Poder y negocios bajo las gradas opulentas de Qatar

El Mundial presta un servicio extraordinario a la vida nacional. No sólo ofrece, como con el triunfo de este miércoles sobre Polonia, motivos de entusiasmo a una sociedad deprimida por otros aspectos de la vida. También ayuda a comprender la esfera pública. Con el paso de los días, en las opulentas gradas de los estadios de Qatar o en la distensión de los restaurantes y lujosos lobbies hoteleros, se va componiendo un álbum de celebridades que desnuda algunas claves que la rutina doméstica suele disimular. A través de las personalidades que peregrinaron hasta el Golfo Pérsico para alentar a la selección se descubren, unas veces, se corroboran, otras, algunas afinidades, alianzas e intereses que organizan un mundo en el que se cruzan el poder y los negocios.

Santiago Carreras merodea alrededor de las principales figuras de la AFA. En Buenos Aires cultiva un bajísimo perfil. Pero en Doha se lo reconoce: es el puente más activo entre La Cámpora y el negocio del fútbol. “Trabaja” en YPF, la empresa que lidera el santacruceño Pablo González, para quien Cristina Kirchner guarda, in pectore, destinos ascendentes. Desde allí Carreras gestionó los principales contratos de publicidad que enriquecen a la asociación que conduce Claudio “Chiqui” Tapia. Y sus ramificaciones. Por ejemplo, Mundo Selección, la empresa de producción de contenidos creada al amparo de la AFA y controlada por Be Smart, una sociedad radicada en Miami. La generosa petrolera que para el kirchnerismo encarna, como ninguna otra, la soberanía nacional, auspicia a esa compañía que debió desprenderse de Tomás “Toto” Massa, el hijo de Sergio y de Malena Galmarini, porque el adolescente, harto de escándalos, resolvió rechazar el contrato laboral que había conseguido. Es posible que cuando, sumándose a una denuncia de Graciela Ocaña, Mauricio Macri pidió que se investigue qué hay detrás de Mundo Selección, estuviera apuntando a estas opacas complicidades.

Cristina, desesperada y absorbida por el pasado

Carreras ha sido clave en la vida de Tapia. Le resolvió, entre otros conflictos, el de la cesión de los derechos para televisar los partidos. La contraparte fue Guillermo Tabanera, gerente general de Disney, que se abrazaba horas atrás en las inmediaciones de un estadio con otra pareja de famosos: Rodolfo D’Onofrio y Zulemita Menem. A la heredera de Carlos Menem se la descubrió recorriendo un antiguo mercado de beduinos. Hija de un presidente, sueña con ser la esposa de otro. D’Onofrio quiere recorrer la senda de Mauricio Macri. Pero con los colores opuestos: los mismos de Jorge Brito, que también pretende apoltronarse, algún día, en el sillón de Rivadavia.

Carreras, a quien sus amigos denominan, con cariño, Santiago “Cartera”, milita a la sombra de Máximo Kirchner. Pero quienes dominan el laberinto oficialista aseguran que su verdadero jefe es otro amante del fútbol: el sindicalista Víctor Santa María, ahorrativo secretario general de los encargados de edificios que viajó a Doha con toda su familia. Ayer, apenas terminó el partido, emitió un conmovedor mensaje en Instagram: “Gracias Argentina. Hay cosas que no tienen precio”. Un malicioso militante del PJ porteño ironizó: “Por fin Víctor encontró algo que no puede comprar”. Ni la sana alegría se respeta. Santa María y Carrera militan juntos en la agrupación “Boca somos todos”. Al sindicalista sus rivales lo mortifican llamándolo “Eliseo”. La crueldad de la política.

También por Qatar, pero intentando otro circuito, deambula el binguero Daniel Angelici, expresidente de Boca y uno de los principales gestores judiciales de Mauricio Macri, con quien se ve a diario. Angelici respira el aire qatarí con una familiaridad que sólo experimenta en Cupra Marítima, la tierra de sus mayores, la que dio el nombre a la bodega de la que, suele explicar en estos días, vive. Como el finado suegro de D’Onofrio, que también justificaba sus ingresos como viñatero. Pero la proximidad de Angelici al mundo árabe se debe a que fue él quien negoció, bajo la obsesiva supervisión de Macri, el contrato que llevó a Qatar Airways a figurar en la camiseta de Boca. Ese acuerdo fue la llave principal que le abrió al expresidente la puerta de los Al Thani, los jeques de Qatar. En rigor, el gran adelantado fue Gastón Gaudio, que gerencia intereses de esa riquísima familia en la Argentina. Macri y Gaudio, que ayer se entrevistaron con el Emir, exploran esas tierras de promisión, siempre seguidos de cerca por Alejandro Macfarlane.

