Rodeado de burócratas y líderes mundiales aparece Rafael Mariano Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y acapara la atención. Grossi (Buenos Aires, 1961) se encuentra en Roma para participar en una cumbre internacional y hay cola para entrevistarle. El motivo es Ucrania y el tremendamente complejo trabajo que tiene en este país en guerra: evitar un desastre nuclear de consecuencias inquietantes para la humanidad en la central nuclear ucraniana de Zaporiyia, la más grande de Europa, capturada en marzo por las tropas rusas y blanco de repetidos ataques de los cuales Rusia y Ucrania se acusan recíprocamente. Su siguiente misión a contrarreloj: lograr que los dos países, que ya aceptaron en agosto que una misión de la OIEA se quede en la planta, pacten crear una zona de seguridad en torno a la central, cuenta en esta entrevista con EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica.
Rusia ha vuelto a advertir del “enorme” riesgo nuclear que existe por el conflicto en Ucrania. ¿Cuán real es hoy este peligro?
El peligro es real desde el momento en el que tenemos una central nuclear, la más grande de Europa, con seis reactores, seis gigavatios de potencia nuclear y decenas de miles de kilogramos de uranio y plutonio almacenados allí. Resulta increíble que esta instalación esté siendo atacada, bombardeada regularmente. Existen dos peligros. Por un lado, la eventualidad de que un ataque directo dañe el reactor o dañe el combustible nuclear que se encuentra allí. Y tenemos la posibilidad, no menos peligrosa, de que se dañen las líneas de alta tensión de electricidad que alimentan la central.
¿Qué puede pasar?
Las líneas de alta tensión sirven también para todos los sistemas operativos, incluido uno que es fundamental, que es el del enfriamiento de los reactores. Los reactores funcionan a muchos cientos de grados de temperatura y si pierden esta capacidad de enfriamiento, se puede producir un derretimiento del núcleo de los reactores, que provocó el accidente nuclear de 2011 en Fukushima y en otros lugares. Por eso, los riesgos son múltiples, reales, cotidianos y existen hoy. Ahí mi propuesta de crear una zona de protección.
Pero aún no lo ha logrado. ¿Cómo avanza esta propuesta? ¿Está en contacto con las autoridades rusas y ucranianas?
Constantemente. Hay importantísimas diferencias entre rusos y ucranianos. Están en guerra. Y por eso hay poco espacio para los acuerdos. Pero hay dos cosas en las cuales ellos sí están de acuerdo. La primera, al menos en el plano de los principios, es el hecho de que los reactores deben ser protegidos. Lo segundo es que dicen que confían en el OIEA. Por tanto, no soy ingenuo, pero sí optimista y creo que el proceso va avanzando.
¿Y entonces cuáles son los obstáculos para llegar a un acuerdo?
Hay varios obstáculos de naturaleza técnica que tienen que ver con las actividades que podrían ser autorizadas, y cuáles serían los compromisos de cada lado. Pero no puedo entrar mucho en los detalles porque aún estamos negociando.
¿Es posible que se llegue a un acuerdo antes que acabe el año?
Lo estoy intentando con mucho empeño. Creo que es posible.
La central de Zaporiyia fue atacada de nuevo hace días. ¿Es cierto que también fue dañado un edificio en el que hay materiales nucleares?
Sí, es cierto. Esto lo que nos dice es que el riesgo es real, que no estamos exagerando, que se producen daños regularmente, casi cotidianamente. El edificio atacado es un edificio con combustible nuclear fresco de material almacenado, en cuyo techo impactaron piezas de artillería que, de haber penetrado en el interior, hubiesen causado diseminación de radioactividad y una contaminación importante del medio ambiente.
Después de los ataques, Rusia acusa a Ucrania y Ucrania acusa a Rusia. ¿Cómo gestionan estas acusaciones cruzadas?
Reunimos información, hacemos nuestros análisis, evitando que nos arrastren al terreno de las acusaciones. Lo que trato de hacer es no desviarme de mi objetivo, que es lograr que ambos acepten que hay que proteger la central. ¿De qué me sirve a mí acusar a unos u a otros?
¿Le preocupan también las otras centrales de Ucrania?
Sí, me preocupan. Y estamos ahora desplegando equipos técnicos en Rivne, en Khmelnytskyi, y en el sur de Ucrania, donde hay otros tres sitios con reactores nucleares. También hay una misión en Chernóbil.
¿Cuántos y quiénes son los inspectores?
No puedo ni debo decir quiénes son porque son inspectores nucleares y pondría su seguridad en riesgo. Son varios inspectores, son muchos, que se rotan. Están normalmente tres o cuatro semanas y luego son evacuados y llegan nuevos equipos. Como decíamos, hay narrativas cruzadas, muchas de ellas no son ciertas, por lo que su principal labor es esclarecer los hechos y ayudar a los técnicos a tomar las mejores decisiones.
Se reunió con el presidente ruso Vladímir Putin. ¿Qué le pidió?
Sobre todo fui yo el que quiso reunirse con él para abogar por el establecimiento de una zona de protección [de seguridad nuclear en la central de Zaporiyia]. Lo positivo de esa reunión fue que Putin dijo que sí, que está dispuesto a proteger la planta y confía en el OIEA. Lo mismo el presidente [de Ucrania, Volodímir] Zelenski.
Cambiemos de escenario. ¿Qué pasa con el programa nuclear de Irán?
La situación en Irán sigue siendo compleja. Irán está aumentando sus capacidades de producción de uranio enriquecido y sigue sin darnos respuestas a una cantidad de preguntas que les hemos hecho sobre la existencia de material nuclear en lugares donde no debería haberse encontrado. Mantengo la esperanza de poder lograr restablecer un relacionamiento con Irán en el nivel que debe estar.
¿Le preocupan también otras situaciones, de las que se habla menos?
Tengo muchas, muchas preocupaciones, pero estamos trabajando en todas ellas. La labor de no proliferación es global en todo el mundo y por lo tanto tenemos un panorama de actividad muy amplia.