Luis Enrique y la jauría mediática

Siempre nos quedará la duda: todos los que se han sumado a la jauría mediática que ha acabado por liquidar a Luis Enrique, ¿lo hicieron porque no les convencían sus planteamientos tácticos o simplemente porque había ganas de acabar con un entrenador que no cae bien y que no baila al son de la prensa?

Nunca lo sabremos. No hay pruebas, pero tampoco dudas: la jauría mediática ha devorado a uno de los mejores entrenadores que tiene este país. Caer con Marruecos en los octavos de final de un Mundial es un resultado decepcionante (llámenlo fracaso, si quieren), pero que no tiene por qué invalidar un proyecto que hace poco más de un año logró llegar a las semifinales de una Eurocopa.

Luis Enrique tenía capacidad -y personalidad- para seguir al frente del equipo al menos hasta la Eurocopa de 2024. Pero la tormenta mediática ha sido de tal calibre que en la RFEF optaron por la solución políticamente correcta. Un cambio de aires para contentar al entorno, que volverá a disfrutar de un plácido día a día en la selección.

Todos los análisis sobre el trabajo de Luis Enrique han estado condicionados por un factor: no cae bien a la prensa. No concede entrevistas. No admite filtraciones. Y eso, para algunos, es imperdonable. Y eso, para algunos, sirve para criticar absolutamente todas sus decisiones, planteamientos o listas de convocados.

Han sido muy pocos quienes se han detenido a valorar su trabajo como entrenador más allá de su volcánica personalidad: qué legado deja, de qué sirve apostar por los jóvenes, de qué sirve mantenerse fiel a un estilo que hizo grande a España, con el balón siempre como protagonista.

Muchos de los que ahora recelan de la posesión y del toque salivaban como perros de Pavlov con el tiqui taca del periodo glorioso (2008-2012). Lo que antes se presentaba como una virtud (el mejor camino posible, la identidad de la selección, etc) ahora es un lastre. Simplemente, porque al frente de la selección había un tipo que no les caía bien.

 

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