El auspicio sobre Boca se mantuvo hasta este año, cuando los Al Thani fueron reemplazados por un clan mucho más modesto: los Werthein, antiguos protectores de Alberto Fernández y, no tan antiguos, de Juan Manzur. Son los accionistas de DirectTV. El reinado de Román Riquelme está asociado a esa compañía. De un modo u otro, Massa siempre está presente. Pero tampoco Macri está tan lejos: DirectTV está gerenciada por quien fuera su embajador en Brasil, Carlos Magariños.

Angelici coincide en aquel paraíso deportivo con su principal cerebro, Darío Richarte, quien asiste a los partidos con su socio Diego Pirota. Estos abogados comenzaron a acumular poder cuando Fernando De la Rúa les entregó la Secretaría de Inteligencia. Desde allí montaron un próspero negocio, gracias a la influencia del espionaje en Comodoro Py. Bajo el reinado del tenebroso Antonio Stiuso fueron decisivos, así como cayeron en desgracia cuando “Jaime” ingresó, a regañadientes, en la jubilación. En ese momento, Richarte y Pirota anunciaron que abandonaban a sus principales clientes, entre los que estaba, por ejemplo, el piadoso José López, financista noctámbulo a quien la causa Vialidad llevó de nuevo al primer plano.

Para que las habladurías queden confirmadas, Richarte y Pirota fueron fotografiados en Qatar junto a Gustavo Arribas, amigo íntimo de Macri, complicado en demasiadas causas de espionaje clandestino. Un retrato muy conveniente para aquellos que denuncian que la buena fortuna de Arribas en la Cámara Federal se debe a la influencia de Richarte, a quien uno de los magistrados debe su llegada al tribunal. Macri describió en su momento a Arribas como “el más vivo, el que se sabe todas las trampas”. Sin embargo, parece ser más astuto el menospreciado Angelici, que no tiene fotos con Richarte. A pesar de que ambos prohijan al “Petiso” Sebastián De Stéfano, encargado de jurídicos de la AFI que figura en los créditos de la producción “La Gestapo de Macri”, filmada por la propia AFI de Arribas. Este submundo de los espías es retorcido hasta niveles patológicos: ya circula la versión de que la foto de Arribas con Richarte la hizo sacar Richarte para ajustarle el grillete a Arribas. En el cuadro aparece otra estrella: Hernán Nisembaum, quien pasó por la agencia de Inteligencia como encargado de imagen de Arribas. Un caso de éxito. Arribas y Nisembaum aprovechan las comodidades de Macri en Qatar para desplegar su afición por el paddle.

Pero Macri prefiere no mostrarse con Richarte. En Doha está su abogado, Alejandro Pérez Chada. De regreso tendrá trabajo: el 21 está prevista la audiencia en la Cámara de Casación, en la que Carlos Mahiques, Guillermo Yacobucci y Ángela Ledesma deben resolver si se revoca o no el fallo que exime al expresidente de responsabilidad en el espionaje de las familias de los fallecidos en el ARA San Juan. El fiscal Raúl Plée solicitó al revocatoria. Un hincha de Boca a quien Angelici conoce a la perfección.

Mientras asiste a partidos de fútbol, el binguero controla un imperio judicial que se expande en Buenos Aires gracias al escandaloso poder que le han dado Macri y Larreta. Movimientos como la postulación de su apadrinado Alejandro Buján para obtener un cargo en la Cámara de Apelaciones en lo Penal. Buján compite con Ignacio Mahiques, uno de los fiscales que investigó los desaguisados de Vialidad en Santa Cruz. Como alguna vez lo llamó Cristina Kirchner, “el chiquito Mahíques”, es hijo de Carlos, el camarista de Casación, y hermano de Juan Bautista, Fiscal General de la Ciudad y comedido intermediario entre Larreta y Comodoro Py. Otra demostración de la continuidad de Larreta con Macri en la política institucional. No debe sorprender, por eso, que hoy Angelici sea uno de los tres dirigentes que trabajan para un acuerdo del alcalde con el expresidente. Los otros dos son Nicolás Caputo y Diego Santilli, quien ya estaría en conversaciones con Patricia Bullrich para garantizarse un apoyo ecuménico en la pelea bonaerense.

Desde aquellas exóticas playas llegan también las postales del massismo. Por ejemplo, las imágenes del Attila, el super yate de Mauricio Filiberti. Es el propietario de Transclor, que hizo la mayor parte de su fortuna como proveedor monopólico de Cloro a AySA, la empresa que dirige Malena Galmarini. Fue gracias a su legendaria amistad con “Mr. Cloro”, José Luis Lingeri, el hombre de Silvia Majdalani, la segunda de Arribas, en el campo sindical. Filiberti ha comunicado que ya vendió su barco. Al parecer, a un jerarca ruso. “Su impuesto vuelve al pueblo”, decía el viejo slogan. Al pueblo ruso. Con la partida del Attila se aleja un emblema del capitalismo de amigos. Por suerte los botes no hablan. A pesar de ese desprendimiento, en los registros del mercado del lujo Filiberti sigue apareciendo como dueño. Pero esos archivos están desactualizados: también figura como esposo de la modelo Camila Pitana, con quien ya no está desde hace más de un año. Es obligación evocar, en tiempos de mundial, el proverbio que el eterno Grondona llevaba en el anillo: “Todo pasa”.

