Tafí del Valle. La estancia jesuítica que vende quesos desde hace 300 años y es pionera en recibir huéspedes

Las Carreras queda en Tafí del Valle, a un par de horas de San Miguel de Tucumán. (Xavier Martín /)

“¡No la tocás! Tiene más de 200 años y no se cayó… ¡vos no la tocás!”, exclamó Pepe Frías Silva cuando un arquitecto sugirió tirar una pared de Las Carreras que parecía estar algo torcida. La antigua casona, que había sido puesto de estancia de los jesuitas, estaba en pleno proceso de remodelación e Inés Frías Silva, nieta de Pepe, recuerda muy bien aquella escena. “El museo, el bar, la habitación 10 y este living – comedor son parte de la construcción original que data de 1730″, asegura la anfitriona de Las Carreras, antiquísima estancia que recibe huéspedes a 2.300 metros de altura en Tafí del Valle, Tucumán.

Inés Frías Silva es dueña de casa en Estancia Las Carreras. (Xavier Martín/)
El queso de Las Carreras lleva una M como marca para diferenciarse de las otras familias que hacían queso en la zona. (Xavier Martín/)

“Los jesuitas venían del Alto Perú, donde todo era seco. Llegaron y se enamoran del verde. Es que Tafí es el valle de altura más grande del mundo. Compraron tierras y construyeron el casco donde hoy está el Museo Jesuítico La Banda, en el centro del pueblo. Además, levantaron este puesto con paredes de ladrillos de adobe de 40 centímetros y listones de quebracho que traían por la senda, a lomo de mula. En este potrero tenían animales, sembraban maíz y producían queso. Pero estuvieron solo cuatro décadas, porque en 1767 fueron expulsados”, repasa Inés para anticipar cómo es que en sus manos terminaron estas tierras que en verano son súper productivas y en invierno invitan a hibernar.

Juan Manuel Moreno guía las cabalgatas. (Xavier Martín/)
En la estancia los huéspedes usan montura chilena para salir de cabalgata. (Xavier Martín/)

“Tras la expulsión, los campos pasaron a ser administrados por una Junta de Temporalidades y luego rematados con autorización de la Corona de España. Julián Ruiz de Huidobro compró esta parte que desde 1779 pertenece a mi familia. Una de sus hijas estaba casada con José Manuel Silva, que le compra los terrenos a su suegro un año después. Una de sus descendientes se casó con un Frías y de lo que era La Banda surgió Las Carreras”, relata Inés sobre el casco que fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1978 y que José Frías Silva, el papá de Inés, habitó hasta los 18 años de vida. “Se entregó al Estado a tranquera cerrada. Es decir: con muebles y todo. Era un gran orgullo semejante reconocimiento, aunque luego haya sido diezmada”, lamenta Inés que es novena generación al frente de la estancia, además de nieta de José Pepe Frías Silva III, hija de José Frías Silva IV, hermana de José Frías Silva V y tía de José Frías Silva VI.

Las cabalgatas son parte de la propuesta en Las Carreras. (Xavier Martín/)

Pioneros en turismo

Otrora estudiante de derecho, Inés fue testigo, hace 25 años, de la propuesta que le llegó a su abuelo de parte de una agencia de turismo rural. Empezaron recibiendo visitantes por el día, entre el pueblo y el campo, pero pronto notaron que los turistas querían quedarse a dormir en Las Carreras. El campo contaba entonces con las construcciones originales; si querían alojar huéspedes habría que encarar la gran obra que finalmente encararon y que dio como resultado una estancia – hotel de diez habitaciones con baños a nuevo, siempre en consonancia con el estilo jesuítico que tanto la caracterizaba. “A mi abuelo le gustaba recibir gente, tanto como hoy a mí. Pasamos tres años juntando paja para los techos, que llevan caña y chapa. La obra tardó cinco años, pero valió la pena. Hace veinte años que recibimos huéspedes”, asegura la anfitriona, que tiene cinco hermanos y está a cargo del negocio turístico de esta empresa familiar que también se vale del cultivo de papa semilla, los animales de engorde y la producción de quesos.

