Brasil entierra un tabú homófobo de casi un siglo y pone en la selección a un futbolista con la camiseta número 24

En este Mundial marcado por las reivindicaciones LGTB+ y la polémica de los brazaletes arco iris, Brasil está a punto de enterrar sin mucho ruido un arraigado tabú homofóbico. Será por imposición de la FIFA, más que por voluntad propia. Como en Brasil el número 24 está popularmente asociado de manera peyorativa a la homosexualidad y a una supuesta falta de hombría, nadie quiere el dorsal. La Canarinha nunca ha alineado —ni convocado hasta ahora— a nadie con ese número. Eso cambiará este viernes, salvo sorpresa, durante el partido Brasil-Camerún.

Clasificado para los octavos de final, Tite quiere dar una oportunidad a los suplentes. El once anunciado por el entrenador incluye a Gleison Bremer, el 24. Será el debut mundialista del dorsal escondido durante casi un siglo y el del central brasileño de Juventus.

Iñaki Williams remata frente a Gleison Bremer, durante el partido amistoso en Le Havre, Francia, el 23 de septiembre pasado

La aversión al 24 tiene su origen en una lotería brasileña, tan popular como ilegal, llamada jogo do bicho, el juego de los animales, en la que ese número corresponde al venado, que en portugués se dice veado y suena como viado, que viene a ser el equivalente del insulto marica. Ese prejuicio homófobo es el motivo por el que Brasil, la única selección del mundo que ha jugado todas las ediciones del Mundial desde la inaugural en 1930, nunca haya tenido un futbolista con el 24.

Casi todos los jugadores de la Canarinha se han puesto de perfil en la polémica sobre la prohibición de la homosexualidad en Qatar. Solo Richarlison, la estrella del debut ante Serbia, declaró abiertamente su apoyo a la causa LGTB+. El jugador exhibe una conciencia política progresista que contrasta con la mayoría de sus compañeros, alineados más hacia la derecha, con el protagonismo destacado de Neymar, que en las últimas elecciones pidió el voto para Jair Bolsonaro.

Richarlison es el más activo defensor de las minorías en el plantel de Brasil (Hassan Ammar/)

Tite incluyó un 24 en la convocatoria para el Mundial, y se lo adjudicó al central Bremer que juega en Italia, porque en esta ocasión la FIFA permitía convocar hasta 26 jugadores con números contiguos. Hasta ahora eran 23 para los Mundiales. Bremer ya ha dejado claro que entrar en el once titular en la Copa del Mundo es mucho más importante que el número que llevará a la espalda: “Es una camiseta como cualquier otra, lo importante es estar en el Mundial. No importa el número”, dijo hace unos días en Qatar al medio brasileño UOL.

Pero para sus compatriotas será algo realmente novedoso, porque incluso en la principal liga local, el Brasileirão, solo cuatro de los 20 equipos lo incluyeron esta temporada en la numeración: el Corinthians de São Paulo, el América-MG de Belo Horizonte, el Internacional de Porto Alegre y el Santos, cuna deportiva de Neymar y el equipo de toda la vida de Pelé. En los últimos años el 24 ha ido asomando la cabeza en buena medida gracias a una campaña para reivindicarlo lanzada por activistas tras la muerte de Kobe Bryant, que con ese número llegó a lo más alto de la NBA.

Este partido también será recordado por un récord si Dani Alves juega, como está previsto. A sus 39 años, nadie tan mayor ha disputado un Mundial.

Dani Alves, de la selección de Brasil, ante un momento histórico

La selección ha hecho a lo largo de los años todo tipo de maniobras cuando en campeonatos internacionales la Canarinha era obligada a convocar el detestado dorsal. La más habitual, colocárselo a un jugador con probabilidades remotas de disputar un solo minuto. Y a veces ha echado mano de trucos bien burdos. En la última Copa América, celebrada en Brasil, el equipo anfitrión saltaba del 23 al 25 mientras el resto de selecciones respetaba la numeración.

Brasil legalizó el matrimonio gay hace más de una década, las parejas del mismo género pueden adoptar niños y la homofobia es delito desde 2019. También tiene un presidente abiertamente homófobo, Jair Bolsonaro. Y es uno de los países del mundo donde las transexuales son más visibles y donde más las matan. Algunos brasileños llevan su aversión al 24 fuera de las canchas. Evitan el asiento 24 en el autobús, el cine o el teatro, incluso vivir en ese piso o dicen que tienen 23+1 años, explicaba hace unos meses a France Presse el jugador de Futsal y activista LGTB+ Bernardo Gonsales.

 

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