Definiciones ocultas del plan económico de Rodríguez Larreta para las presidenciales de 2023

“Temple infinita” –cuentan- es uno de los mantras de Horacio Rodríguez Larreta. No se apura. Es paciente para contar qué hará si es el candidato a presidente de Juntos por el Cambio en 2023. Otros más futboleros prefieren citar al poeta Mostaza Merlo y su “paso a paso” para destacar el calculado timing que impone el jefe de Gobierno de la ciudad para develar sus planes, sobre todo los económicos. Son cartas que, en tiempos de desazón, exigirán más sacrificios.

Esta semana divulgó una foto. El mensaje es la imagen misma: hay un equipo trabajando para ejecutar un cambio en las relaciones económicas. “El cambio” será el driver de la elección y los precios son la principal preocupación de los argentinos en las encuestas. “Debemos bajar la inflación”, fue uno de los subtextos vacíos que acompañó la foto. Es una buena frase para los medios, pero el mercado espera otra cosa: que se explique cómo se hará y quién paga la factura.

Ese equipo sí dejó en claro públicamente dos matices de diagnóstico que lo contrapone al gobierno del Frente de Todos, principalmente a la configuración “pre Sergio Massa”. El primero es que para crecer primero hay que bajar la inflación. Es la contracara de lo que vendían Martín Guzmán y Alberto Fernández, y una visión cercana a la del Fondo Monetario Internacional (FMI). “La restricción no es externa sino interna”, es el otro espejo. No faltan dólares, sino confianza.

Los cruzados de Larreta tienen otras tesis que aún ocultan al votante. La primera definición del team de Hernán Lacunza, último ministro de Economía de Mauricio Macri, comenzará con un camino apartado del que el ex presidente eligió allá por 2015. No hay dudas de que la opción será el shock y no el gradualismo. Es un tema práctico. No hay margen para seguir financiando el déficit fiscal. La vara que se ponen es alta: buscarán equilibrio fiscal primario en el primer año. En 2024, el organismo que conduce Kristalina Georgieva aceptaba un rojo de hasta 0,9% del PBI.

Las medidas tomadas en el corto plazo no serán aisladas. Estarán contenidas en un plan de estabilización que requerirá alinear precios relativos, tanto las tarifas como el dólar. No hay posibilidad de éxito –estiman- si esas variables quedan atrasadas, ya que se generaría en el mercado una expectativa de permanente devaluación y de aumentos de precios regulados. Es el efecto que hoy vive en carne propia el ministro de Economía que designó Cristina Kirchner. Es la causa además de de la brecha cambiaria, que sigue todavía cercana al 100%. Inviable.

Hay además una fundamentación política para esta decisión. Pese al salto inicial del IPC al comienzo de un plan de estabilización, se requiere una baja de la inflación rápida después. Un descenso gradual (de 100% a 80%) desgastaría velozmente el capital político oficialista.

Qué pasa con el dólar

Un tipo de cambio único, como pide el campo, por ejemplo, podría no llegar de inmediato, pero será un objetivo de mediano plazo. “Habrá prudencia monetaria”, dicen. Esto implica que la decisión de eliminar todas las normas que constituyen el cepo sí podría sería ser gradual.

La baja del déficit requerirá de menor emisión y deuda, sobre todo en dólares. Sin embargo, el equipo de Rodríguez Larreta cree que un país normal debe estar inserto en el mercado financiero internacional. Esa vuelta podría llegar, todavía con desconfianza y tasas altas, a fines de 2024 o comienzos de 2025 (ahí se empiezan a empinarse los vencimientos de la deuda privada en dólares reestructurada por Guzmán). El propio acuerdo con el FMI contemplaba una fecha similar. Ese pasivo con el organismo internacional estaría entonces aún impago.

Se buscarán consensos con otras fuerzas para dar reglas de juego a varios sectores que se consideran estratégicos (energía, minería, agroindustria, economía del conocimiento, turismo e industria). Son curiosamente varios sobre los que pone el foco hoy el ministro de Economía, Sergio Massa. Para dar mayor productividad y competitividad, se tomarán medidas para desburocratizar el Estado, y se reimpulsarán acuerdos comerciales, como UE-Mercosur. También se mencionaron cambios en la legislación laboral, sin mayores precisiones.

Sin embargo, no hay programas específicos que pueden tener éxito luego sin solucionar las grandes distorsiones económicas. El mantra de Lacunza es: “La macro manda”.

La baja de los impuestos, como las retenciones al campo, dependerán de la baja del gasto. Cerca del jefe de gobierno no descartan una rebaja; tampoco la confirman. La meta fiscal es ambiciosa y el costo político del ajuste será alto, más aún si se definiera una baja de derechos de exportación. No es casual la crítica de Larreta a los tipos de cambio diferenciales días atrás. Es la brecha cambiaria la que más costos trae al campo; incluso mucho más que las retenciones mismas.

El equipo de Lacunza no dio pistas aún sobre cómo manejará la deuda en pesos, y los pasivos remunerados (y leliqs) del Banco Central (BCRA). Se trata de inflación futura debajo de la alfombra. De hecho, el propio ex ministro de Economía negó esta semana versiones sobre cómo reconduciría esa política monetaria que alertaron al mercado. El debate sigue.

Milagros Gismondi, Andrés Borenstein, Luis Secco, Daniela Ramos, Martín Etchegoyen, Ricardo Negri y Fernando Grasso fueron mencionados públicamente. Pero fuera de esa foto hay más nombres trabajando con Lacunza. Por ejemplo, Guido Sandleris, Nicolás Gadano, Lucas Llach, Pablo Lavigne, Juan Mariscal, Rodrigo Pena, Gustavo Cañonero, entre otros.

El “efecto Kohinoor”

El equipo de Larreta cree que es necesario un consenso amplio y que habrá una demanda social por el cambio para ejecutar el programa que planifican. Además, dicen, que la inflación es la principal preocupación de los argentinos.

Esas tres definiciones están medidas por los expertos. A diferencia de lo que ocurrió en las elecciones presidenciales de 2015, un análisis presentado en la Bolsa de Cereales por Lucas Romero, director de Synopsis, dice que el centro electoral –donde suele hallarse el consenso- es actualmente muy competitivo; que el 85% de los consultados demanda un cambio, según sus métricas; y que la suba de precios es el desvelo del 59% de los consultados. Se trata de una marca histórica.

Ese centro electoral, dice Romero, quedó conformado por Juntos por el Cambio (JxC), con el Frente de Todos a la izquierda y Javier Milei a la derecha. En todos sus escenarios, JxC ingresa al ballotagge. Es por eso, que más allá de las furiosas internas allí, él cree que nadie romperá la escudería ganadora. Larreta es quien más consenso genera en ese centro, según sus datos.

En ese marco, encuentra hoy un freno a lo que él denomina “efecto Kohinoor”. El mismo implica que la polarización sirve cuando los extremos son fuertes. Hoy, en cambio, el centro es competitivo. Es por eso que Milei critica a Larreta o Cristina a Bullrich buscando limar el centro. Es como el Kohinoor: si la ropa está en el centro, la centrifugación hacia los extremos no se da y la polarización no sirve como estrategia de campaña. Esto pasaría, por lo menos, con la foto actual.

 

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