En Filiberti se conectan varias galaxias. Es socio en el negocio del gas del macrista Macfarlane, y de Nicolás Caputo, quien recompuso su vínculo social con el expresidente pero sigue orbitando en el equipo de Horacio Rodríguez Larreta. Pero el exde Pitana también es socio en Edenor de José Luis Manzano, Daniel Vila y, de manera mucho menos visible, de Ricardo Depresbiteris, dueño de Covelia, la recolectora de residuos predilecta de Hugo Moyano. Manzano también está en Qatar, confraternizando con Martín Redrado. El economista se ufana de haber conseguido los fondos para que le compraran la distribuidora eléctrica a Marcelo Mindlin. En su momento, Redrado fue el candidato de estos empresarios para dirigir Independiente, asociado a su amigo Eduardo Martino, el guardián de los secretos financieros de Grondona. Redrado es uno de los que más lamenta la venta del Attila, a cuya inauguración asistió con su entonces flamante novia “Lulú” Sanguinetti.

Todo era futuro, todos estrenaban algo. Hoy Redrado buscaría el futuro en otra parte: se especula con un acercamiento a Larreta. El candidato a presidente presentó a su equipo económico, encabezado por Hernán Lacunza. Lo llama el equipo de “la generación 23″. Una forma oblicua de jubilar a Macri. En ese pelotón llaman la atención las ausencias más que las presencias. Por ejemplo, la de un renombrado profesional que habría recaudado una suma considerable con el argumento de que estaba preparando “el plan Larreta”. Un banco le habría aportado 15 millones de pesos. Fue en ese banco donde surgió una inquietud cuando no vieron a su beneficiario en “la generación 23″.

La euforia por el triunfo sobre Polonia se vio perturbada ayer para los amigos de Redrado por una gota ácida. Como informó María Julieta Rumi en LA NACION, Massa, el hombre de este grupo en el gobierno, debió gestionar un DNU para anular un artículo del presupuesto que él mismo había enviado al Congreso. Es para impedir que las distribuidoras sean “premiadas” con ajustes tarifarios a cambio de que paguen la electricidad, es decir, la mercadería que compran a la empresa Cammesa. Se entiende que fue una orden de Cristina Kirchner, para quien el control de precios debe llegar a todos lados. El presidente del bloque de diputados oficialista, Germán Martínez, debió hacerse cargo del artículo cancelado y, ahora parece, contrabandeado. Esa autoflagelación sirvió para que allegados a Massa aleguen que quien había promovido el beneficio fue Agustín Rossi, el jefe de Martínez. La vicepresidenta carraspea y, entonces, todos juegan a la mancha venenosa. El problema de esta coartada es visual: entre Rossi y las distribuidoras hay 50 casilleros. Entre Massa y Vila/Manzano/Filiberti, sólo uno. Si es que lo hay.

La medida fue oportuna: hoy comienza, por enésima vez, el “Plan Massa”. Consiste en pactar subas de precios de no más de 4 o 5% por mes, para llevar la inflación, en marzo, a menos de 4 puntos. Ese sería el trampolín para la candidatura presidencial del ministro, quien será día a día cada vez más obediente a las indicaciones de la vicepresidenta. Una llave principal del programa está en manos de Miguel Pesce, que es independiente del ministro. ¿Massa pretende que también el precio del dólar oficial se ajuste 4%? Hoy aumenta a un ritmo aproximado del 6% mensual. Dicho de otro modo: Massa comenzaría, en ese caso, una clásica etapa de atraso cambiario kirchnerista para crear un artificio que ayude a ganar las elecciones. Sería temerario mantener barato el dólar cuando falta ese producto. Y cuando puede faltar más, si es que la sequía se mantiene.

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El “dólar soja” es un invento provisorio. Y desafortunado: Massa, en un rapto de sobradora sinceridad que dejó ver cómo concibe el manejo de los asuntos públicos, explicó que se combinó con una cerealera para condicionar el precio de venta de los granos. Lo que es más insólito: dijo que lo hizo en nombre de la transparencia. El CEO de Syngenta, Antonio Aracre, que mantiene con Massa la solidaridad que lo unía a Martín Guzmán, se adjudicó la maniobra, diciendo que él le había comunicado al ministro que intervendría para encarecer el producto. El episodio objetivo es ese: Massa y Aracre se imputaron un delito. Un detalle que ilumina la política exterior: el 98% de Syngenta es controlado por ChemChina, un gigante del agronegocio, de propiedad estatal, con sede en Shanghái. Hay quienes sugieren, conociendo la personalidad de Massa, que la versión de Aracre puede ser cierta. Es decir, que el ministro de Economía confesó un delito que no había cometido sólo para quedar canchero.

 

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