Teléfono rojo: al habla Laporta

El próximo domingo se despide Tricicle a lo grande. Será en el Liceu y rodeado de sus incondicionales. Entre ellos, el técnico y el presidente del Barça. Cuarenta y tres años mudos triunfando en los escenarios. Así es este tridente cómico que, si nadie lo remedia, firmará un contrato indefinido con el silencio y la bajada del telón. No podemos decir lo mismo de Joan Laporta, al que las semanas mundialistas no lo han apeado de los micrófonos y, listo él, ha dado carnaza a lo que en su día bautizó como caverna mediática. Lo hizo en dos tiempos: uno, dedicado a Xavi y, el otro, a Pep Guardiola, que había dejado horas antes un leve resquicio por el que atisbar su posible regreso.

Roja rojísima La Roja rojísima -la nueva indumentaria nos regala el calificativo en versión aumentada- lleva camino de convertirse en la más criticada de la historia en la zona centro. Ni aun ganando por siete goles a Costa Rica ni empatando ante la todopoderosa Alemania con una primera parte de ‘traca i mocador’ ha cautivado Luis Enrique a la meseta. Un centro del campo muy azulgrana, un Jordi Alba en uno de sus mejores momentos y un aroma a ADN Barça han excitado a los críticos. Pase lo que pase, la selección española está bajo uno de los focos con mayor radio de acción. Y casi nunca para bien.

TELÉFONO ROJO

Sabedor del tema, y con una pancarta provocadora frente al Santiago Bernabeu como tarjeta de presentación preelectoral, Laporta alargó las uñas de los que él considera el enemigo. Como Gila, descolgó el teléfono rojo y respondió que “gran parte del mérito de La Roja hay que atribuírselo a Xavi”. Orgulloso de ver a más de media plantilla repartida por las selecciones de este Mundial, el presidente del Barça quiso presumir específicamente de los elegidos por Luis Enrique. Unos lo tacharon de oportunista. Otros, de buscar cámara. Algunos, de querer apropiarse de la selección. Sea como fuere, dio en la diana y puso en valor a un primer equipo y a un entrenador a los que han dado más palos que a una estera. Eso sí, con ello abre dos melones: el de su trato futuro a dos ‘vacas sagradas’ como Busquets y Alba y el del logro final de esta Roja. Porque a los primeros debe ponerlos en valor. Valor real. Y prepararse un buen argumentario si los de Lucho no ganan el Mundial. Porque le van freír el teléfono a mensajes. El rojo y el suyo. 

 

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