La selección de Japón, una mal invitada

No me gusta sacar conclusiones por hechos aislados. No creo que las personas sean sus actuaciones concretas. No me gusta y no lo creo, pero es un mal extendido y general en esta sociedad. Creo que las personas actúan de multitud de maneras. Y eso no las convierte en esa forma de actuar de manera general y para siempre. Todos tenemos momentos malos, buenos y regulares. Y son eso, momentos. A no ser que esos momentos se conviertan en hábitos. Entonces sí podemos afirmar que se es así.

Decía Sócrates que las personas son lo que hacen día a día y que, por tanto, la excelencia es un hábito y no un acto. Pero vivimos influidos por una naturaleza que nos empuja a no invertir demasiada energía en todo lo que nos rodea. Sería imposible. Nos explotaría el cerebro. Por eso necesitamos simplificar nuestros juicios sobre la multitud de situaciones que nos rodean, y también sobre las personas con las que interactuamos o que observamos. Tiene un nombre en psicología, es el problema de la inducción: confundir la parte con el todo.

Una película no se puede valorar por el tráiler. Un libro no se sabe si es bueno leyendo un resumen. A nadie le gustaría que un juez determinase su culpabilidad por un momento de ira en el juicio. No creo que un médico pueda saber qué te sucede solamente viéndote hablar. Y sin embargo, en el fútbol se etiqueta a una velocidad vertiginosa. Los jugadores y los equipos son buenos o malos por un partido o incluso por una acción. Que se lo digan si no a Loris Karius, el portero del Liverpool en la final de Kiev contra el Real Madrid. Da igual si llegó al Liverpool con una historia de superación inimitable, ya tiene una etiqueta que no se podrá quitar con facilidad ¿De verdad podemos pensar que no es un portero de alto nivel por aquel partido? Me horroriza pensar que sea así. ¿Y qué hay de la cantidad de fichajes que se harán después del Mundial por haber hecho un buen partido? ¿No se debe investigar algo más antes de tomar una decisión así?

Vivimos rápido, muy rápido. Sacamos conclusiones apresuradas dependiendo de nuestros gustos y tendencias, de nuestras filias y fobias. Somos esclavos de los algoritmos. Nos dicen lo que nos gusta, pero sobre todo lo que nos deberá gustar. Se está perdiendo el espíritu crítico. O quizás es algo que no tenemos y que debemos alimentar. Solo puedes perder lo que ya es tuyo. Hoy son las redes sociales y antes los aforismos. Mínimas expresiones de sabiduría condensada que nos hacen más fácil entender lo que pasa. No tenemos tiempo para la reflexión y para profundizar en la mayoría de cosas que nos rodean. Es normal, estamos programados para sobrevivir. Y muchas de las cosas que tenemos cerca no son imprescindibles para ello, o directamente son contrarias a nuestra supervivencia. Por eso nos dejamos llevar por la información y conclusiones que otros nos dan. Es más fácil, cansa menos.

Si España ganó a Costa Rica y Costa Rica gano a Japón… ya estamos clasificados para octavos. Es una conclusión rápida y sencilla para percibir el peligro que puede suponer enfrentarse a la selección del país del sol naciente. Pero nada más lejos de la realidad. No puede ser mejor ejemplo lo que le sucedió a Alemania contra los samuráis azules.

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Y como no me gusta caer en el mal de las conclusiones apresuradas, trato de crearme mis propias opiniones. Pero como todos, lo hago en gran medida en los ámbitos que me ayudan a sobrevivir. Por eso me gusta ser muy cauto con la selección nipona. Una selección que está mejorando enormemente en los últimos años. Igual que le sucede a todas las selecciones que consiguen tener a sus jugadores en las grandes ligas europeas. Japón ha colocado a 19 de sus seleccionados en equipos europeos. Los mejores jugadores japoneses no tendrían la misma competencia en Europa que en Japón. Y las personas funcionamos por contexto.

En un entorno competitivo, si quieres ser el mejor, tienes que ser un poco mejor que el segundo en liza. Eso quiere decir, que si el nivel medio de la competición es alto, el ganador debe tener mucho nivel. Dicen que somos la media de las cinco personas con las que nos rodeamos habitualmente. En los futbolistas sucede lo mismo. Jugar con buenos jugadores, te hace sacar lo mejor de ti mismo. Y eso ha estado sucediendo con los japoneses en los últimos años. Ahora son mejores a nivel individual.

