Sobre el papel, este miércoles en la NBA presentaba un duelo muy afilado entre los líderes del Este y el Oeste, pero al final solo hubo un equipo en la pista: los Boston Celtics, que humillaron a los Phoenix Suns con una impresionante demostración de autoridad y poderío (98-125). Las estadísticas reflejaron de forma brutal la magnitud de la paliza, con unos Celtics que, en el ecuador del tercer cuarto, ya iban ganando de 45 puntos (49-94). Más allá del descomunal atropello, los Celtics (21-5), que llevan tres victorias seguidas a domicilio, dejaron claro que en estos momentos -y con permiso de los Milwaukee Bucks- son el gran rival a batir en la NBA. Los Suns (16-9), pese al regreso de Chris Paul tras un mes lesionado, se derritieron como un cubito de hielo en el desierto de Arizona y perdieron el liderato del Oeste en favor de los New Orleans Pelicans (16-8).
Salvando las distancias y teniendo en cuenta que es solo un partido más de temporada regular, la impotencia, la incapacidad y la pasmosa falta de reacción de Phoenix recordó a su histórica debacle de la temporada pasada en el séptimo encuentro de la semifinal del Oeste frente a los Dallas Mavericks. En cambio, la exhibición de Boston fue arrolladora, con un catálogo sin fin de recursos y con una maquinaria totalmente engrasada tanto en ataque como en defensa. Jayson Tatum y Jaylen Brown, con 25 puntos por cabeza en menos de 30 minutos en la cancha, volvieron a ser una pareja imparable. Pero, ante todo, el equipo de Joe Mazzulla, que no pudo contar con el dominicano Al Horford por el protocolo de coronavirus, deslumbró por el carácter ganador y el compromiso de todos sus jugadores: Grant Williams (14 puntos), Malcolm Brogdon (16 puntos), Blake Griffin, Marcus Smart, Derrick White, Luke Kornet… Devin Booker sumó 17 puntos en unos Suns que venían de perder también con claridad ante Dallas (130-111). En los tres primeros periodos, antes de que Phoenix maquillara levemente el marcador en el último cuarto (33-21), Boston metió el 52,6% de sus tiros de campo (36,6% de los Suns) y el 39,4% de sus triples (16,7% de sus rivales).
Terror en Phoenix
La noche no apuntaba a un descalabro de los Suns, ya que empezaron el partido con mucha intensidad en ambas canastas, pero los Celtics no tardaron en reaccionar, tanto que al final del primer cuarto ya habían anotado siete de sus nueve jugadores que habían pisado la pista. Un elocuente parcial de 2-17 en solo cuatro minutos dejó a Boston con +10 tras el primer periodo (21-31). Los Suns empezaron a fracturarse en mil pedazos desde su terrible 0 de 8 en triples en el primer cuarto. A partir de ahí las cosas solo irían a peor para los locales. Los Celtics dominaban los rebotes, cazaban los balones divididos, llegaban un instante antes a cada jugada y, en definitiva, estaban a una distancia gigantesca de los Suns en cuanto a energía, acierto y química.
Las alarmas saltaron pronto en Phoenix con un 24-40 con 9.15 para el descanso. Cuatro minutos después, los Suns ya perdían de 22 por un triple de Derrick White (30-52). Con 13 puntos en el segundo periodo, Brown capitaneó el irresistible y devastador ataque de los Celtics mientras un Booker muy frustrado cometió su cuarta falta antes de cerrar la primera mitad. El marcador del descanso (42-69) explicaba tan bien el meneo de los Celtics a los Suns como el ridículo 1 de 15 en triples de Phoenix.
Voraces e insaciables, los Celtics regresaron del intermedio como si el partido estuviera igualado y Tatum tomó el relevo de Brown en ataque. Candidato con mayúsculas al MVP, Tatum se lució con varios triples y preciosos ‘fade away’ para que Boston superara barreras sin despeinarse: primero los 30 puntos de ventaja, luego los 35, a continuación los 40… Al final la mayor diferencia fue de +45 con 5.30 por jugarse en el tercer cuarto, un momento en el que Monty Williams sacó la bandera blanca, retiró a todos sus titulares y se rindió ante el sobrecogedor recital de los Celtics en Phoenix.