casas de lata y madera que se han erguido en este territorio. Primero, por un tema de insalubridad. “Está lleno de basura, de residuos… es indigno, parece una ‘deixalleria'”, se quejan. Al conocer el segundo secuestro, no dan crédito. “¿Qué más tiene que pasar? ¿Qué otra desgracia nos espera?”, insisten con las manos en la cabeza. Las críticas de los vecinos a este lugar son ya ensordecedoras. “Lo hemos avisado en muchísimas ocasiones, el Ayuntamiento lo sabe y no hace nada“, se quejan los vecinos. “Cada vez se hacen más fuertes, y las ramas van cubriendo más las chabolas para que no se vea nada. ¡Hay una de ellas en la que ya ni se puede ver lo que ocurre, pero están allí. Es como una selva…. pero muy, muy, muy peligrosa!”, exclama un vecino asustado.
Muertos de miedo por lo que les pueda pasar, rompen el silencio con EL PERIÓDICO y reclaman con dureza que el consistorio actúe de una vez en este lugar. “Nos hacen caso omiso”, se quejan. “Es que, además, está muy cerca de una zona donde pasea mucha gente con niños“, dicen. Al otro lado de las vías, frente al lugar del terror, una pareja cultiva un huerto. Hay un parque de juegos para perros perfectamente acondicionado, un campo de fútbol que se usa a menudo y donde se hacen muchas actividades, y constantemente pasan personas que pasean o hacen deporte en los caminos de tierra, alrededor de la riera de Rubí. “La gente viene por aquí tan tranquilamente, se mete por los caminitos, y no tienen ni idea de que corren peligro, esto se tiene que acabar”, se quejan los vecinos.