EL FÚTBOL, REFLEJO DE SU CULTURA

Mi percepción de la cultura nipona es muy próxima a lo que observo en su selección. Son un equipo disciplinado, muy ordenado tácticamente. Realizan los movimientos propios del sistema 4-3-3 o 4-2-3-1 con una fiabilidad que casi asusta. Es verdad que en este Mundial su seleccionador, Hajime Moriyasu ha sido intervencionista.

De hecho lo ha hecho en los dos partidos de la misma manera. Primera parte en 4-2-3-1. Segunda parte en 5-3-2. También en esto ha sido él disciplinado. Pero es algo que ha utilizado menos en la fase de clasificación. Es un equipo que por disciplinado se vuelve previsible. Y esto es lo peor que le puede pasar a un equipo de fútbol que no tenga un talento excepcional.

Los samuráis azules son buenos jugadores, tienen una capacidad técnica y física remarcable, pero sabes la mayoría de cosas que van a hacer de antemano. Y la única manera de conseguir imponerte con movimientos previsibles es haciéndolos a una velocidad que los vuelva imparables.

JAPÓN EN ATAQUE

Si hablamos de su forma de atacar vamos a observar movimientos reconocibles para la mayoría de aficionados. Centrales abiertos con un pivote que se incrusta entre ambos para formar una línea de tres. El otro pivote o el interior buscando espacios que dejan los laterales. Laterales que se ubican enganchados a la banda en posiciones avanzadas generando espacios para los interiores o el pivote. Extremos que se meten dentro para generar dudas a los laterales y centrales rivales. Un segundo punta o interior tratando de encontrar espacios entre líneas. Un punta con movilidad entre centrales que juega bien de espaldas a la portería rival. Y toda esta estructura se verá aderezada con múltiples movimientos de profundidad que son la parte más difícil de parar, pero también donde más calidad se necesita para ejecutarlos con acierto.

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Destacan bajo mi punto de vista: Jonya Ito, el extremo de pelo rubio que busca constantemente encarar y centrar; Takuma Asano, el delantero que no ha sido titular en los anteriores partidos pero que cuando ha salido ha revolucionado la zona ofensiva; Ayase Ueda, el extremo izquierdo talentoso que decide bien en la mayoría de acciones que interviene; Y Wataru Endo, el sustento en el centro del campo que le da sentido al juego. Y soy consciente de no estar nombrando a los Kubo, Kamada, Minamino o Maeda. Simplemente destaco lo que me ha llamado más la atención, sabiendo que esos son también buenos jugadores.

JAPÓN EN DEFENSA

¡Qué pesados! Esta es la presión que me viene si tengo que hablar de su defensa. Porque la disciplina y rigor táctico, sobre todo tienen su máxima expresión en esta fase. No escatiman en esfuerzos, no dan un balón por perdido, no paran de correr. Ese es el resumen. Da igual el sistema, 4 ó 5 atrás y 4 ó 5 en medio, ellos insisten hasta la saciedad en su planteamiento.

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son capaces de presionar y de juntarse cerca de su portería, también de correr hacia atrás en las transiciones. Y el estar bien colocados en ataque es la primera premisa que debe cumplir un equipo para defender bien tras la pérdida. Esto, ellos lo tienen. Son solidarios y dinámicos en la recuperación. Un equipo incómodo que hace todo lo colectivo muy bien, la defensa y el ataque.

¿Y DÓNDE ESTÁN LAS DEBILIDADES?

Pues las debilidades vienen de los errores individuales. A pesar de tener a muchos jugadores en equipos del viejo continente participando con cierta asiduidad, todavía no llegan al nivel de las grandes selecciones. Y España es una gran selección. Les falta algo de instinto en los últimos metros. No tienen un goleador que funcione por sí solo. En el fútbol la capacidad para salirse de lo establecido es lo que provoca la incertidumbre y sorpresa en los rivales. Ellos no van sobrados de esto.

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Y si pensamos en su defensa, cometen errores que no los hacen fiables cien por cien. No errores de posicionamiento o de presencia. Me refiero a errores de ejecución que a veces parecen infantiles. Y esto tiene difícil solución para ellos y es un filón para nuestros delanteros. Pero habrá que insistir, porque esos errores en defensa y esa falta de instinto no es habitual, aparece solo de vez en cuando. Y cuando aparezca habrá que estar preparados para aprovecharlo.

 

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