En Las Carreras las habitaciones están decoradas con almohadones y pies de cama confeccionados por los artesanos de Tafí del Valle. (Xavier Martín /)
En Las Carreras hay tambo y se trabaja todos los días. (Xavier Martín/)

Mucho de todo esto explica por qué Las Carreras tiene una propuesta tan integral. Estar en el campo implica salir a andar a caballo, arrear ganado y participar de la siembra de papa, además de visitar un pequeño museo familiar y distenderse con la vista clavada en los cerros. Todo sobre 9.000 hectáreas de campo, de las cuales 2.000 son de valle y productivas.

El living – comedor de la estancia era parte del puesto original. (Xavier Martín/)
La producción de quesos es incesante en Las Carreras. (Xavier Martín /)

Claro que el queso, reconocido en todo el NOA, también es parte de los atractivos de Las Carreras. Se lo conoce como queso manchego, porque los jesuitas trajeron la receta de La Mancha, España. La tradición se transmitió a las familias de la zona y siguió con los propietarios de las tierras tras la expulsión. Allá lo hacían con leche de oveja, pero hace años que en Las Carreras ordeñan vacas que son cruza de Jersey con Holando. Alimentadas con un preparado de chala de caña de azúcar, maíz, pasto seco y suero de queso, se las puede ver mientras les aplican la crema de ordeñe y les colocan las pezoneras. También se puede observar cómo fabrican el queso hasta colocarle la M que distingue al de Las Carreras. “Puede tener que ver con que era queso manchego o que estaba cerca de El Mollar. Pero puede ser también una W invertida… No se sabe. Lo seguro es que se usó esa marca para diferenciarse de las otras dos estancias de la zona que también hacían queso: LC por Los Cuartos y LZ por los Zavaleta de Churqui”, explica Inés, que tiene 48 años, vive en la estancia y propone salir de cabalgata.

Juan Ramón Moreno está a cargo de las cabalgatas en Las Carreras. (Xavier Martín/)

Con rumbo al Puesto Verde, Juan Ramón Moreno es el capataz a cargo de guiar a caballo a los huéspedes. El verde de la cebada contrasta con los cerros que se ven áridos. “El Pelado tiene 2.800 metros, el Ñuñorco 4.200; el Ñuñorquito está al sur y se ve solo la puntita, en el límite con Catamarca; el Muñoz se levanta ahí donde se pone el sol; y el Negrito está en el límite con Salta, a 4.400″, detalla Moreno sin dejar de señalar a sus alrededores en este valle de Las Carreras que tanto alucinó a los jesuitas hace trescientos años. Entonces el viento se hace fuerte y trae las nubes del sur, cada vez más negras. “¿Nevará?”, es la pregunta generalizada de los que vimos -1 en el pronóstico. “Pareciera…”, desliza Moreno para entusiasmo de los presentes.

Las galerías de la estancia son amplias y amigables para disfrutar del valle. (Xavier Martín/)
La historia de Las Carreras está a mano de los huéspedes en la estancia. (Xavier Martín/)

“Es muy difícil mantener un lugar así, pero vale la pena porque la respuesta de los huéspedes es favorable. Me pone muy feliz ver cómo disfrutan este lugar que amo. Al día de hoy, cuando vuelvo de Buenos Aires y entro por El Mollar se me pone la piel de gallina al llegar al valle. Me dio tanto, que lo que pueda hacer para devolvérselo nunca será suficiente”, confía Inés mientras desayunamos y a través de la ventana se ven los copos de nieve que caen, cada vez con más ganas, en este valle de microclimas y sorpresas.

Las Carreras está a algunos minutos del centro de Tafí del Valle. (Xavier Martín /)
Los cerros de Tafí rodean la estancia. (Xavier Martín /)

Datos útiles

Las Carreras. Caballos mansos y el tambo con la fábrica de quesos están dentro de la estancia. Si hay mucha demanda hay que insistir para coordinar las salidas y visitas. Sirven comida regional para almuerzo y cena a cargo de Luis García, un cocinero tucumano. Consta de amplias galerías, y de diez habitaciones entre dobles, cuádruples y triples, que están decoradas con artesanías confeccionadas en telar. RP 325 km 13, Tafí del Valle. T: +54 (381) 60-99607. IG: @estancialascarreras

 

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