E l día que Brasil conmemoraba el 25º aniversario de la consecución de su cuarto Mundial de la historia, Romario se descolgó con unas declaraciones que levantaron polémica entre sus compañeros. “La selección de Brasil que ganó el Mundial de 1994 era yo y diez más”, dijo. ‘O Baixinho’ siempre se tuvo en alta autoestima pero quizá en esas afirmaciones se pasó de frenada porque en esa selección había jugadores del nivel de Bebeto, su compañero en ataque, Raí, Cafú, Leonardo o Zinho, entre otros. Lo que si que no se puede negar es que el tetracampeonato lleva su nombre porque fue, indiscutiblemente, el jugador más decisivo de la selección entrenada por Carlos Alberto Parreira.
Menos en los octavos de final contra Estados Unidos, marcó en todos los partidos. Gol contra Rússia, Camerún y Suecia en la fase de grupos, gol en cuartos contra los Países Bajos, gol, el único, de nuevo contra Suecia en semifinales y marcó su penalti en la final contra Italia. Además del título de campeón del mundo, también se llevó el Balón de Oro al mejor jugador del torneo.
Se sacaba la espinita del otro Mundial en el que participó, en Italia 90, al que llegó muy justo tras haber sufrido una lesión esa temporada. Jugó sólo 66 minutos contra Escocia en la fase de grupos.
Así como existen jugadores que rinden mucho mejor en los clubes que en la selección, ese problema no lo tuvo Romario, que siempre fue un señor del gol allí donde le tocase jugar. Él mantiene que contando todos los amistosos y partidos benéficos en su carrera llegó a marcar 1.002 goles en 1260 partidos. Es indiferente si realmente la cifra es exacta o exagerada pero lo que no se puede negar es que el vínculo de Romario con el gol siempre existió.
Fue un goleador letal, implacable en el área. Ahí era el amo. Pero más allá de sus goles y sus extraordinarios números, la gente los recuerda porque muchos de ellos fueron auténticas obras de arte. “Es un jugador de dibujos animados”, lo definió acertadamente Jorge Valdano. Romario fue un genio, un delantero de goles asombrosos que hacía levantar a la gente de sus asientos.