Si hay algo en lo que Alberto Fernández se mantiene férreo, y sin los cambios habituales con que aborda la mayoría de los temas, es en su decisión (casi se diría, su jactancia) de no contar con plan alguno. Una política de Estado -ruinosa- pero, al fin, una decisión en la que se viene manteniendo firme en los tres años que lleva su gobierno. En lo único que es previsible, paradójicamente, es en no tener plan, más allá de los deseos retóricos y generalistas que declama con frecuencia.
¿Puede haber algo peor que un mal gobierno? Sin la menor duda lo es un gobierno sin plan. Una administración puede ser fallida si todo lo que tiene previsto implementar le sale mal por las razones que sean, pero al menos conocer ese rumbo permite a la sociedad y a los sectores productivos una mayor previsibilidad para aprovechar o protegerse de esas mismas medidas. Una gestión sin plan maestro es mucho peor, aun cuando pudiera acertar algunas de sus decisiones, porque somete a constante incertidumbre a los agentes económicos y a la población en general que, a su vez, tampoco pueden planificar sus vidas y negocios con mínimo sentido común. Solo les queda reaccionar a las apuradas y precariamente cuando se producen a los ponchazos medidas imprevistas.
Un gobierno sin rumbo definido, además, quita autonomía a ministros y demás colaboradores del Presidente, a los que solo les queda avanzar a tientas, sin tomar mayores riesgos, para no ser desautorizados de palabra o en los hechos en cualquier momento. Pero hay algo todavía muchísimo peor para un equipo gubernamental sin plan que es circunscribirse solo a atender los imponderables de cada día.
Eso es algo de lo que tampoco zafa un gobierno con un plan pero, al menos, al tenerlo, más allá de ocuparse de las emergencias que impone la coyuntura, seguirá avanzando lentamente en las líneas motrices de lo que se propuso. En cambio, la gestión que no se fijó previamente objetivos concretos solo será un bombero que procurará apagar los incendios que se presentan (muchas veces, generados por su misma improvisación).
El peculiar experimento de Sergio Massa al frente del Ministerio de Economía procura llenar en parte ese vacío programático tan patente en la actual administración. Funciona como una suerte de exoesqueleto -esas armazones que rodean el cuerpo de un discapacitado para devolverle movimiento a las partes inertes-; un recurso ciertamente limitado, aunque en el árido panorama del gobierno actual, algo es algo. Es lo que hay y, de no mediar accidentes macroeconómicos, nada cambiará demasiado hasta el 10 de diciembre de 2023.
¿Y qué proyecta en la materia Juntos por el cambio, que es la porción de la oposición con más chances de volver al poder?
Los tres partidos de la coalición, que tienen matices y diferencias bien sustanciales entre sí, cuentan con sus respectivas fundaciones, que elaboran planes de gobierno.
Ellas son Pensar (Pro, con Franco Moccia al mando), Alem (UCR, con Agustín Campero al frente) y Hannah Arendt (Coalición Cívica, con Fernando Sánchez a la cabeza). Se suma, desde 2021, un cuarto jugador, que es Miguel Angel Pichetto, cuyos cráneos se reúnen en Encuentro (peronismo republicano, coordinado por Eduardo Mondino).
Al principio trabajaban por separado, pero desde hace rato funcionan en una suerte de “interbloque” que puso su lupa sobre diez temas cruciales: trabajo, economía, seguridad, medio ambiente, pobreza, educación, salud, justicia, política exterior y nuevo acuerdo federal con bienes públicos de calidad.
“Manifiesto por una Argentina mejor” es un documento firmado por las cuatro fundaciones que avaló la mesa nacional en pleno de JXC en agosto de 2021.
Divididos en tantos equipos como temas, son unas 120 personas combinadas de las cuatro fundaciones dedicadas a la ingeniería del plan de gobierno que instrumentará el ganador de las PASO de JXC, obviamente con los matices personales de cada candidato. Si es Horacio Rodríguez Larreta le dará su impronta; si es Patricia Bullrich impondrá la suya (por de pronto, la titular de Pro no está de acuerdo con las ideas que en política social tiene María Migliore, la actual ministra de Desarrollo Humano y Habitat de CABA). También están los radicales con aspiraciones presidenciales, qué habrá que ver qué actitud toman al respecto si alguno de ellos resulta ser el elegido de JxC.
“La coalición se armó camino a la iglesia muy cerca del casamiento”, elige esa metáfora un alto dirigente de Pro para graficar la inevitable improvisación que eso tuvo al llegar al poder a fines de 2015. “Lo pagamos”, agrega a manera de autocrítica por las políticas deficientes, los cortocircuitos y las indecisiones que malograron el gobierno de Cambiemos, precisamente por la falta de un plan previo bien diseñado. Es lo que ahora no sucederá, anticipan.