No es justo. Cuando pensamos en el inventor del teléfono, el nombre que primero viene a la mente es el de Alexander Graham Bell. El de Martin Cooper es solo conocido por unos pocos expertos en tecnología, periodistas e historiadores. Y eso que casi nadie usa ya teléfonos del tipo que inventó Graham Bell; usamos celulares. De alguna clase, pero los teléfonos de línea, “vinculados a un lugar y no a una persona”, como señaló desde el principio Cooper, están en vías de extinción. En mi caso, que supe tener no ya una línea, sino dos, hace más de 10 años que no hay aparato de teléfono en casa. Los teléfonos públicos, que otrora eran una visión tan común como los buzones postales, están siendo retirados en todo el mundo, aunque Inglaterra decidió en 2021 salvar muchos de esos aparatos, a los que considera fundamentales en una emergencia. Incluso cuando el 96% de los adultos en ese país tiene un celular.
Retiraron el último teléfono público de Nueva York (Twitter/)
Más aun, ayer el SMS cumplió 30 años y en abril del año próximo el teléfono móvil (esa primera llamada histórica con un dispositivo semejante a los que usamos hoy; ahora vamos a los detalles) cumplirá medio siglo. Parece ayer, mire. Medio siglo desde que Martin Cooper se paró e una esquina de la ciudad de Nueva York e hizo la primera llamada celular de la historia.
Cuando uno mira de cerca, en realidad, todo esto de las invenciones es injusto. Ni Bell ni Cooper trabajaron en vacío para permitirnos hablar a distancia. Cientos de pensadores contribuyeron con sus ideas y desarrollos, y eso desde épocas tan remotas como 1926, cuando los pasajeros de primera clase podían hacer llamadas móviles desde los trenes de la Deutsche Reichsbahn –el sistema nacional de ferrocarril creado en Alemania después de la Primera Guerra Mundial–, hasta, por supuesto, el gran perdedor (injustamente, de nuevo) de esta historia, Joel Engel, ingeniero de AT&T que, junto con Richard Frenkiel, habían sentado las bases para que los coches (ya no las casas) tuvieran un teléfono incorporado.
Eso más Marconi, el mismo Graham Bell, y los miles de investigadores en ciencias básicas que habían tejido la trama invisible que subyace en el estudio de la naturaleza y que nos permite hablar con cierto desenfado de cosas como el espectro electromagnético, los semiconductores y la ley de la conservación de la energía. Pero, es cierto, el que se expuso en esa esquina de la Sexta Avenida, en la ciudad de New York, y pudo haber hecho un papelón épico fue Martin Cooper. No hizo ningún papelón, se sabe. Por el contrario. Hizo historia. Con una pizca de sal, además, porque la competencia entre Motorola y AT&T era intensa.
Ese día, frente a periodistas y gente que pasaba, llamó a Joel Stanley Engel (que no tenía celular, se entiende; el único en existencia estaba en la mano de Cooper) y le dijo: “Hola, Joel, soy Marty. Te estoy llamando desde un teléfono celular, uno real, de mano, un celular portátil”. Cooper estaba metiendo el dedo en la llaga. Engel, Frenkiel y su equipo habían creado el teléfono celular para coches, y estaban buscando mejorar esa idea. Por eso hizo hincapié en que se trataba de un “equipo de mano, un celular portátil”. Cooper le confesó a Ricardo Sametband, que lo entrevistó en 2013, que a Engel esa llamada no le hizo ninguna gracia. Es comprensible.
Dos kilos de movilidad
Medio siglo en tecnología es una enormidad de tiempo. Pongamos ese día de abril de 1973 en contexto. Dos años antes, una compañía que había sido fundada en 1968 y que mayormente se dedicaba a fabricar chips de memoria había creado el primer cerebro electrónico que estuvo disponible comercialmente, el Intel 4004. Fue el puntapié inicial de movimientos orogénicos que lo cambiarían todo y que, en un punto, en el futuro, empalmarían con la telefonía celular. Hoy (y desde hace mucho) los smartphones son en realidad computadoras de bolsillo con varios procesadores en su interior y conexión con Internet.
Motorola había instalado lo que hoy sería una antena celular en la terraza de un edificio construido en 1928, que en ese momento se conocía como Burlington House, y Cooper llamó al teléfono de línea de Engel desde la calle. Eso fue dos años antes de que se fundara Microsoft; casi exactamente tres antes de Apple; un cuarto de siglo antes de que naciera Google, y 33 antes de Twitter, que nunca existiría y nunca se habría convertido en el centro de un sainete corporativo protagonizado por Elon Musk de no existir los celulares. Las primeras computadoras nacerían cuatro años después (la Apple II, en 1977) y las que usamos hoy y son estándar serían presentadas en sociedad en esa misma ciudad el 12 de agosto de 1981.
