Habían transcurrido unos 37 minutos del partido entre Polonia y Argentina cuando Danny Makkelie, el prestigioso árbitro de tan decisivo enfrentamiento, se llevó la mano a su pinganillo y avisó a los presentes de que acudía a revisar una acción en el monitor del VAR. En ese momento, la afición argentina, abrumadora mayoría como en ningún otro partido de este Mundial salvo, quizá, el Bélgica-Marruecos, comenzó a rugir y a entonar un cántico animando al colegiado neerlandés a corregir la decisión que había tomado sobre el campo.
Fueron momentos de tensión, porque los vídeomarcadores del estadio no muestran qué es lo que está revisando el árbitro, solo advierten, en inglés y en árabe, de que hay una revisión en curso. El estallido de júbilo fue inmediato en cuanto Makkelie señaló el punto de penalti. Miles de móviles se activaron entonces para capturar el instante en que Leo Messi batiera a Wojciech Szczesny para marcar el primer gol de la Albiceleste.
Sin embargo, los móviles se desenfocaron enseguida. El ’10’ había fallado desde los once metros o, mejor escrito, el guardameta de la Juventus realizó una grandísima parada para frustrar a Messi en el día en que hacía historia, superando a Maradona como el argentino con más partidos en los Mundiales: 22. Si Argentina alcanza las semifinales, el capitán rosarino se convertirá en récordman mundial, superando los 25 encuentros de Lothar Matthäus.
Al rescate del ’10’
La ventaja para Messi fue que tiene un equipo a su alrededor capaz de salir a su rescate, como él tantas veces salió al rescate del equipo. Ahí estuvieron, a la vuelta del descanso, el centro de Nahuel Molina y el remate mordido de Alexis Mac Allister para mitigar enseguida el fallo de su estrella. “El penal de Leo no nos tiró abajo, ni a nosotros ni a él, lo importante es tener esa unión para seguir adelante”, dijo después el primer goleador de la noche.
Lewandowski, en cambio… A excepción hecha de Szczesny, como quedó demostrado en el estadio 974, el delantero del Barça está excesivamente solo en una Polonia que nunca ha podido corresponder su talento. Y a pesar de esas pobres prestaciones del equipo polaco, agarrado a sus dos extremos del campo, Francia le espera en octavos de final el próximo domingo.
El mismo estallido de alegría que vivieron los argentinos con sus goles, con esa revisión del VAR, lo sintieron los polacos cuando llegó el gol de Arabia Saudí en el estadio Lusail. En realidad, el tanto no cambiaba nada en la enrevesada guerra por clasificarse a octavos, pero siempre reconforta la herida al enemigo.
El lío de las amarillas
Porque durante muchos minutos, mientras ambos partidos estuvieron 2-0, Polonia y México estuvieron empatadas a todo: puntos, diferencia de goles, goles a favor (y, por tanto, en contra) y empate en el duelo particular. Decidían en ese momento las tarjetas amarillas, con un balance que favorecía a los polacos: cinco (tras la que vio Krychowiak) por siete mexicanas.
No era una situación nueva, ya les ocurrió a Japón y Senegal (en favor de los asiáticos) en el Mundial de 2018, pero sí extraordinaria. Cualquier gol de Argentina, Polonia o México lo habría cambiado todo. Pero quien anotó fue finalmente Arabia Saudí, para alivio de Lewandowski.