Golearon a Costa Rica, salvaron los muebles ante Alemania y naufragaron ante Japón. Primera fase desconcertante y decepcionante de España. Fue de más a menos. Cuando lo tenía todo para ser campeona de grupo, se clasificó con mas pena que gloria. La Roja de Luis Enrique es un equipo imprevisible, capaz de lo mejor y lo peor. Lógico por tanto que su futuro despierte dudas y poca confianza. Son capaces de dominar un partido en la primera parte y perder los papeles tras el descanso. Forman un conjunto de jugadores donde nadie es indiscutible y muchos son discutibles. Hay más juventud que experiencia, más ilusión que seguridad.
La Roja, para lo bueno y para lo malo, es un equipo “made in Luis Enrique”, con el estilo de un seleccionador cuyo carácter y personalidad eclipsa a los jugadores. Exige compromiso y entrega al cien por cien. A nivel actitud nada que reprochar a los jugadores, lo dan todo, pero el coraje y el entusiasmo no siempre es garantía de éxitos. Hace falta más. No hay un equipo titular indiscutible, las rotaciones son constantes y lo único que parece fijo es el centro del campo del Barça. España se ha plantado en Catar consciente de que repetir lo de Sudáfrica hace doce años es muy difícil pero soñar siempre es posible.
Ahora toca hacer un reset, olvidar lo sucedido y pensar en ganar a Marruecos que sobre el papel es un rival asequible. Ha llegado la hora de la verdad, donde los fallos se pagan con el viaje de vuelta a casa y las victorias son duras y trabajadas. Luis Enrique tiene que levantar la moral del equipo, devolverles la alegría y confianza que tuvieron el día del debut a través del poder mental. Lo mas grave de la derrota ante Japón, no fueron los diez minutos que nos pasaron por encima con dos goles que pusieron en evidencia a la defensa, lo realmente preocupante es que quedaban cuarenta minutos de partido y la Roja fue incapaz de remontar la situación. La impotencia ante un adversario que durante media hora se limitó a cerrarse en defensa, fue manifiesta. El debut mundial de Ansu Fati en la última fase, sirvió de poco. La responsabilidad y el miedo atenazaron a todos.
Vaya por delante que me siento incapaz de vislumbrar el papel que puede hacer España en este Mundial, lo único que tengo claro es que ante Marruecos no vale especular ni tácticas conservadoras. Hay que dominar desde el principio y recuperar la furia perdida. La Roja no destaca por sus individualidades, su fuerza está en el equilibrio entre líneas, en jugar como un bloque. No hay nada perdido y todo está por ganar. No van sobrados pero es evidente que en este Mundial hay mas futbol meritorio que talento. El equipo de Luis Enrique, si coge la racha, puede ganar a cualquiera, eso sí, sufriendo y luchando como titanes ya que esta es su mejor virtud.
Luis Enrique se juega su futuro a cara o cruz. Si llega a la final podrá elegir, si cae eliminado pronto le faltaran ganas para continuar. Busquets, el único superviviente del título de Sudáfrica, disputa su última gran competición internacional. Debutantes como Pedri y Gavi asumen el reto de brillar con luz propia en un campeonato donde las individualidades cada vez mas son los goleadores. Unai Simon se tiene que convencer que lo suyo no es el juego con los pies y aplicarse a salvar goles ya que Japón llegó tres veces y metió dos. La falta de delanteros centros se nota y más si cambias a Morata antes de hora. Al seleccionador le quedan días de trabajo intenso, tanto como sicólogo como para acertar con la alineación.