Aquella llamada histórica fue una prueba de concepto. Faltaban todavía 10 años para que la telefonía empezara tímidamente a llegar al resto de los estadounidenses. En Japón fueron pioneros: ese servicio llegó en 1979. A la Argentina, en 1989, con Movicom y un equipo que iba vinculado a una valija. Debo añadir aquí, sin embargo, que recuerdo que en 1987 trabajaba en una revista de actualidad y que con mi editor fuimos a entrevistar a una funcionaria del gobierno; en el coche de mi jefe había uno de esos teléfonos con valija.
Cooper y con uno de los primeros DynaTAC disponible comercialmente; pesaba entre 794 gramos y 1 kilo, dependiendo del modelo (ARCHIVO/)
No mucho después, llegó unos de los primeros DynaTAC a manos de mi padre, first adopter de toda nueva tecnología. E incluso ese gigantesco teléfono ya era pequeño en comparación con el que usó Cooper en 1973. El prototipo con el que Cooper hizo la primera llamada en 1973 pesaba más de dos kilos y su batería duraba algo así como 20 minutos y necesitaba 10 horas de carga. Los veteranos recordarán cómo eran las cosas con los primeros (y por primeros me refiero a los primeros, no un Nokia 1100) celulares. Una década después, en 1983, refinado, mejorado y estilizado, el DynaTAC 8000x pesaba 1 kilo y medía 25 cm de alto; su batería duraba media hora. Y sin embargo puso en marcha un largo proceso que hace que vos hables cara a cara con alguien por WhatsApp mediante un aparato de 140 gramos sin darte cuenta de que hasta hace poco eso solo pasaba en las películas de ciencia ficción. El prototipo aprobado por el gobierno estadounidense, cuando Motorola debió pedir autorización para este desarrollo, pesaba 794 gramos (sin la antena).
El submarinista y la Luna
Cooper, que hoy tiene 93 años, es descendiente de ucranianos, nació en Chicago y fue submarinista durante la Guerra de Corea. Se graduó como ingeniero electrónico en el Instituto Tecnológico de Illinois y consiguió su primer empleo en Teletype. Poco después, en 1954, a los 25 años, fue contratado por Motorola para su división de comunicaciones, que luego lideraría. La compañía poseía una vasta experiencia en el rubro. No solo había creado la primera radio para coches, en 1930, sino que las palabras que Neil Armstrong pronunció al pisar la superficie de la Luna, en julio de 1969, cuando Cooper llevaba 15 años trabajando en la empresa, fueron transmitidas a la Tierra mediante una radio de Motorola.
Neil Armstrong, en el interior del módulo lunar tras haber realizado su histórica caminata en la superficie de la Luna, el 20 de julio de 1969; las primeras palabras de un ser humano desde la superficie lunar fueron transmitidas por un equipo de Motorola (NASA/)
Cooper se casó en 1991 con Arlene Harris (aunque se conocían y habían trabajado juntos desde antes), que le puso el hombro con muchos otros desarrollos y empresas que siguieron a su creación principal. Con una mirada que vincula la investigación técnica con los negocios, la página de Cooper está lejos del clásico resumen de diez líneas y una foto de baja calidad que solemos ver entre los grandes inventores. Recomiendo que le eches un vistazo.
Podría argumentarse, y es verdad, que Cooper buscó desde el vamos llegar a esa llamada del 3 de abril de 1973 desde la Sexta Avenida y convertirse en ese pionero que hoy la historia reconoce. Pero hay algo que falta en esta foto. Internet, por supuesto. Hoy un celular no tiene sentido sin acceso a Internet. Casi no usamos llamadas de voz, a no ser por WhatsApp. Y hasta los SMS, ni hablemos de los contestadores automáticos, están en vías de extinción (aunque no en todas partes por igual). En 1973 faltaban 10 años para que naciera Internet, e incluso, cuando se la puso en marcha, el mismo año en que Motorola empezó a comercializar su primer celular, no estaba disponible para todo el mundo. Así que Cooper es un pionero que fue mucho más allá de lo que él mismo esperaba. Se lo dijo a Ricardo Sametband en la entrevista de 2013: “En 1973, Internet no existía como tal, no había cámaras digitales, no había GPS. Lo único que teníamos era una suerte de chiste: en el futuro cuando nacieras te asignarían un número de teléfono, y que el día que te llamaran y no atendieras sabrían que estabas muerto.”
Cooper en 2010, cuarto desde la izquierda, cuando fue elegido miembro de la Academia Nacional de Ingenieros de Estados Unidos. Segundo desde la izquierda, está Joel Engel, el hombre que atendió su primera llamada en 1973; a su derecha, Richard Frenkiel con quien Engel trabajaba en AT&T (Gentileza Martin Cooper/)
Marty (se llama igual que el personaje de Volver al Futuro, vaya) vio a lo largo de su vida cómo algo completamente inesperado ocurría con su invento. En 2007, cuando estaba por cumplir 80 años, las dos líneas convergieron y catapultaron el celular, que originalmente solo se proponía, humildemente, hacer llamadas telefónicas, a la categoría de dispositivo fundamental para la vida diaria. Si nos olvidamos la billetera puede que no volvamos a buscarla; pero no salimos de casa sin el celular. Eso no se lo esperaba nadie, ni siquiera él mismo.