Hasta hace poco tiempo vivía en un rincón mágico de Seattle, en una ladera con vistas a Puget Sound, en medio de frondosos rodales de arces de hoja grande salpicados de ejemplares maduros de abeto, cedro y pícea. Mi marido, Charles, y yo compartíamos aquel retazo de naturaleza con una nutrida fauna: coyotes, comadrejas, nutrias de río, venados y todo tipo de aves.
Los últimos meses que vivimos allí los pasamos fascinados por las incesantes hostilidades entre un cárabo norteamericano que se posaba en uno de nuestros arces y una bandada de cuervos. A cualquier hora del día, en cuanto avistaban al cárabo, los cuervos lo rodeaban, graznaban sin cesar, se lanzaban hacia él en picado y lo acosaban sin tregua.
Era difícil no sentir lástima por el cárabo, al que yo atribuía la simple intención de descansar un poco antes de emprender sus cacerías nocturnas. Aunque Charles me recordaba que las dos especies no se llevan bien, yo no dejaba de pensar en la insistencia de aquellos cuervos. ¿Por qué la tenían tomada con el cárabo? ¿Recordaban que les hubiese causado algún daño físico? ¿Acaso sentían algo hacia él?
Este mes dedicamos el artículo de portada al avance de las ciencias de la conducta a la hora de desvelarnos qué piensan –y qué sienten– los animales. Es un repaso de los principales descubrimientos realizados hasta la fecha en materias como el placer y la desilusión de los perros, la empatía de las ratas o la alegría de los delfines. Y todo ello invitando a la reflexión. Nuestro colaborador Yudhijit Bhattacharjee conoció a un biólogo que estudia el cuervo grande –primo de los cuervos americanos que había en mi finca de Seattle– y ha documentado a estas aves consolándose mutuamente. De modo que es posible que no sea tan descabellado creer que aquellos cuervos se la tenían jurada al cárabo.
Sea cual fuere la reacción que suscite el artículo, la investigación sobre la sintiencia de los animales sin duda tendrá en los próximos años implicaciones de calado en nuestra consideración y trato hacia las criaturas de la Tierra.
Esperamos que disfrute del número.
Este artículo pertenece al número de Diciembre de 2022 de la revista National Geographic.