Tras 43 años que le convierten en el presidente con más tiempo en el poder en el mundo, Teodoro Obiang, de 80 años, sigue sin soltar el mando en Guinea Ecuatorial. El dirigente se ha proclamado vencedor, con un 94,9% de los votos, de unas elecciones que la tolerada oposición en el país que él dirige con puño de hierro ha tachado de fraudulentas. Así, durante otros siete años y mientras despeja la sucesión familiar –presuntamente a favor de su hijo Teodorín-, Obiang podrá seguir manejando y explotando como un cortijo particular un país del tamaño aproximado de Galicia que no llega al millón y medio de habitantes, la mayoría de ellos muy pobres, aunque vivan bañados en petróleo.
Por su tamaño y su escaso peso político internacional, la excolonia española hasta 1968, es uno de los países olvidados del mundo. Poco trasciende de lo que ocurre en ese rincón del Golfo de Guinea, una democracia sobre el papel con un régimen de república presidencialista pero en realidad una cleptocracia represora que se sirve del control, la censura y del dinero que le da la explotación de los hidrocarburos para perpetuarse en el poder. Y ante el que las potencias occidentales, empezando por Estados Unidos, agachan la cabeza, porque son sus empresas principalmente las que explotan esos recursos naturales.
Las declaraciones de Moratinos
También lo hace España, que con unas relaciones complicadas con la excolonia, ha tratado durante años de acercar a empresas españolas al negocio del petróleo guineano. El Gobierno español no se ha pronunciado sobre esos comicios y Miguel Ángel Moratinos, exministro de Asuntos Exteriores, y actual representante de la ONU en la Alianza de Civilizaciones, ha llegado a celebrar esta semana pasada que “se hayan podido celebrar de manera libre, democrática y favorable para los deseos de toda la ciudadanía ecuatoguineana”.
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— teddy nguema (@teonguema) 27 de noviembre de 2022
“Son unas declaraciones lamentables e impresentables de alguien que parece haber olvidado que España sufrió una dictadura”, afirma desde Malabo en declaraciones a EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica, Andrés Esono, secretario general de Convergencia para la Democracia Social (CPDS), el principal rival de Obiang en los comicios. “Han sido un robo descarado, han quitado votos a nuestro partido para sumárselos a Obiang”, cuenta explicando que en circunscripciones donde CPDS presentó senadores, diputados y concejales no obtuvo ni un solo voto. “¿Es que no nos hemos votados ni a nosotros mismos?” se pregunta irónicamente. “Esto no son elecciones, son un golpe de Estado, otro de Obiang, cuya única legitimidad es la fuerza militar”, afirma.
Con un golpe de estado es como Obiang comenzó su mandato en 1979, el que perpetró contra su tío, Francisco Macías, el primer presidente de la independencia que fue un dictador sanguinario que buscó el acercamiento a las dictaduras comunistas de China y Corea del Norte. Macías fue fusilado dos meses después, tras un juicio sumarísimo.
El fin de la tiranía fue acogido con esperanza en un país que entonces era muy pobre, dependiente de la venta de café y cacao y de la cooperación internacional. También por la comunidad internacional, que pudo forzar a Obiang a instaurar el multipartidismo, en 1991. Pero todo cambió cuando en 1995, dos compañías estadounidenses descubrieron petróleo, que los expertos calculan entre el 5% y 10% de las reservas mundiales.
Bajo el umbral de la pobreza
Un hallazgo que ha convertido al país en el tercero más rico de África en PIB per cápita (8.500 dólares) pero donde una gran parte de la población vive bajo el umbral de la pobreza internacional (2 euros por persona y día), y que ha servido sino para engordar las finanzas del presidente y su círculo de allegados. La revista Forbes calcula la fortuna de Obiang en 600 millones dólares.
El país es también uno de los más corruptos del mundo según el índice anual de Transparencia Internacional (el puesto 172 de 180 países). En el informe anual de Reporteros Sin Fronteras (RSF) ocupa el lugar 141 (de 180) en libertad de prensa. Oenegés como Human Rights Watch y Amnistía Internacional lo señalan año tras año como uno de los mayores represores de los derechos humanos y civiles del mundo.
“Guinea Ecuatorial es como Corea del Norte para la prensa”, señala Alfonso Bauluz, presidente de RSF en España, que además como periodista vivió dos años en el país africano, mantiene contactos y sigue muy de cerca su evolución. “A Obiang le da igual la oposición, está sentado en una bolsa de gas y petróleo, es el dictador del planeta más longevo y ni siquiera se ha molestado en hacer campaña”, añade.
Abortados varios complots
Obiang ha limitado en los últimos años sus apariciones públicas. Polígamo y casado con cinco mujeres, se desconoce cuántos hijos tiene, aunque hay quien habla de una treintena. Superviviente de un cáncer de próstata, presume de haber abortado al menos una decena de golpes de estado o intentos de asesinato, unos complots, reales o fabulados, con los que ha justificado mayor control y represión.
Como en Corea del Norte, el poder se queda en el clan familiar. Su hijo Teodorín, (Teddy en las redes sociales) de 54 años, actual vicepresidente y el mejor situado para sucederle, presume de un suntuoso estilo de vida, exhibiendo viviendas de lujo en el extranjero y coches alta gama. Una ostentación que ha llamado la atención de la justicia de varios países. EEUU le ha incautado una mansión en Malibú, Suiza ha subastado 11 Ferraris, Bentleys, Rolls Royce y Bugattis que había confiscado al dirigente. Francia le ha condenado por blanqueo de capitales, una multa de 30 millones de euros y le ha incautado os un inmueble de 101 habitaciones en la exclusiva Avenida Foch parisina.
Demasiado incluso para algunos caciques del régimen que habrían aconsejado a Obiang aparcar, de momento, una sucesión que ,con el patriarca o sin él, no alumbra ninguna vía hacia la democracia.